Minería: en su mejor momento
Las compañías mineras de América Latina alcanzan ganancias récord gracias a la fuerte demanda china y los altísimos precios del mineral. Pero están bajo amenaza desde todos los frentes por quienes quieren quedarse con algo: desde contratistas y proveedores hasta sindicatos y el gobierno. Tom Azzopardi
Hace dos años, los ejecutivos mineros lamentaban el fin de la bonanza, azuzados por la demanda china y escasez de minas. Pero el súper ciclo está de vuelta y, al parecer, para quedarse. Según un informe publicado por PricewaterhouseCoopers (PwC) titulado Mine 2011: the game has changed, las utilidades de las 40 mayores empresas mineras del mundo aumentaron en 124% el año pasado. El motivo: China.
Pese a los esfuerzos de Beijing por controlar la inflación, la demanda del país por cobre, hierro y otros minerales producidos en América Latina sigue en niveles altos. Hace 20 años la nación más populosa del orbe consumía apenas 300.000 toneladas de cobre. El año pasado consumió 7 millones de toneladas y, en 2016, debiera alcanzar los 12 millones, según el Organismo Latinoamericano de Minería (OLAMI), con sede en Buenos Aires.
Mientras tanto, el oro se ha beneficiado del pánico de la crisis de deuda en la Eurozona y del aumento de venta de joyas en China, elevando los precios por sobre US$ 1.500 la onza.
Incluso si China desfalleciera, otras grandes economías emergentes, como India, Brasil e Indonesia, están esperando al costado. "Nadie es capaz de decir cuándo acabará el ciclo", dice Colin Becker, socio de la oficina chilena de PWC.
En respuesta, las compañías mineras se están preparando para gastar altas sumas de dinero en nuevas minas y expansiones, inversiones que ascienden a los US$ 300.000 planeadas para la próxima década, y dos tercios de ellas se concentran en América Latina, según el chileno Alberto Salas, presidente del Organismo Latinoamericano de Minería (OLAMI).
Más de la mitad del total (US$ 65.000 millones) será gastado en Chile. La lista de proyectos incluye antiguos jugadores de la industria y otros recién llegados. Collahuasi, la alianza estratégica entre los grupos Angloamerican y Xstrata, planea invertir US$ 5.000 millones para duplicar la producción por sobre un millón de metro/año, convirtiéndolo en la segunda mina más grande del mundo después de Escondida, de BHP Billiton.
Para algunos, las grandes inversiones planificadas para la próxima década no son sólo cuestión de explotar el buen momento, sino de sobrevivencia. Ésa es la situación que enfrenta la chilena Codelco. El más grande productor de cobre en el mundo está llevando sus inversiones por un valor cercano a los US$ 30.000 millones hasta 2020, "pero en vez de aumentar la producción, la mayoría de eso sería para reemplazar la capacidad minera de décadas de antigüedad y que está al final de su vida útil", dice su vicepresidente ejecutivo, Diego Hernández.
Codelco está realizando inversiones por US$ 30 millones hasta 2020.
La escala del desafío es inmensa. Todo un nuevo nivel debe ser construido en la mina El Teniente, la mina más grande bajo tierra que hay en el mundo. El último nivel tomó medio siglo en cavar. Los ingenieros de Codelco esperan construir el próximo en menos de una década.
Los desafíos de Codelco encapsulan las dificultades que enfrenta la industria minera en su conjunto. Las nuevas minas se deben construir para satisfacer la demanda aparentemente insaciable de los recursos, la que será más profunda y compleja, con leyes más bajas (mineral en menor concentración)y en lugares física y políticamente más difíciles.
Al mismo tiempo, el rápido movimiento de la industria minera desde un patrón de espera a la rápida expansión ha dejado a sus proveedores luchando por mantener el ritmo. Los tiempos de espera por nueva maquinaria aumentan nuevamente. "Como resultado, los proyectos se retrasan y los excesos de presupuesto se están convirtiendo en la norma", dice Becker. Las empresas están empezando a adaptarse al nuevo escenario, externalizando roles internos o entrando a contratos de riesgo compartido con proveedores mayores.
La superación de la escasez de la mano de obra será aún más dura. Sólo en Chile, la industria podría enfrentar un déficit de hasta 14.000 personas calificadas, como operadores, ingenieros, geólogos, entre otros, según el Instituto de Ingenieros en Minas de Chile.
Altos salarios, tipos de cambio menos favorables y altos precios de bienes como el combustible, acero y energía están llevando a mayores costos operacionales. El Centro de Estudios del Cobre y la Minería de Chile (CESCO), calcula que éstos aumentaron un 20% en las minas de cobre chilenas el año recién pasado.
Con todas estas dificultades, es probable que muchas minas no logren llevar a producción lo que tienen planeado. Un informe reciente de analistas de Citi Global Commodities sugiere que casi un cuarto de la capacidad de la mina Greenfield en el desarrollo mundial seguirá siendo sólo planes para 2020; otro 42% se consideró en situación de riesgo.
Además, las empresas mineras ejecutan a tanta velocidad, que están en mayor riesgo de encontrarse con problemas técnicos. Y la volatilidad de las condiciones naturales también ha causado estragos en los mercados de commodities, dice Becker.
Mientras la industria se ocupa de sus problemas internos, muchos en el exterior están buscando a la minería como una solución a sus propios problemas. Se sabe que las empresas mineras están muy bien de dinero y desesperadas por invertirlo. La presión política está aumentando para extraer más de sus ingresos para su distribución al resto de la sociedad.
Los sindicatos mineros se están volviendo cada vez más exigentes en sus demandas. En las grandes mineras chilenas los trabajadores reciben un bono de unos US$ 25.000 cada vez que se llega a un acuerdo de fin de conflicto. Con los precios del cobre por encima de US$ 4 la libra, a las mineras les resulta más barato pagar antes que poner en riesgo su producción por causa de una huelga.
Mientras tanto, los impuestos mineros están en aumento en todo el mundo. El año pasado, Chile anunció un alza del royalty minero, con el objetivo de ayudar a la reconstrucción después del devastador terremoto del 27 de febrero de 2010.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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