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martes, diciembre 30, 2014

REFORMA LABORAL Y UN QUIEBRE EN LA CPC POR DECLARACIONES DE PRESIDENTE DE ABIF

Santa Cruz a Awad por agenda laboral: "Mi opinión es la del empresariado"

El presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) dijo que el apoyo del dirigente de la Asociación de Bancos a la iniciativa del gobierno es personal.

por:  La Segunda/La Segunda Online
martes, 30 de diciembre de 2014
  "Mi opinión es la opinión del empresariado". Así de fuerte y claro respondió el presidente de la CPC, Andrés Santa Cruz, a las amables palabras que el presidente de la Asociación de Bancos, Jorge Awad, tuvo para referirse a la agenda laboral despachada ayer al Congreso.

"Es pro Chile y una oportunidad para que Chile sea más confiable", dijo Awad.

Tras finalizar hoy el comité de los martes de la CPC, el representante de los banqueros se distanció de las críticas que Santa Cruz hizo ayer al proyecto legal: "tengo una opinión distinta a la del presidente de la CPC, en términos que esta es una legislación pro sindicatos o que llama a responder a una clientela política. Creo que esto llama a responder a una empresa ciudadana, y que los dirigentes gremiales tenemos que acostumbrarnos a que la relación trabajo-capital tiene un formato que cada vez es más reconocer de las personas", sostuvo Awad.

En su calidad de representante de los banqueros, señaló que su sector "siente que el proyecto de reforma laboral es una oportunidad para seguir modernizando las relaciones laborales de manera que por una parte tengamos claro que Chile debe aumentar su productvidad. También hay una visión social en que entendemos que la forma en que se relacionan trabajadores y empresarios es un pilar que todos debemos ayudar a perfeccionar".

 "La opinión de él lo representa a él (Awad), pero la opinión del empresariado y del comité ejecutivo es la que he manifestado respecto de la reforma laboral", señaló luego Santa Cruz, reiterando que los empresarios piensan que la iniciativa no aumentará la productividad ni el crecimiento de la economía.

Santa Cruz dijo que participarán del proceso legislativo de la reforma con propuestas y agregó que va a trabajar con políticos de todos los sectores "sin exclusiones".

Fuente:LASEGUNDA 

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Rodrigo González Fernández
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AXEL KAISER el populismo no es solo una forma de llegar al gobierno y ejercerlo; es una cultura.

El asalto populista

"Es importante tener claro que el populismo no es solo una forma de llegar al gobierno y ejercerlo; es una cultura. Es la cultura del todo gratis, de la fe ciega en el Estado y su líder carismático..."

Desde los tiempos de la Unidad Popular, Chile no había tenido un gobierno en la clásica tradición populista latinoamericana. La irrupción de un gobierno populista se caracteriza por la promesa refundacional que hacen sus líderes, la que va siempre en el sentido de darles más poderes a los gobernantes y menos a los individuos. Un elemento esencial de esta refundación es su carácter redistributivo: se asegura que los males de la sociedad serán resueltos, quitándoles a los que tienen mucho para darles a los que tienen poco. Esta lógica implica, además, la creación de un enemigo al cual culpar de todos los males del país: "Los poderosos de siempre", es decir, los ricos, son de costumbre la impopular minoría elegida.

Los líderes populistas son, en general, personas altamente ideologizadas que ven en el Estado -o sea, ellos mismos- una especie de ente divino capaz de construir un orden social cercano a la perfección. Si hay pensiones bajas, si no hay educación gratuita y de calidad para todo el mundo y si no todos tienen acceso a una salud de primer nivel, es porque falta más Estado. Olvídese del principio de escasez que enseña la economía y según el cual los recursos no alcanzan para todos. Tampoco cuenta la demoledora evidencia de que el Estado hace casi todo peor que los privados. El populista ofrece borrón y cuenta nueva, un nuevo orden cercano al paraíso, donde, gracias a ese ente metafísico y omnisciente llamado Estado, habrá de todo para todos. Este paraíso, por cierto, suele partir con el sueño erótico de todo intelectual que apoya el proyecto refundacional: una nueva Constitución. Sin ella, el porfiado principio de escasez, ese que el líder populista debe ignorar para poder prometer mayor bienestar a las masas, no será superado.

