Opinión EL MOSTRADOR
La debilidad de los partidos de la Concertación
La debilidad de los partidos provoca un vacío que es ocupado por algunas encuestas, empleadas para apoyar estas acciones de ingeniería electoral. Consultoras que nunca han hecho sondeos, como Imaginacción, aparecen ahora haciéndolos, confirmando el "fenómeno MEO" cuando recién estaría partiendo. Su escasa seriedad pronto se hace visible, cuando entrega resultados que pertenecen a una encuesta anterior.
Por Carlos Huneeus*
Esta sexta elección presidencial, el plebiscito de 1988 fue la primera, aunque fue no competitiva, tiene una diferencia fundamental con las anteriores: el debilitamiento de los partidos de la Concertación. Los indicadores están a la vista: su afiliación se ha desplomado, la cohesión interna se ha resentido como nunca antes, con peleas y rupturas; no tienen presencia en el movimiento estudiantil de las principales universidades del país, ni en el movimiento sindical, no dan a conocer sus propuestas programáticas y en sus bancadas sobresalen protagonismos individuales. Los problemas son ahora más visibles en el PS y el PPD, que sufren los costos de la prolongada permanencia en el gobierno.
Tienen un bajo apoyo electoral en las encuestas: en Abril de 2009, el PS baja cuatro puntos, al 5 % en comparación a la encuesta CERC de abril del 2005, el PPD pierde cinco puntos, cayendo al 3%, y el PDC se mantiene en el 11%. La oposición, por el contrario, mantiene su respaldo y supera a la Concertación: 24% entre RN y UDI, frente al 19% de las cuatro colectividades oficialistas.
Estas debilidades tienen una larga historia, que conviene recordar porque los chilenos tenemos mala memoria. El 2006 renunció al PPD el senador Fernando Flores porque se consideró perjudicado en las elecciones a presidente de la colectividad; el 2007, la directiva del PDC, bajo la presidencia de la senadora Soledad Alvear, tomó medidas disciplinarias contra el senador Adolfo Zaldívar, que la había antecedido en la presidencia de la colectividad, siendo expulsado por el tribunal supremo. Esto provocó la renuncia de cinco diputados, con lo cual la Concertación perdió su mayoría en la Cámara que había mantenido desde 1990.
Esto empujó a la oposición a presentar una acusación constitucional contra la ministra de Educación, Yasna Provoste (PDC), por irregularidades encontradas por la Contraloría, que eran de responsabilidad especialmente del Seremi de la región metropolita, militante del PS, que fue aprobada en la Cámara y por el Senado, siendo destituida. En las elecciones municipales del 2009, el PPD y el PRSD formaron una lista separada del PS y del PDC, primera división institucional de la Concertación, para competir en las elecciones de concejales. El PS ha tenido dos renuncias - Jorge Arrate, uno de sus presidentes y ministro en dos gobiernos y del senador Alejandro Navarro- y una tercera inminente del diputado Marco Enríquez-Ominami, cada uno de los cuales es candidato presidencial.
Los votantes del PS tienen cuatro postulantes al sillón de O'Higgins, porque el abanderado de la colectividad es el senador Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
La debilidad de los partidos de la Concertación también se expresa en las dificultades para confeccionar las listas de candidatos al Congreso, con lo cual no comienza la movilización territorial, indispensable, además, para apoyar la candidatura presidencial de Frei. Mientras el senador Frei anuncia una renovación de la élite, dando pasos en esa dirección, los partidos, especialmente el suyo, el PDC, se muestran incapaces de seguirlo en ello, sin mostrar nuevos rostros. Sin candidaturas parlamentarias definidas, la de Frei dispone de menos recursos políticos para desplegar su fuerza a nivel territorial ahora.
