Extraña actitud ante el delito
José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Emplear a dos hombres para que vigilen a un tercero mientras trabaja, quizás no sea rentable, pero puede resultar infalible como método de acoso policial.
El pasado viernes 11 de septiembre, uno de los vehículos del metrobús P-5, con itinerario entre los municipios habaneros La Lisa y Centro Habana, fue detenido frente a la séptima unidad de la Policía Nacional Revolucionaria.
Dos individuos -probablemente inspectores del transporte público o agentes policiales- que viajaban como usuarios, le informaron al chofer que lo habían estado vigilando durante el recorrido, y que tenían pruebas de que le robaba al Estado.
De inmediato se dirigieron al sitio donde el chofer traía oculto un pequeño maletín en el que, según los individuos, guardaba, para apropiárselos, los billetes de un peso que los pasajeros depositaron fuera de la alcancía.
El precio para del viaje en metrobús es de 40 centavos. Pero en La Habana siempre escasea el menudo o moneda fraccionaria, por lo cual muchos pasajeros se ven precisados a pagar con billetes de un peso. Y entre éstos, también son muchos los que tienden a entregarle el peso al chofer en lugar de deslizarlo por la rendija de la alcancía, sin que el chofer lo pida, claro, sin que ni siquiera lo insinúe sutilmente.
¿Por qué razón el público prefiere que sea el chofer, y no las autoridades, quien se quede con el sobrante, y de paso también con el importe del pasaje?
¿Será por espontánea solidaridad (aunque desde un enfoque insano) con un trabajador que no recibe el salario que merece por su esfuerzo? ¿Será manifestación roñosa frente a la insuficiencia que les obliga a pagar por el pasaje más del doble de lo estipulado? ¿Será desidia ante la supuesta propiedad estatal, por la que no sienten ni padecen? ¿O será un complot, tácito y masivo, que expresa falta de simpatía y protesta silenciosa contra el régimen?
Las respuestas no han de ser simples, aun cuando tampoco sean sorpresivas. En todo caso, deberán formar parte del abundante material de estudios en el que (ojalá que en un futuro próximo) tanto los historiadores como los sociólogos, politólogos y hasta los psiquiatras, busquen la explicación del desbarranque material y moral que nos afecta desde hace medio siglo.
De momento, aquel chofer del P-5 quedó recluido en la unidad de policía, mientras que el suceso corre de boca en boca por las calles capitalinas, llevando al resto de los choferes la advertencia de que la dictadura no está dispuesta a dejarse robar lo que considera suyo, aun cuando -no obstante la crisis económica que nos asfixia-, tenga que pagar los salarios de dos hombres para que se dediquen exclusivamente a vigilar el trabajo de uno solo.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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