Los populistas son, por lo mismo, siempre anti capitalistas y anti libertarios. El capitalismo o "neoliberalismo", dada su fría racionalidad de lo posible, debe abiertamente ser denunciado como enemigo y el régimen de lo estatal o de lo "público", como le llaman eufemísticamente los promotores de la refundación, es presentado como la panacea solidaria que garantizará prosperidad e igualdad para todos. Típicamente, para avanzar este mensaje utópico los populismos cuentan con líderes carismáticos capaces de sintonizar con la masa. En general, estos líderes carecen de todo fondo. Es decir, son ignorantes sobre los asuntos de Estado y desconocen los más elementales principios económicos, pero saben cómo conectar con el público. Son seductores, simpáticos, empáticos, divertidos y hablan mucho sin decir nada.

A diferencia de los intelectuales que los apoyan, no tienen ideas, sino a lo más ocurrencias del minuto y un discurso que combina la denuncia con ofertones de diverso tipo. Como es obvio, una vez en el poder, nada de lo prometido se cumple.

Los populistas, que en su discurso sobreexplotan conceptos de alta carga emotiva, como "democracia", "igualdad" y "justicia social", utilizan el Estado para amedrentar, desacreditar y perseguir a opositores y potenciales amenazas a su proyecto. Así, van destruyendo las bases de la convivencia democrática y concentrando el poder en sus manos. Sus políticas económicas generan efectos desastrosos, pero el régimen se mantiene mientras tiene recursos para seguir comprando apoyos. Alzas de impuestos, inflación y deuda pública se utilizan típicamente para satisfacer las expectativas creadas. Salvo que se encuentre en medio de un boom de commodities , los populismos llevan a un colapso de la inversión, del crecimiento y de la tasa de empleo. Los líderes populistas hacen paralelamente del Estado un botín con el cual llenarse los bolsillos, y los de sus parientes y adláteres. Así se produce una captura de todos los niveles del aparato público, todo en nombre del "pueblo", que en buena parte pasa a ser también un dependiente de la repartija estatal.

Cuando un país entra en la senda populista es muy difícil que salga de ella. La lógica del conflicto ya instalada debe ser agudizada para justificar el fracaso populista, los diversos grupos de interés que viven del Estado luchan cada vez más desesperados por su cuota de privilegios, el discurso de intelectuales que culpan a otros del desastre de su proyecto se torna más agresivo. Según ellos, toda la crisis se debe a conspiraciones externas e internas y a que falta más Estado aún. Pasado un cierto punto, la espiral populista se torna inmanejable. Es importante tener claro que el populismo no es solo una forma de llegar al gobierno y ejercerlo; es una cultura. Es la cultura del todo gratis, de la fe ciega en el Estado y su líder carismático, de culpar siempre a otro por las propias desventajas, de agarrar lo que se pueda mientras se pueda, de la intolerancia y amenaza al que opina distinto y de la legitimación de la violencia para avanzar intereses gremiales.

Un país en que un régimen populista se instaló es, por lo tanto, un país con un problema de fondo, que no se arregla con un mero cambio de gobierno. Es un país con un problema cultural que atraviesa, desde las élites, hasta los grupos medios y bajos de la sociedad. ¿Cuánto de todo esto se está viendo hoy en Chile? Más de lo que jamás alguien imaginó hace una década. La pregunta es si el deterioro que llevó a la situación actual será reversible o si el país se ahogará definitivamente, como nuestros vecinos, en el fango del desorden, el conflicto y la mediocridad.





































































































Fuente:EMOL

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SERGIO MELNICK El barco: ¿hacia dónde navega Chile?

El barco: ¿hacia dónde navega Chile?

VIERNES, 26 DICIEMBRE, 2014POR: SERGIO MELNICK

Si vemos al país como una nave que quiere llegar al desarrollo, su capitán es el presidente; sus oficiales, los ministros. Un capitán-presidente requiere de muchas habilidades: no basta con la sola posesión del rango ni con las buenas intenciones para el éxito del viaje.

