La crisis europea sigue siendo una gran preocupación porque, a pesar de las políticas introducidas, la presión sobre los mercados financieros y sobre la deuda soberana de países periféricos se vuelve a intensificar. Ante la peligrosa dinámica que estaba tomando la crisis, se han articulado iniciativas importantes, a partir de las diversas reuniones efectuadas en las últimas semanas. España e Italia introdujeron importantes programas de ajuste fiscal y de reformas y los líderes europeos acordaron una serie de medidas para apoyar a los países periféricos, entre las que se destacan: utilización de los fondos del ESM para apoyar a bancos o para comprar deuda de países miembros; crédito para el saneamiento de la banca española con problemas, que en vez de pasar por el EFSF lo haría a través del ESM una vez que esté en condiciones operativas y que la supervisión bancaria pase a depender de la Zona Euro; y la creación de un programa de empleo y crecimiento por €120.000 millones. Este conjunto de medidas debieran contribuir a controlar la crisis, pero deben implementarse rápidamente. Ello es muestra clara de que los países del norte de Europa tienen los incentivos y los recursos para invertir en estabilizar la crisis. No obstante, también se requiere que España e Italia persistan con sus esfuerzos de ajustes y de reformas. A pesar de esto, la salida de esta crisis va a ser un proceso lento y lleno de obstáculos. Más aún, las diversas reuniones sirvieron para establecer con claridad una hoja de ruta para fortalecer la UME y la UE a mediano plazo. Entre estas medidas se destaca la discusión sobre la creación de una Unión Bancaria (resolución, fondo propio y seguro de depósito) y de una Unión Fiscal. La unión política es un objetivo de mucho más largo plazo. Después de un primer trimestre mejor que lo proyectado, la economía mundial se debilitó en los últimos meses: Europa está entrando en recesión y el crecimiento de EE.UU., China, Europa Central y del Este, el resto de Asia emergente y América Latina pierde fuerza. Con todo, las proyecciones de la economía mundial apuntan a un crecimiento en torno al 3,2% el año 2012 y al 3,6% el 2013, en paridad de poder de compra. Sin embargo, una profundización de la crisis europea y un aterrizaje más brusco que el proyectado en China, entre otros riesgos, sesgarían estas proyecciones a la baja. Por su parte, la economía chilena continúa beneficiándose de políticas macro expansivas y de los buenos términos de intercambio. Sin embargo, el crecimiento trimestral ha perdido algo de fuerza respecto al alcanzado el último trimestre del 2011 y se empiezan a observar las primeras señales de desaceleración: cae el crecimiento de las ventas minoristas; condiciones financieras menos auspiciosas en los segmentos de bajos ingresos; menor expansión de la inversión en maquinarias y equipos. No obstante, la demanda interna sigue creciendo más que el PIB, aunque a tasas menores que a fines de 2011, explicado por la baja tasa de desempleo, los aumentos en los salarios reales y las mejoras en las expectativas de los consumidores. En materia de precios, después de la sorpresa de diciembre, la inflación se ha reducido debido a la caída de la inflación de los bienes transables, aunque como el crecimiento se ubica en torno al potencial, obligan a mantener cautela sobre la inflación. En mi escenario central, la estimación del crecimiento del PIB para el 2012 se ubica entre 4% y 5% y la inflación anual a diciembre entre 2,0% y 2,5%. Este escenario de holguras de capacidad agotadas, un creciente deterioro del panorama externo y menor inflación reciente llevaron al Banco Central a mantener la tasa de política monetaria en 5%, aunque podría haber algunas bajas ante un mayor deterioro externo.
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