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martes, agosto 18, 2009

Hernán Büchi Las lecciones correctas

Hernán Büchi
Martes 18 de Agosto de 2009
Las lecciones correctas


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La Gran Recesión parece estar quedando atrás. Seguiremos eso sí viendo datos negativos, entre otras cosas debido a que las estadísticas tienen inercia. A su vez, la situación es lo suficientemente precaria en el sector financiero como para que algún evento inesperado, como ocurrió en septiembre pasado, provoque otro pánico de consecuencias impredecibles. Es razonable suponer que, de ser así, las autoridades no titubearán nuevamente.

Como la caída fue tan dramática, veremos algunas recuperaciones impactantes. Después de todo, si algo cae 50%, debe subir 100% para volver a su nivel original. No es extraño entonces que para países que fueron afectados con fuerza, como Singapur, Taiwán y Tailandia, se estimen crecimientos de 20%, 13% y 10% para el segundo trimestre.

Sin embargo, que la caída se detenga no significa que el mundo vuelva a crecer aceleradamente como lo hizo hasta el año 2007, período en el que cientos de millones de personas salieron de la miseria. Desgraciadamente, si hacemos diagnósticos equivocados y aprendemos mal la lección, puede desaparecer el dinamismo creativo y con ello la esperanza para los miles de millones que faltan.

Luego de la Gran Depresión de los años 30, Latinoamérica, y Chile en particular, se equivocaron. Nuestro continente a partir de allí cerró sus economías, aumentó la presencia de un estado ineficiente y distorsionó sus mercados. El resultado es que un continente que era de esperanza, al que los emigrantes de países pobres de Europa huían, se estancó en la miseria y desesperanza.

Pero equivocarnos no es nuestro sino. Si bien desde la Gran Depresión no existía una crisis financiera a escala mundial de la magnitud de la actual, a escala menor han existido muchas en las últimas décadas. La experimentada por Chile a comienzos de los 80 fue una de las más profundas si la medimos como proporción del PIB. En cierta forma, las crisis en países en desarrollo son más difíciles de manejar que a escala mundial. Cuando cunde el pánico frente a los bancos, las personas corren a monedas duras como el dólar; proveerlo está fuera del alcance de los gobiernos locales. En cambio, en esta crisis han buscado refugio en los pagarés del Tesoro estadounidense, cuya emisión depende del país epicentro del problema, EE.UU., facilitando el accionar de dicho gobierno.

A su vez, en el Chile de los 80, como en el de muchos otros casos localizados, la economía enfrentaba un deterioro externo —caída de los términos de intercambio y obligación de pagar su deuda—, lo que era necesario acomodar. En una crisis global ello no es así, salvo que suceda una catástrofe natural, pues lo que ganan unos lo pierden otros y si hay deudores significa que hay acreedores, todos en la misma economía.

A diferencia de nuestra reacción en los 30, Chile a comienzos de los 80 no se equivocó y sacó las lecciones correctas. Una vez superada la crisis, la economía chilena inició un crecimiento sostenido como no había conocido nunca. Los gobiernos de la Concertación heredaron una economía dinámica que ha hecho la diferencia para millones de chilenos, y afortunadamente sólo se ha deteriorado paulatinamente, manteniendo muchas de sus fortalezas. Este progreso fue posible limitando el rol del Estado a lo que puede hacer mejor, restableciendo un sector financiero privado solvente, promoviendo el empleo y la inversión y creando las condiciones para la existencia de empresas sólidas y competitivas. Para nuestro bien, el país no buscó la respuesta fácil de culpar al capitalismo y caer en el error de los 30. No se siguió, ventajosamente para Chile, la receta de algunos políticos de encontrar un culpable, real o no, y olvidar la verdadera solución de los problemas.

En esta crisis, Chile está en el lado de los ganadores. El cobre sigue a excelente precio y gracias a nuestros ahorros y a una buena coordinación del fisco y el Banco Central, el crédito no se interrumpió. Pero tenemos un problema real. El deterioro paulatino ha llevado a que nuestro crecimiento de mediano plazo caiga notablemente. Durante el período del gobierno actual creceremos menos del 3% anual. Desde fines de los 80 y por más de 10 años crecimos cerca del 8%. Volver a crecer fuertemente depende de nosotros. Si sacamos las conclusiones incorrectas, más Estado (que hoy no es poco) y más impuestos (que no son bajos), como quieren los que se llaman progresistas pero que con sus políticas sólo logran retrocesos, lo haremos peor. Quizás sea el golpe fatal a nuestras esperanzas, como sucedió después de la Gran Depresión de los 30. ¿No es suficiente lección ver cómo un plan estatal destruyó el sistema de transporte en Santiago y nos costará más de US$ 5 mil millones, por un servicio percibido como peor? Por el contrario, si aprovechamos esta oportunidad para reimpulsar la inversión, el empleo y la productividad, el golpe de gracia lo recibirá la pobreza, a la que derrotaremos definitivamente.

Ex ministro de Hacienda

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Saludos
Rodrigo González Fernández
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