La debilidad de los partidos ha favorecido el surgimiento de candidatos presidenciales, que creen tener las capacidades para solucionar los problemas del país. La proliferación de candidaturas de figuras que pertenecieron a la Concertación (a los renunciados del PS se agrega Adolfo Zaldívar) ha sido apoyada por los medios de comunicación, movidos no sólo por el interés de fijar la agenda, sino también para lograr objetivos políticos. Estos medios tienen ahora más espacio para influir en las opiniones de las élites y de la ciudadanía informada porque los partidos carecen de los recursos de comunicación que tuvieron hasta el 2005 para contrarrestar con eficacia la información adversa difundida en su contra por la prensa escrita.
El "fenómeno Marco Enríquez-Ominami" (MEO) no se explica sin el apoyo que ha tenido de parte de los diarios de la cadena de El Mercurio y La Tercera, que lo han hecho a través de noticias y numerosos reportajes al candidato y a su familia (su madre, padre, esposa, incluyendo una idealizada presentación de Miguel Enríquez, su padre biológico, fundador del MIR). Estas acciones quedarán como uno de los intentos de ingeniería política más explícitos realizados por la prensa escrita en una contienda presidencial chilena. En consecuencia, el "fenómeno" MEO no es la causa de los problemas de la Concertación, sino una consecuencia de la debilidad de sus partidos y de los errores de sus dirigentes, especialmente en el PS.
La debilidad de los partidos provoca un vacío que es ocupado por algunas encuestas, empleadas para apoyar estas acciones de ingeniería electoral. Consultoras que nunca han hecho sondeos, como Imaginacción, aparecen ahora haciéndolos, confirmando el "fenómeno MEO" cuando recién estaría partiendo. Su escasa seriedad pronto se hace visible, cuando entrega resultados que pertenecen a una encuesta anterior.
La debilidad de los partidos es una pésima noticia para la calidad de la democracia, porque permite que el dinero tenga más influencia en las decisiones políticas, con millonarios participando activamente no sólo en la campaña de la derecha, sino también en las de la izquierda. El "jefe político" de la candidatura presidencial de MEO pertenece a ese conglomerado. La influencia del dinero en la Concertación no es nueva, porque Fernando Flores llegó al senado el 2001 mediante un gran despliegue de sus amplios recursos económicos.
Las causas de la debilidad de los partidos son complejas y tienen que ver con varios factores, entre los que se encuentran errores de sus dirigentes y al impacto de factores institucionales provenientes del presidencialismo. A diferencia del parlamentarismo, en que los ministros tienen una activa vida de partidos, en el presidencialismo ellos son nombrados por el presidente por su trayectoria profesional y no mantienen una relación con su partido. Los presidentes, con la excepción de Patricio Aylwin, mantuvieron una actitud pasiva y hasta distante con los partidos de la Concertación, delegando su relación con sus directivas a alguno de sus ministros.
La solución a los problemas de los partidos no es simple. La presidenta Bachelet debiera tener una activa participación en la superación de las debilidades de los partidos. Está muy bien que llame a la Concertación a que "se ordene", pero como ello no ocurre, esa convocatoria es insuficiente. Ella es no sólo Jefe de Estado y de gobierno, sino también líder de la Concertación y, al final de su mandato, será evaluada no sólo por su gestión de gobierno, sino también como líder de la coalición. Lo primero, que tendrá una muy alta calificación, se puede ver empañado por la crisis de los partidos que la llevaron a La Moneda, especialmente el suyo, que está en una lamentable situación.
La solidez de nuestro sistema de partidos hizo posible que Chile tuviera una democracia cuando en la región había hegemonía militar. El sistema múltiple de partidos es una de las principales causas que explica por qué en Chile hubo democracia en el siglo XX en forma continuada, mientras en Argentina ello no fue posible. Cuando se pone en riesgo ese recurso fundamental de la democracia, se está llegando a un punto que nos puede llevar a un muy mal destino. Hay que detener ese avance, antes que sea tarde.
*Carlos Huneeus es director del CERC, Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea.