Martes 03 de Noviembre de 2009
Nuevos desafíos para la política económica
En su reciente visita a Chile, el Premio Nobel de Economía Paul Krugman planteó su inquietud respecto a la solidez de la recuperación que muestra la economía mundial, advirtiendo la posibilidad de un debilitamiento de la misma a mediados del próximo año.
En términos generales, es razonable el temor manifestado por Krugman. De hecho, la evidencia indica que los procesos de recuperación de la actividad y el empleo, luego de una crisis financiera, suelen ser prolongados y a menudo con recaídas.
La probabilidad de que se produzca este escenario adverso, o alternativamente, que se logre consolidar un proceso de recuperación más vigoroso, depende críticamente de la forma en que las políticas económicas de los países afectados por la crisis resuelvan los problemas que la originaron.
En la perspectiva expresada por Krugman en diversas columnas y entrevistas, pareciera fundamental sostener un fuerte impulso fiscal sobre la economía estadounidense, de modo de impedir que se interrumpa el proceso de recuperación de la actividad y el empleo. Lo que él mismo ha denominado como un proceso de recuperación del tipo "W", el que en definitiva es más largo y costoso en términos de pérdida de producto y empleo.
Si bien cada economía plantea un escenario diferente, es importante establecer algunos criterios para el diseño de las estrategias monetarias y fiscal en los próximos meses, considerando que la economía mundial ha reiniciado el crecimiento y los mercados financieros muestran una mayor estabilidad. En primer lugar, no se puede olvidar que el ciclo recesivo que ha afectado a buena parte de la economía mundial en los últimos trimestres tiene su origen en una severa crisis financiera en los Estados Unidos, situación que en algún momento amenazó con repetir una depresión similar a la de los años 30. Así, durante el año pasado se verificó un fuerte aumento de la demanda por liquidez en esta economía, al mismo tiempo que se acentuaba la contracción de la oferta de crédito que había comenzado el año 2007, ante los evidentes signos de deterioro en la cartera de un número importante de intermediarios financieros, bancarios y no bancarios. Todo ello en el contexto de un fuerte endeudamiento de las familias estadounidenses, lo que hacía más complejo de un mayor costo el acceso de éstas al crédito.
En un escenario marcado por el debilitamiento del sistema financiero, fuerte aumento de la demanda por liquidez y restricción de crédito, la Reserva Federal de los Estados Unidos reaccionó expandiendo fuertemente la oferta monetaria. Ello de modo de evitar un colapso en la cadena de pagos de la economía estadounidense, como ocurrió en la Depresión de los años 30. Por otro lado, la política fiscal apuntó a contener la caída de la demanda agregada a través de un significativo aumento del gasto de este sector.
Más allá del debate respecto a la importancia relativa de estas políticas en la contención de la crisis financiera, pareciera evidente que la superación de la misma atraviesa por el saneamiento del sistema financiero y el consecuente restablecimiento de la oferta de crédito. Desde luego, ésta es una tarea compleja, puesto que involucra asignar pérdidas y buscar mecanismos para elevar el nivel de capitalización del sistema financiero. En esta perspectiva, los estímulos a la demanda agregada que pueden entregar las políticas fiscal y monetaria sólo constituyen una solución temporal al problema de fondo. Más aún, perseverar en la línea de impulsar la demanda interna a través de las herramientas mencionadas puede conspirar contra la adopción de soluciones de fondo al problema financiero que precipitó la crisis, lo que ciertamente eleva la probabilidad de una recaída.
Cabe añadir que las comparaciones que se han realizado entre el actual episodio de crisis financiera y lo ocurrido en la Gran Depresión de los años 30, cuando un incipiente proceso de recuperación de la actividad se vio interrumpido, deben tomar en consideración que ello no tuvo como detonante el retiro de los estímulos de la política económica a la demanda agregada, sino que la carencia de progresos sustanciales en la normalización de la oferta de crédito, a lo se añadió un progresivo incremento en el nivel de proteccionismo en la economía mundial.
Para una economía como la chilena, cuyo mercado financiero exhibe un destacado nivel de solidez, las tareas que involucra la consecución de un crecimiento vigoroso de la actividad son diferentes. En efecto, el gran desafío consiste en elevar la productividad agregada, junto con la configuración de un cuadro amistoso con la creación de empleo.
En lo que se refiere a las políticas monetaria y fiscal, el desafío que deberán enfrentar en los próximos meses las autoridades consiste en ajustar los instrumentos correspondientes, de modo de evitar que lo que fue una atinada reacción a un período de inusual turbulencia termine transformándose en una amenaza a la estabilidad del proceso de recuperación.
El término de un episodio de aguda turbulencia financiera permite pensar en el diseño de una estrategia efectiva para enfrentar el sostenido deterioro en la capacidad de crecimiento que muestra en la última década la economía. Este es un desafío para aquellas políticas que pueden influir en la calidad de la educación, los incentivos a contratar trabajadores, invertir e innovar, cuestiones que no atraviesan por la administración de los movimientos de la demanda agregada.
La adopción de una agenda efectiva de estímulo al crecimiento no implica debilitar la capacidad de enfrentar un eventual debilitamiento de la economía mundial. Por el contrario, ésta puede ser una fórmula efectiva para elevar la flexibilidad de la economía y su atractivo para la inversión extranjera.
Decano facultad de Economía
Universidad Católica.
CONSULTEN, ESCRIBAN OPINEN LIBREMENTE
Saludos
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIMIENTO DE ONU
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