Debemos resolver con franqueza las tareas que debe realizar el Estado y las que debe ejecutar el sector privado
Presidente del Senado, Eduardo Frei Ruiz-Tagle
A comienzos de esta semana tuve la oportunidad de intervenir en el Seminario “Financiamiento Municipal” que organizaron conjuntamente la Asociación Chilena de Municipalidades y el Senado. En la actividad, que contó con la participación de autoridades de gobierno, parlamentarios y cerca de doscientos alcaldes, expresé la necesidad de generar un amplio debate respecto a un tema crucial para nuestro futuro y que aún está pendiente: la urgencia de tomar una decisión país respecto a cómo vamos a desatar un conjunto de nudos que hoy tienen a Chile avanzando sin la fuerza ni la vitalidad que se requiere.
Hoy estamos en un punto de inflexión dados los numerosos desafíos que debemos asumir en el corto y mediano plazo. Es así como al reciente anuncio del envío a trámite legislativo de la Ley de Educación se añaden otros, como la descentralización, en la cual tendremos que definir de qué forma vamos a resolver la severa crisis económica que aqueja a los municipios del país, principalmente las dificultades que tienen para financiar los sistemas de educación y salud municipal. Luego nos encontramos con la reforma previsional que demandará una gran cantidad de recursos; en el sector energía estamos al borde de la cornisa, ya que hoy dependemos de las lluvias y seguiremos dependiendo de ellas mientras no apoyemos con firmeza los proyectos y despejemos los obstáculos burocráticos que demoran y dificultan las inversiones; también tenemos que brindarle un espacio de desarrollo a las pymes ofreciéndoles una salida a sus problemas de endeudamiento; hay que elevar la inversión en ciencia y tecnología, un tema clave para progresar en el mundo de hoy; la normalización del sistema de transporte público de Santiago exigirá una gran cantidad de dinero; y, por último, debemos hacer un esfuerzo mayor para darle más dinamismo al crecimiento, porque claramente no estamos creciendo a la altura de nuestras capacidades.
Frente a esta enorme agenda advierto una pasividad que me preocupa. En vez de buscar acuerdos, seguimos entrampados en discusiones banales, en las que cada grupo vela por sus propios intereses perdiendo de vista que aquí lo primordial es el desarrollo del país. Otros someten al Gobierno a dañinas presiones por un mayor gasto fiscal, como si el Estado –pese al suculento superávit fiscal que hoy tiene- fuera una fuente inagotable de recursos. Entonces, en vez de potenciarnos mutuamente nos vamos anulando y con ello el país sigue perdiendo velocidad y oportunidades.
Frente a este inquietante panorama, propongo alcanzar un gran pacto económico social, en el que definamos las prioridades y la forma en que las vamos a enfrentar. Establezcamos un diálogo amplio, serio y con sentido de país, que no esté acotado sólo a las dirigencias políticas, sino que también incorpore a los empresarios, a los trabajadores y al mundo universitario y de las ciencias. Un diálogo participativo que se haga en todo Chile, pues en regiones también hay talentos que tienen tanto o más que aportar.
Así como en los años ochenta, gran parte de la clase política fue capaz de concordar el Acuerdo Nacional en un clima más convulsionado que el actual, ahora podríamos hacer lo mismo y darnos la posibilidad de convenir una agenda económica-social que nos lleve al desarrollo.
Sólo de esta manera podremos establecer prioridades y mediante un amplio respaldo político y social ejecutar las iniciativas con la premura que el futuro de Chile nos exige. Además, nos permitiría definir con franqueza y realismo un aspecto en el que vengo insistiendo hace más de un año: dónde la tarea la va a realizar el Estado y dónde la va a hacer el sector privado. Siempre escabullimos esta decisión, en circunstancias que el Estado no puede hacerlo todo, porque no tiene ni los recursos ni la capacidad de gestión necesaria para abarcar la magnitud de los desafíos que tenemos por delante.
Todos sabemos que cuando actuamos separadamente las cosas salen mal. Por el contrario, cambia el ambiente, el estado de ánimo, la voluntad y los resultados cuando hay propósitos comunes, capacidad de dialogar, escuchar y de acoger las legítimas demandas de cada cual.
Porque tengo fe en el país y en su gente, es que me atrevo a pedir más y a dar más de mi mismo. No sigamos perdiendo tiempo. Aterricemos el debate y trabajemos con unidad por el bien superior de Chile.
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