Honduras: silencios que siembran dudas
Por Libardo Buitrago Analista Internacional
La política está llena de gestos, símbolos, palabras y silencios. En la situación de Honduras, lo único que ha faltado es esto último. Por el mal manejo del depuesto presidente Manuel José Zelaya, todos los caminos están conduciendo a que sólo quede una alternativa real: una tercería. ¿Qué significa esto? La posibilidad es que ante la tozudez de las partes sólo sea posible -desde la real politik- pensar en un tercer nombre, que conduzca el tramo final del gobierno, y de cara a las elecciones.
El evidente agotamiento de la OEA y los escasos márgenes de acción que se dejó el secretario general tienen al organismo internacional muy alejado de una participación efectiva para destrabar el conflicto. José Miguel Insulza agotó su oxigeno en esta crisis, al partir solo a Tegucigalpa como notificador del ultimátum que emano de la Asamblea General de Ministros de Relaciones Exteriores. Y partió de un supuesto erróneo: que bastaba entrevistarse con representantes de dos poderes y ya estaría todo en su lugar, un error de cálculo.
Tampoco se ha avanzado con el llamado "Acuerdo de San José", impulsado por el Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, poseedor de credenciales en la mediación de otros conflictos en Centroamérica y reconocido como un interlocutor válido para acercar posiciones. Sin embargo, no le ha sido fácil, romper los dos puntos irreconciliables: el de Zelaya, de volver a ejercer el poder como si nada hubiera ocurrido, y el de Micheletti, que no da su brazo a torcer para facilitar el regreso de Zelaya.
Ante el nulo resultado logrado en la OEA, se buscó que Unasur se manifestara por una solución de dicha crisis. Más recientemente, Zelaya recorrió países de América del Sur, pidiéndole principalmente a Lula y aBachelet que llamen al "imperio" -EE.UU.- y "presione más a Micheletti. ¿En qué quedamos? ¿Que intervenga o que no intervenga la Casa Blanca? El mismo Barack Obama explícitamente -y acogido a la nueva política exterior que quiere proyectar- concurrió con su voto de sanción a los hechos de Tegucigalpa y en el seno de la OEA dejó la constancia que no estaba de acuerdo con el procedimiento de sacar mandatarios por la vía de los golpes de estado.
Zelaya no menciona sus errores políticos de querer cambiar el curso constitucional de Honduras, de instalar una cuarta papeleta, desconociendo las instancias jurídicas y el ordenamiento interno; guarda silencio y deja sembrada la duda si su retorno no es un estímulo para volver a la carga e intentar reformar la Carta Magna.
Por ello es que resulta difícil una salida del conflicto. La defensa de la democracia debe partir de quienes la ejercen y ello no permite interpretaciones. No es época de golpes de Estado, ni asonadas cívico-militares. La mejor manera de que ello no ocurra es el apego irrestricto a la Constitución. Así lo manifiesta además la Carta Democrática de la OEA.
El respaldo que se le ha dado a Zelaya por parte de los países del continente, no es una carta blanca para suponer que puede regresar, sin antes dejar claro que sus propios errores lo tienen errante por el mundo. Cómo esto no se escucha, el silencio es la barrera que cierra algún tipo de arreglo político en Honduras y siembra dudas
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Saludos
Rodrigo González Fernández
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