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lunes, noviembre 29, 2010

Política y periodismo (2)

Política y periodismo (2)
 
Marc Bassets | 29/11/2010 - 06:06 horas
 
La inclinación por el periodismo de opinión en detrimento del factual, y sobre todo la transformación de la información política en una mera narración de los altibajos y las batallas declarativas no es una exclusiva de CNN, Fox News o MSNBC, las principales cadenas de noticias por cable.

Los mejores diarios, como The New York Times y The Washington Post, dedican una cobertura amplia a los análisis numéricos y electorales –"deportivos", diría Obama– de la política. A esto se suma la proliferación de blogs políticos que, por la escasez de dinero para financiar un periodismo de fondo, se limitan al análisis y a la opinión.

Si la burbuja washingtoniana tiene una festividad propia, ésta es la cena de los corresponsales, que cada año desde 1920 congrega a políticos y periodistas. Es habitual que el presidente aproveche la cena para pronunciar un discurso. El 2 de mayo de 2010, en el hotel Washington Hilton, Barack Obama abordó la tendencia del periodismo político a parecerse cada vez más al deportivo. Lo hizo bromeando sobre Politico, el diario fundado en 2007 por ex periodistas de The Washington Post.

Dedicado exclusivamente a la información política (el Congreso, la Casa Blanca, la Administración, el Tribunal Supremo, los think tanks, los lobbies), en tres años Politico se ha erigido en un medio de referencia en la capital federal, en competencia con The Washington Post, hasta ahora hegemónico. Politico concentra las virtudes y vicios del periodismo washingtoniano, y al ser la política su único tema los amplía con un efecto lupa. Su juventud lo hace casi coetáneo de la Administración Obama.

El diario, que se publica online y cuya versión en papel se distribuye gratis en Washington, encarna el reporterismo tradicional de este país: imparcial, contrastado y sin ideología aparente. Y, sin embargo, gran parte de sus noticias están centradas no tanto en las "policies" como en las "politics". Es decir, más en la táctica, en el proceso, en la controversia, en quién gana y quién pierde, en cómo tal noticia perjudica o beneficia al presidente –y en lo que en lo que en España se denominaría el periodismo declarativo– que en una investigación y explicación de qué tratan las leyes que se discuten y adoptan, y cómo repercuten en la vida de los ciudadanos.

"Ya lo sabéis, la gente se mete con Politico porque dan un enfoque nuevo a temas triviales, al "pienso" político, a los cotilleos. Es injusto. Politico lo hace desde hace siglos.", dijo el presidente Obama a los corresponsales. Después, al modo del showman de humor, imaginó cómo habría cubierto Politico una serie de fechas señaladas en la historia de Estados Unidos.

"Mirad estos titulares. Los han encontrado nuestros investigadores. "Japón se rinde: ¿dónde está la subida en los sondeos?" Y mirad éste: "Lincoln salva a la Unión, pero, ¿podrá salvar la mayoría en la Cámara de Representantes?" No sé si podéis ver este fragmento: "Ha perdido el voto blanco en el Sur". Un análisis astuto", dijo.

El mensaje implícito de la broma puede parecer megalómano por parte de Obama: en este país están sucediendo acontecimientos históricos, y lo que interesa a los periodistas es si el presidente sube o baja en los sondeos, y si estos acontecimientos históricos –la reforma sanitaria se adoptó unas semanas antes de la cena de los corresponsales– beneficiarán a los demócratas o a los republicanos en las elecciones de noviembre para renovar la Cámara y un tercio del Senado.

El mensaje viene a ser: la historia os pasará por encima. En realidad, la pulla a Politico apunta a una práctica extendida en el gremio periodístico, que reporteros respetados –y con experiencia en la cobertura de campañas electorales– como George Packer, de The New Yorker, han expuesto.

Packer compara el periodismo político con el periodismo económico, y el político no sale bien parado. La comparación surge a raíz de un artículo de David Broder, decano de los periodistas de Washington y columnista de The Washington Post. Se trata de un artículo sobre el discurso de la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin ante la primera convención del tea party, el movimiento conservador que ha impulsado la oposición a Obama en el primer año y medio de la presidencia.

Palin, escribe Broder, "exhibió una figura pública en plena forma: la de un político que sabe quién es y cómo venderse". Palin aprovechó la comparecencia para "desplegar todo el repertorio que posee". No sólo es "el [político] republicano más visible del país", sino que ha "conectado firmemente con el abrazo populista" y ha ofrecido "un recital afinado de mensajes populistas que han funcionado en campañas pasadas". "La señora vale", concluye.

"Broder –se queja Packer– no estaba analizando las posiciones de Palin, ni las acusaciones, ni la verdad o la falsedad de sus palabras, ni siquiera la naturaleza de las emociones a las que apelaban. Estaba reseñando una actuación y puntuándola, usando la terminología habitual del periodismo político. Esta ha sido la característica de la cobertura política durante tanto tiempo que ya no parece nada rara, y es difícil pensar que se pueda hacer de otra manera".

La crónica política se convierte en crítica teatral (y no es casualidad que uno de los columnistas políticos más leídos de The New York Times, Frank Rich, sea un conocido crítico teatral). La verdad o mentira de lo que dicen los políticos deja de importar. El periodismo de la versiones y las declaraciones (X dijo, Y respondió, Z replicó...) se impone.

George Packer cita a otra estrella del periodismo washingtoniano, Adam Nagourney, de The New York Times. En una crónica de una reunión del Partido Republicano en Hawai, Nagourney observa que "en Honolulu, las tensiones en el partido por los principios conservadores frente el pragmatismo político se escenificaron de una manera aguda y pública (...), mientras el "establishment" del partido pugnaba para afrontar las demandas del movimiento "tea-party"".

"La estructura de la frase y del artículo enfatiza las tácticas y la actuación –comenta Packer–. Est e tipo de prosa se traga con tanta facilidad y de manera tan imperceptible como un vaso de agua con gas, y no deja ningún sabor en la boca. Los lectores a los que interesa la política beben (...) cada día sin ganar peso".

Packer imagina qué sucedería si el periodismo económico o internacional operase de la misma manera. En vez de haber cubierto la crisis financiera de 2008 exponiendo sus causas y los problemas de los bancos, la prensa se habría centrado en los problemas de imagen de los banqueros, y en vez de cubrir la guerra de Afganistán, en cómo el presidente Hamid Karzai usa la retórica clásica pastún para controlar la ola de irritación contra EE.UU. en su país.

Pero la retórica del periodismo político no es nueva. Ya en 1993, Michael Kelly escribió un reportaje sobre "cómo la idea de la imagen se convirtió en la fe en Washington". "Tarde o temprano cualquier persona en Washington, y no soy una excepción, recurrirá a expresiones como "redefinir su imagen" o "la percepción que se ha acabado teniendo del presidente" o un "recital afinado de mensajes populistas"", concluye Packer.

Podrían encontrarse decenas de ejemplos, cada día, en los periódicos estadounidenses, pero también en los europeos, de este tipo de periodismo político.
 

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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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