Sergio Melnick
Economista

No más GPS
Este barco-Chile estuvo a punto de zozobrar en los 70 por el mal manejo de un antiguo capitán, pero fue salvado a último momento y luego completamente remodelado. Así, el nuevo barco llevaba ya unos 30 años navegando sólidamente hacia el desarrollo. Había logrado pasar varias tempestades en un adecuado clima de convivencia de sus marineros, buscando los grandes acuerdos y la colaboración. No sólo eso: pasó a destacarse como el mejor barco de toda América Latina, y era admirado no sólo por la velocidad, sino por la destreza que mostraba en el manejo de sus políticas públicas, que eran imitadas por otros barcos.

Los barcos que lo hicieron, efectivamente empezaron a avanzar más rápido que nunca y así lo siguen haciendo hasta hoy. Más aún, cientos de miles de marineros de otros barcos cercanos se vinieron a trabajar al nuestro, con la gran esperanza de llegar al desarrollo.

En ese contexto, y por cierto no exento de problemas como cualquier navegación al paraíso, correspondía técnicamente el relevo del capitán del barco, que es elegido por todos sus marineros. Así fue escogido con enorme entusiasmo y esperanza un capitán que ya había dirigido el barco y que ahora se repetía el plato, algo en que lo que este capitán decía no creer.

Lo curioso es que este nuevo capitán decidió dejar de usar el moderno GPS con que hasta aquí se guiaba al barco y volvió a la antigua navegación por las estrellas tan propia de los años 60, la misma forma que usaban precisamente los barcos que iban más rezagados.

Lamentablemente el viejo astrolabio, el admirable predecesor del sextante, con que se observaban las estrellas y que aún tenía este capitán, estaba dañado porque sus manecillas sólo giraban hacia la izquierda y no se veían todas las estrellas. Peor aún, la brújula de complemento, era severamente afectada por el magnetismo ideológico de las revoluciones y el infantilismo progresista que ya habían fracasado una y otra vez en esos mares del desarrollo. Con esos instrumentos, el barco en vez de avanzar retrocedía en círculos.

El capitán ya no buscaba un nuevo futuro propio de los mares del siglo XXI, sino más bien un pasado inexistente que estaba anclado en sus sueños juveniles, pero que nunca existieron en la realidad. Eran sólo sueños y fantasías. Tan confundido estaba el capitán, que incluso hizo alabanzas del viejo capitán irresponsable que casi hizo zozobrar al barco en el pasado y hasta llegó a decir que volvería a retomar esos rumbos tenebrosos. Es más, el capitán y sus oficiales dieron a entender a toda la tripulación, que estimaban todo lo realizado en esos magníficos 30 años de progreso había estado todo mal hecho y que el barco debía reconstruirse completamente de nuevo.

El capitán se sumó por omisión al desvarío febril de un oficial de tercer orden, que sostenía que se debía usar una retroexcavadora dentro del barco para borrar todo el pasado. De esa manera, la nave rápidamente perdió el rumbo, claro que llevaba al desarrollo y partió hacia las tormentas de los mares de la improvisación sobreideologizada; es decir, aquellas ideologías que incluso niegan la evidencia.

Todo esto inició el nerviosismo, la crispación y la polarización creciente de los marineros. Junto a ello, empezó una fuerte pérdida de la velocidad y capacidad de maniobra del barco. Sin la velocidad apropiada, un barco de esa magnitud era literalmente inmanejable. Así, en vez de navegar a 6 nudos, el barco empezó a hacerlo a 1, a veces menos. Los marineros se comenzaron a preocupar, creció la incertidumbre, nadie se atrevía a contradecir al capitán, hasta que empezó a verse la tormenta en el horizonte lo que ya era evidente para todos y que será muy evidente el año 2015 si el barco sigue como va.

El capitán caprichoso
Las voces de preocupación empezaron lentamente a manifestarse hasta entre los mismos consejeros que se sentaban diariamente en la mesa de honor del capitán. El barco iba sin rumbo, claro, además de perder velocidad más allá de lo prudente.

