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martes, mayo 02, 2017

Tomás Mosciatti enfrenta y responde dichos del fiscal Nacional Jorge Abbott

Respuesta al fiscal Abbott


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Tomás Mosciatti

Tomás Mosciatti | Radio Bío Bío
Tomás Mosciatti | Radio Bío Bío

Señores lectores:

Hoy es necesario que nos refiramos a los dichos de unas de las principales autoridades de la República, el Fiscal Nacional Jorge Abbott.

En una entrevista concedida al diario La Tercera del domingo pasado, Abbott se refirió a las reuniones previas que tuvo con políticos cuando postulaba al cargo y dijo que yo he mentido al decir que en esas reuniones se negociaron cosas. Dijo que he mentido todo este tiempo, en forma descarada. Ante la pregunta del periodista de por qué no se querella, dice que me daría motivos para que me victimice. Agrega que una querella tendría un efecto contrario en la opinión pública. Pide, el fiscal Abbott, que yo acredite mis dichos. Reconoce, porque es de público conocimiento, la reunión que tuvo con Guido Girardi, donde participó el señor Eugenio González.

Partamos por lo menos importante. Es el Fiscal Nacional el que se victimiza al sentirse impedido de presentar una acción judicial, como puede hacerlo cualquier ciudadano. Los cargos servidos con dignidad no están sujetos a estos análisis, sino al imperativo de la justicia. No me esperaba un Fiscal Nacional atento a la opinión pública para defender la dignidad de su cargo.

¿Qué hemos dicho? Que el Fiscal Nacional, siendo candidato, se reunió con políticos. Que éstas fueron secretas. Y que en estas reuniones se habló de las investigaciones sobre el financiamiento de la política. Y que ahí se dieron ciertas seguridades.

Señores auditores: el fiscal no se reunió con académicos, se reunió con personas que tenían una doble condición: podían votar por él para elegirlo y podían ser objeto de investigación por el financiamiento de sus campañas con platas negras. El Fiscal Nacional cree que esto es normal. Nosotros creemos que es muy grave actuar a escondidas juntándose con posibles involucrados en investigaciones criminales. Estas reuniones no institucionales son contrarias a la legalidad.

Hay una instancia en que los candidatos pueden ser escuchados públicamente. De hecho, Jorge Abbott, el 15 de octubre de 2015, fue a la Comisión de Constitución del Senado donde expuso los principios de su candidatura y respondió preguntas. Lo notable es que eso no le bastó. No le bastó ni a él ni a los senadores. Yo le pregunto: ¿Por qué se reunió en forma secreta con políticos si existía esta instancia institucional? ¿Qué se habló en esas reuniones secretas que no podían tratarse públicamente en la Comisión del Senado?

Tengo una lista de preguntas al fiscal, pero sólo me remitiré a las siguientes:

¿Con qué parlamentarios se reunió cuando era candidato?

¿Con qué otras autoridades, o asesores, se reunió?

¿Se reunió con familiares de políticos o autoridades?

¿En qué lugares se produjeron estos encuentros?

¿Quién pidió estas reuniones?

¿Quiénes participaron?

¿Qué se conversó?

¿Habló sobre estos temas con abogados con influencias en la política? ¿Qué les dijo?

¿Tuvo alguna reunión frente a la Fiscalía Oriente? ¿Con quién?

El fiscal nacional debe aclarar las dudas, por el bien del país y del Ministerio Público.

En la reunión con Girardi participó Ciro Colombara, a la época asesor de Marco Enríquez-Ominami y defensor de Herman Chadwick el síndico de quiebras involucrado en el caso Caval. Estas cuestiones no le importan al fiscal.

De la reunión en la casa de Guido Girardi sólo se supo porque se filtró y la publicó The Clinic. Si no, no la conoceríamos. ¿Esta es la transparencia que el fiscal estima que nos merecemos?

Todos sabemos que una vez asumido el cargo, Jorge Abbott tomó rápidamente dos decisiones: sacó de sus cargos a los fiscales de los casos en que había más consecuencias políticas; a Sergio Moya del caso Caval y a Carlos Gajardo, del caso SQM. Y en este último caso, designó a un fiscal a tiempo parcial, que además vive y trabaja en otra región, Pablo Gomez. La segunda decisión es comunicar públicamente que quería "acotar y dar pronto término a las investigaciones sobre el financiamiento oculto de la política". Dice que lo dijo para que estas investigaciones no "contaminaran el debate político o el libre ejercicio de la democracia". O sea, da razones políticas para "acotar" -esta palabra la usó él- investigaciones criminales. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Hubo una época en que el Ministerio Público tuvo otra actitud. ¿Recuerda cuando le dio un plazo de 48 horas al Servicio de Impuestos Internos para que le enviara los antecedentes de las empresas que habían reconocido haber recibido facturas falsas? ¿Qué queda de ese ministerio público, salvo palabras, promesas, y acusaciones de alguien que sólo debe dar respuestas?

