El escritor Dan Brown alcanzó el éxito mundial tras publicar «El código Da Vinci», una novela que cosechó tantos seguidores como detractores en todos los países en los que fue publicada. La obra también le supuso algunos problemas judiciales, como una demanda por plagio, interpuesta por Michael Baigent y Richard Leigh, quienes lo acusaron de haber copiado ideas de su novela «El Enigma Sagrado», de 1982.
Tras un largo proceso judicial, el 7 de abril de 2006, el juez Peter Smith rechazó la acusación en una sentencia que parecía poner punto y final al caso. Sin embargo, tal y como cuenta el autor del blog «Ciencia explicada», la decisión del magistrado fue comentada por la prensa británica durante varios meses, debido a unos extraños signos que podían apreciarse en las primeras trece páginas de la resolución judicial (ver pdf).
En concreto, contagiado por los enigmas que debían descifrar los protagonistas de la novela de Brown, Smith había señalado una serie de letras mediante el uso de negritas y cursivas que parecían contener alguna especie de mensaje oculto.
El texto comenzaba con el prefijo «Smithy Code» y continuaba con una sucesión de letras cuyo sentido fue desentrañado por el abogado Dan Tench, colaborador de «The Guardian», después de descubrir que la clave para descifrar el texto se encontraba en la secuencia de Fibonacci, una sucesión numérica de gran importancia en la novela de Brown.
Tras realizar varias operaciones de descifrado, los estudiosos del texto se encontraron con el mensaje «Jackie Fister: Who are you? Dreadnough» (Jackie Fister: ¿Quién eres tú? Dreadnough), un imple juego de palabras en referencia al almirante de la Armada Británica, Jackie Fisher, quien revolucionó la guerra en alta mar con la invención del primer navío de batalla moderno, el «HMS Dreadnought».
Según confesó Peter Smith un tiempo después, apenas hora y media de trabajo —cuarenta minutos en idear el divertimento y otros cuarenta en insertar la frase en el fallo que negaba el plagio de la obra— bastaron para que durante unos meses numerosos británicos emularan a los protagonistas de «El código Da Vinci» intentando descifrar el mensaje oculto de la que probablemente sea la sentencia más «friki» jamás dictada.
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