El curioso capitán decía que esto estaba ocurriendo porque era el mar el que estaba malo, pero curiosamente pasaban raudos por el costado otros barcos, exactamente en el mismo mar. Las cosas no cuadraban, los marineros lo notaban.

Para mayor gravedad, los cambios estructurales que se proponían para el barco y el nuevo rumbo de navegación al desarrollo eran más bien intenciones gruesas, quizás eslóganes de campaña, pero no planes bien pensados ni mucho menos con estudios técnicos apropiados que los sustentaran. Un cambio estructural del barco requería estudios detallados de ingeniería, pero ésos no se habían hecho. El capitán, sin embargo, rugía para que dichos cambios se implementaran a como diera lugar, en forma acelerada, y todos al mismo tiempo. Pero en realidad, salvo las buenas intenciones, nadie sabía cómo hacerlos en la práctica, y por cierto tampoco lo sabía el propio capitán. Así también empezó a quedar muy claro que muchos de los oficiales de mayor rango que el capitán había seleccionado como su equipo, simplemente no tenían las competencias apropiadas para las altas funciones que ejercían.

Cuando todos los instrumentos tecnológicos del barco daban alertas de malas señales, los marineros le empezaron a decir a voz en cuello que el barco iba mal, que las reformas no eran adecuadas, y que debía cambiar el rumbo.  Sin embargo, el capitán de caprichosa personalidad decía que no le gustaba que lo pautearan, que sabía muy bien lo que hacía y que hacía lo que quería. En realidad, no lo sabía.

Empezaron todos los oficiales y consejeros a culparse unos a otros de lo mal que andaba el barco, mientras el capitán seguía casi de lejos, como en una torre de marfil, el acontecer del barco, sustentado más bien en su rango que en su real habilidad de liderar el proceso. En un arrebato de ira frente a las críticas, les dijo a los oficiales que debían trabajar más duro, lo que no les gustó a muchos de ellos que hacían todo lo que podían. El problema era más bien de liderazgo, y eso el capitán no lo podía reconocer, era mucho para su orgullo. Los problemas se agravaron, y algunos de los antiguos capitanes más experimentados, incluso amigos cercanos del nuevo capitán, empezaron a levantar la voz mostrando las incompetencias del liderazgo, la falta de rumbo, y las erráticas decisiones del capitán, lo que sólo elevaba sus iras y aumentaba su propio voluntarismo. Para el capitán, todos estaban equivocados, no él.

El combustible falla
Navegando ya a un nudo y medio, la cosa no andaba bien. Los marineros se acordaban de otra forma de navegar de esta magnífica y admirada nave. Por más que el capitán ordenaba acelerar la marcha, el barco no se movía e incluso seguía bajando la velocidad y con el agravante de un sobrecalentamiento delicado, llegando la inflación al 5%, el doble de la temperatura normal de esos motores.

El oficial a cargo de las máquinas estaba al parecer entrenado en los viejos motores a vapor, de los tiempos del astrolabio, pero este motor era uno moderno, digital, tecnológico. En la jerga más técnica, este motor se movía por sofisticado combustible llamado las expectativas, y no por carbón, y de eso este oficial al parecer no entendía casi nada. Elaboró muy improvisadamente una reingeniería de procesos de combustible llamada tributaria, que hizo las cosas aún peor. Como no entendía el problema, su propuesta era sólo voluntarista y no técnica como se requería para este barco. Esa reingeniería en vez de generar más energía para los motores, se la quitaba a todas las secciones del barco.