No quiero aburrir y entrar en detalle acerca de las investigaciones que lleva el Ministerio Público. Pero es un hecho conocido que no a todos los involucrados en el caso de las platas políticas trata por igual. Acaba de ser condenada a una pena mínima la contadora que participó en la recolección de dinero de la campaña de Eduardo Frei. El beneficiado nunca fue siquiera llamado a declarar. Es sólo un ejemplo de lo mucho que hay de inexplicable.

Sin que el periodista se lo preguntara, Jorge Abbott dijo que en la reunión en casa de Girardi participó Eugenio González. Dice que no lo ubicaba. Raro. Es ampliamente conocido por los abogados que ejercen. Le dicen El Pingüino. Es un operador de algunos jueces de la Corte Suprema. No tiene oficialmente cargo ni sueldo. Se mueve entre bambalinas. ¿A título de qué lo nombra Abbott? ¿Quiere decir que esa reunión la organizó o contaba con la venia de algunos ministros de la Corte Suprema? ¿Quiere sugerir que ante un eventual juicio estaremos perdidos? Estamos ingresando ahora a los sótanos de la República, a los lugares donde no entra la luz y hay mal olor. Si me refiero a esto es porque Abbott entró a esto y son espacios a los que no tiene acceso ni usted, señor lector, ni yo.

Hace poco se supo que luego de denunciar un robo violento, sólo un 27 por ciento de los denunciantes fue contactado por el Ministerio Público. Un 68 por ciento no lo fue, quedó en el limbo, en un limbo permanente.

Por la legitimidad social, por su imagen y credibilidad es necesario que el Fiscal Nacional conteste las preguntas y haga su trabajo.

Fuente:

Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
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Santiago- Chile

periodismo en la mira ciudadana por Roberto Ampuero

La metamorfosis de dos destacados periodistas, Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez, en candidatos presidenciales incidirá en la forma en que las personas ven a los informadores más destacados de la TV, radio y prensa escrita. Muchos estimarán que detrás de cada profesional que entrega las noticias —y que supuestamente debe comprometerse con la verdad— puede haber en ciernes un futuro candidato a diputado, senador o Presidente, y por ello su función informativa puede estar al servicio de una ambición política no revelada. Temo que aunque sea una transición legítima y legal, alimentará el escepticismo y la suspicacia frente al gremio.
Publicado el 02.05.2017
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Hace poco el profesor Gonzalo Rojas criticó en una columna el tránsito de dos destacados periodistas chilenos a la carrera presidencial. No me voy a referir a la columna en sí, sino a temas que se desprenden de su reflexión. Parto afirmando que así como hay periodistas notables (de uno y otro color), los hay no tanto (de uno y otro color). Es lo que concluyo de la navegación frecuente por medios de América Latina, Estados Unidos y Europa. Pero en lugar de detenerme en la columna y las reacciones que despertó entre losperiodistas, prefiero ir al fondo del asunto.

Lo primero es que en esta era de la transparencia, el empoderamiento ciudadano y las redes sociales ya nadie escapa de caer bajo la lupa, de ser examinado en detalle y de volverse objeto del escrutinio público. Si los políticos y los artistas viven desde siempre bajo la lupa social por la actividad que despliegan y por su relación con lo público, esa condición ya no se circunscribe a ellos.

No hace mucho, era inusual y riesgoso escudriñar y evaluar públicamente la labor de jueces o policías. Hoy es parte de la vida y se lo considera esencial en una democracia. Hasta hace unos años tampoco era común la evaluación de profesores en redes sociales, como sí lo es hace tiempo en universidades y colegios de Estados Unidos. Esta época acabó con la verticalidad en que unos evalúan desde arriba a otros, sin que éstos puedan hacer lo mismo con los de arriba.

