
Cuando usted lea esto (o poco antes, o poco después), yo estaré en Los Boldos ante la cripta del mayor estadista chileno del siglo XX, en el segundo aniversario de su muerte. Salvó al país del desastre interno y de la triple amenaza externa y lo legó rico, pacificado y poderoso. Tal como, poco más de un siglo antes, lo hiciera quien yo catalogo como el más grande Presidente del siglo XIX, Aníbal Pinto. También recibió al país empobrecido, amenazado por el secreto tratado perú-boliviano de 1873 y por diferendos con Argentina, e igualmente lo legó victorioso y próspero.
Tal vez divague y me diga que, gracias al general peruano Donayre, se ha reforzado nuestra conciencia de que Chile siempre debe estar poderosamente armado. Ello justifica que nuestras Fuerzas Armadas reciban el 10 por ciento de la Ley Reservada del Cobre. ¡Qué momento eligió el genial canciller peruano para pedir su derogación!
Reconoceré mentalmente, ante la cripta del general, que en el barco de quienes veneramos su memoria vamos quedando menos. Y, en estos días a veces, me siento navegando solo. Sobre todo ante la perspectiva de que la próxima contienda presidencial se libre exclusivamente entre adversarios suyos. Gente del "No" a su Constitución y a todo lo que él representó. Pues muchos de sus otrora partidarios quieren ahora "cerrar filas" tras un ignorante adversario suyo, como que calificó a su gobierno del peor de la historia de Chile.
Pero resta un atisbo de esperanza. La juventud UDI, lo mejor de ésta, no quiere entregar el terreno al "mal menor". Un consejero que votará el viernes en el ampliado del partido, Víctor Manuel Palacios (a quien no conozco), me ha hecho llegar la meditada proposición de un joven diputado, José Antonio Kast (a quien tampoco conozco), reivindicando el derecho a tener candidato propio. ¡Quedaba aún vida dentro de la UDI!
Más aún si, cuando parecía todo "cocinado" e inminente el "desembarco" donde Piñera, un joven columnista dominical de inusitada franqueza, Cristóbal Orrego, obligó a una clarificadora respuesta del presidente del partido, Juan Antonio Coloma, en la que nos dice que el viernes el consejo, "con absoluta libertad", en una decisión "democrática, inclusiva y visionaria", debatirá un voto político para enfrentar la próxima elección presidencial. ¡Qué mentís para los mal pensados, según los cuales "los coroneles" tenían ya todo "atado y bien atado"!
Hay, pues, base para la esperanza. Y fundamento. Tiempo atrás ci-té a un joven candidato a alcalde UDI, Rafael Izquierdo, quien enfrentó a toda la Concertación aliada con Juntos Podemos y obtuvo el 47,37 por ciento de los votos en un bastión marxista como Pedro Aguirre Cerda y su población "La Victoria". Cualquier proyección nacional de ese resultado habilita a esa misma fuerza joven y nueva para aspirar al triunfo presidencial.
Es cierto que "el mal menor" tiene sus atractivos. El lunes 8, en "Las Últimas Noticias", el candidato que lo personifica describía, tras posar su helicóptero en la isla Damas y aprestándose para bucear, los exigentes preparativos físicos que había llevado a cabo. Y uno no podía menos que admirarlo y envidiar ese despliegue en alguien ya próximo a ingresar a la sub-70.
Así y todo, hoy ante la cripta, a la hora en que usted lee (o poco antes, o poco después), expresaré mi esperanza de que la nueva generación UDI, que se atreve a levantar la voz, que se niega a abandonar el barco y que ha probado aptitud para alcanzar el triunfo ante todos los adversarios, consiga apoyo en su propia colectividad y pruebe que, si bien ésta parecía algo dormida, todavía tiene vida para correr con colores propios.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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Entre esa juventud idealizada simplemente porque martillea con frenesí mediaguas de emergencia o aquella rechazada porque poncea grotescamente en cada parque disponible hay otras muchas, silenciosas y verdaderamente eficaces.
La Catalina sub dos, casi bioquímica, la única ex-alumna de la asignatura que ha obtenido notas 8 (y varias veces, por lo que su promedio final fue 7.1), se niega a desarrollarse para llegar a ser Premio Nacional de Literatura: no importa, va a ser Premio Nacional de Ciencias.