Entre otros oficiales más experimentados que habían servido a grandes capitanes, le corrigieron todo lo que pudieron, pero igual los motores quedaron aún peor que como estaban. Este oficial primero había ofrecido al capitán una velocidad de 3,5 nudos y creciendo, pero con sus arreglos la cosa llegó a 1,7, nada menos que la mitad y decreciendo. Peor todavía le echó la culpa de todo lo que estaba pasando al capitán anterior y al mar. Al principio zafó, pero luego todos se dieron cuenta de que era su propia incompetencia. Ahora ya nadie en el barco le tenía confianza a este oficial, pero el capitán testarudo que no le gusta que lo pauteen lo protegía, aun a costa de su propio desprestigio. En los últimos sondeos, el 55% de los marineros rechazaban el trabajo del capitán que sólo era apoyado por un magro 35%. La cosa se ponía cada vez más difícil para el capitán. De seguir así, podría venir un motín de sus propios oficiales, que venían de siete escuelas muy diferentes entre sí, con opiniones muy antagónicas no sólo de cómo manejar el barco, sino de cuál era el verdadero rumbo al desarrollo. Tan grandes eran las diferencias que los de un extremo decían que había que ir al este, y los otros al oeste. Ahí no había posibilidad alguna de encuentro, el pronóstico no era bueno.

Lo que se viene
El 2015 se viene difícil. La economía no va a repuntar si no cambian las expectativas y eso lamentablemente depende hoy enteramente del capitán y sus oficiales. Pero el capitán es caprichoso y voluntarista, no está claro que escuche siquiera a su propia tripulación, menos a sus detractores.

El oficial de máquinas ya no tiene credibilidad, por eso es difícil que pueda ayudar a cambiar las expectativas, que es el combustible que mueve el barco. Seguirá tratando de mover con carbón el motor digital. El oficial de entrenamiento reconoció públicamente que no era su tema, por ende estaba improvisando lo mejor que podía. Curiosamente este oficial entendía mucho de motores digitales. El oficial de salud anda extraviado. El oficial de asistencia social no se sabe que es lo que hace. El oficial de personal, resultó ser experto en seguridad, y va a cambiar las leyes del trabajo de modo que el barco únicamente irá más lento. El capitán adjunto nunca había mandado ni una fragata menor y sólo espera las órdenes del capitán, que ya hemos visto anda muy perdido.

A pesar de todo lo anterior, el capitán insiste en remodelar completamente el barco, el mejor barco de América Latina. Es posible que lo cambie, pero eso no es necesariamente para mejor.

Epílogo
El cambio por el cambio nada garantiza, menos cuando es improvisado y voluntarista. Ya ha ocurrido con la reforma tributaria, que es muy mala. Así le ocurrió ya una vez a Bachelet con el Transantiago, que hizo el cambio, pero quedamos peor. Igual va a ocurrir ahora con la educación. Lo notable es que Bachelet sostuvo en esta misma revista que el cambio debió haber empezado por la educación pública, que es la que está peor, y ni siquiera hizo caso al sentido común. Lo mismo va a ocurrir con la reforma laboral, que hará más lento al barco.

Le guste ser pauteada o no, Bachelet deberá cambiar su gabinete. La pregunta es si será sólo un cambio cosmético o uno real de rumbo del barco. Por el bien del país, y todos nosotros, ojalá sea lo segundo, pero la personalidad del capitán da para pensar lo opuesto.

Es altamente probable que a mediados del 2015 ya haya un motín a bordo y que la nueva mayoría tenga una crisis muy severa, frente a los malos resultados. Resultados de los cuales  ya no podrán seguir culpando al capitán anterior. Al contrario, incluso aquéllos que no lo seguían lo empezarán a echar de menos frente a la situación del país. La crisis de la Nueva Mayoría muy probablemente será por uno de sus extremos, es decir, el PC o la DC. Dado el carácter del capitán, en mi opinión será una parte de la DC la que dejará de apoyar al capitán. Esto se generará una vez aprobado el cambio al binominal como lo propone el Gobierno, que es un traje a la medida para la nueva plataforma de izquierda que se prepara en el país. A partir de ese momento, la DC ya no es más necesaria para la izquierda y subirá el tono de las agresiones y desaires hasta generar la crisis. Eso será el inicio de un mayor grado de polarización, lo que en mi opinión es muy delicado.

Los países sólo progresan a partir de grandes acuerdos, no a base de la polarización, que es el paraíso de los fundamentalistas o los infantilismos progresistas. •••

Fuente:

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Rodrigo González Fernández
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