En muchos aeropuertos estadounidenses y en casi todas las oficinas públicas, hasta en el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), uno encuentra sistemas que le permiten evaluar la atención que recibe. Desde sistemas simples que presentan caritas sonrientes y caritas enojadas, a otros complejos que solicitan detalles, uno es consultado por su opinión. Y qué decir de los hoteles. Muchos envían al pasajero un cuestionario sobre su experiencia durante la estadía, y las compañías que ofrecen viajes y hoteles online procuran que los usuarios las califiquen en las redes sociales. Lo mismo ocurre con AirBnB y los sistemas de taxis Uber o similares. De pronto todo el mundo evalúa a todo el mundo, nos volvemos más transparentes, y vamos cediendo también espacios de la vida privada.

Era de esperar que la evaluación global llegara también a los periodistas. Hasta el momento la calificación en las encuestas se ha restringido más bien al tipo de medio -radio, televisión o prensa escrita-, pero eso está cambiando y avanza hacia la evaluación personal. Algo de esto se encuentra en el diálogo que muchos de ellos mantienen con sus seguidores en redes sociales. Hasta hoy, los periodistas suelen llevar al público la voz de las redes sociales o de la calle acerca de diversos temas e instituciones, pero por lo general sin referirse a ellos mismos.

Sospecho que la evaluación social del gremio se volverá más estricta en Chile por varias razones. Primero, por el cambio de paradigma arriba enunciado. Segundo, por el hecho de que (algo que inquieta a los independientes, así como a personas de centro y derecha) es abrumadora la mayoría de jóvenes de izquierda que estudia hoy periodismo, como revelan las elecciones universitarias. Tercero, porque el Colegio de Periodistas de Chile ya no disimula su identificación comunista, llegando a la desvergüenza en 2016 de elogiar al dictador Fidel Castro tras su muerte, destacándolo como "luchador inclaudicable por el derecho a la dignidad, la justicia y la igualdad de hombres y mujeres libres", como el líder que les enseñó "a imponer la visión humanista", y que devino en "una de las mejores plumas del periodismo internacional".

Hay un factor mundial también en todo esto: el Presidente Donald Trump desarrolla hoy una furibunda campaña en contra de la prensa opositora, algo inédito en Estados Unidos. Cuando en el pasado Mandatarios republicanos o demócratas entraron en tensiones con cierta prensa, trataron de reducir los decibeles lo antes posible. Como decía Mark Twain, no hay que pelearse con gente que compra tinta por barriles para atacar. Trump cambió la tradición: simplemente les declaró la guerra a quienes, a su juicio, ya se la habían declarado en la campaña. Ignoro quién ganará, pero deseo que al final de todo esto salga fortalecida la libertad de prensa.

Y la quinta razón por la cual los chilenos juzgarán a partir de ahora con más rigor a los periodistas -sospecho que también a los columnistas- se debe a lo que comentó Gonzalo Rojas: la metamorfosis de dos destacados periodistas, Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez, en candidatos presidenciales. Considero que esto incidirá también en la forma en que las personas ven a los informadores más destacados de la TV, radio y prensa escrita. Muchos estimarán que detrás de cada profesional que entrega las noticias —y que supuestamente debe comprometerse con la verdad— puede haber en ciernes un futuro candidato a diputado, senador o Presidente, y por ello su función informativa puede estar al servicio de una ambición política no revelada. Me temo que no obstante tratarse de una transición legítima y legal, alimentará el escepticismo y la suspicacia frente a los periodistas, en especial los más destacados. Algo parecido ocurrió con los líderes estudiantiles, hoy de capa caída en popularidad. Que varios de ellos terminasen como parlamentarios o funcionarios de Gobierno perjudica a los líderes emergentes, que ahora pueden parecer más interesados en una carrera política que en temas estudiantiles.

Para bien o para mal, es probable que se vaya incrementando el escrutinio social de la gestión de los profesionales de la noticia. Las redes sociales, el empoderamiento de la ciudadanía y la desconfianza hacia personas e instituciones lo facilitan. Tal vez una forma de afrontar esta situación y de consolidar o recuperar la confianza sería que periodistas y columnistas transparentaran o sinceraran sus preferencias políticas. Sospecho que lo complejo de aceptar para ciudadanía es el tránsito abrupto de un periodista supuestamente imparcial y objetivo, hacia un proyecto político plenamente definido. El planteamiento de fondo de Gonzalo Rojas merece, a mi juicio, un segundo análisis de parte de los periodistas, uno más mesurado y reflexivo. En la sociedad abierta, a todos nos interesa contar con un periodismo sólido y con periodistas en quienes confiar.

 

Roberto Ampuero, #ForoLíbero


Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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