En un año más los chilenos deberemos concurrir a las urnas para elegir Presidente de la República. Hasta ahora, no es evidente que el país cuente con un candidato que cumpla los requisitos deseables para tan alta magistratura. ¿Cuáles pueden ser estos? Principios claros y consistentes, una visión del país y su desarrollo futuro sustentados en los mismos y una comprensión de la realidad nacional que no sea pura o casi exclusivamente económica.
¿Cuáles son las interrogantes cruciales a dilucidar a la hora de saber quién podría cumplir con las condiciones imprescindibles para ser un buen Presidente de Chile? La clave fundamental está en saber qué haría esa persona frente a los grandes dilemas éticos que están abiertos en la sociedad contemporánea y, en particular, en la nuestra. La "agenda" política de los tiempos que corren es esencialmente "valórica". Allí se encuentran las grandes diferencias que deberían existir entre unos y otros posibles gobernantes en relación al Chile que desean para el porvenir. Repasando rápidamente: ¿aborto?, ¿eutanasia?, ¿manipulación de células madres?, ¿concepto de familia?, ¿trato jurídico y estatus matrimonial a parejas homosexuales?, ¿medios para combatir el sida y el embarazo precoz?, ¿incentivo o desincentivo a las unidades matrimoniales y a las de hecho?, ¿apoyo o trabas para la natalidad en las familias?, ¿requerimientos para la adopción de menores?
La revisión se puede extender: ¿contenidos de los programas educativos en escuelas, colegios y liceos?, ¿bases y lineamientos para una política de apoyo a la cultura?, ¿solución a los casos de miembros de las fuerzas armadas y de orden injustamente detenidos por supuestas violaciones a los derechos humanos?, ¿primacía efectiva de los derechos de las víctimas de actos criminales sobre aquellos de los delincuentes?, ¿voluntad real de desterrar la creciente corrupción en organismos públicos?, ¿y de suprimir el desembozado intervencionismo electoral proveniente desde esferas de gobierno? Y qué decir de la eficiencia (pertinencia y sentido del trabajo bien hecho) y moralidad de las políticas públicas que se piensa aplicar en ámbitos tan sensibles para el crecimiento y la vida buena de los chilenos como son educación, salud, pobreza y seguridad.
Un Presidente para Chile a contar del 11 de marzo de 2010 debe tener posturas transparentes y éticamente rectas sobre estas vitales materias. Ni populistas, ni electoreras, ni ideologizadas, menos "políticamente correctas"; sino que realistas, visionarias, acertadas, valientes, creativas y siempre éticas. Pues, en gran medida el encaminamiento al bien común nacional pasará por la forma como se encaren los ingentes desafíos que cada una de esas áreas presentan. Por esta misma razón, es crucial que todo ciudadano se pregunte si los candidatos antes mencionados, y otros que puedan mostrar durante los próximos meses ansias por alcanzar la primera magistratura de la Nación, han sido veraces y coherentes en sus planteamientos sobre tales respectos y si, en caso que las haya, sus ideas y propuestas cumplen con los requerimientos antes enunciados. Como muy mínimo, parecen existir dudas razonables de que quienes se mencionan como posibles aspirantes logren pasar sin reparos este test; todavía peor, cabe la impresión de que más de alguno de ellos lisa y llanamente lo reprueban.
Vista la situación sin anteojeras ni lastimosas resignaciones, no resulta sorprendente que en el día a día actual, y cada vez con más frecuencia, nos encontremos con chilenos desencantados que esperan por un candidato distinto, que se note menos ávido de poder y acomodado en el actual escenario político de tejas abajo, y que se halle dispuesto a soñar y a dar el consiguiente esforzado combate por un Chile mejor, más grande, donde se pueda vivir humanamente bien y mirando al futuro con optimismo. Para dar cumplimiento a esos legítimos anhelos ciudadanos hay que dar con un postulante a Presidente de la República que de señales de capacidad para conducir al país hacia la superación de sus limitaciones, teniendo como punto de partida el sustento sólido y el afán de fortalecimiento de sus mejores tradiciones (familia, orden, trabajo, convivencia, austeridad, probidad, etc.).