Un muy interesante trabajo del Estudio Adolfo Ruiz & Asociados .que comparto con nuestros lectores porque es de caracter universal, de alto contenido didáctico para estudiantes universitarios, profesores y autoridades politicas, civiles y administrativas de cualquier país. y obviamente de Chile. La Red, la internet - los blogs - cada día son más importante en nuestras vidas y genera consecuencias jurídicas, politicas, económocas y sociales que son gravitantes en nuestro quehacer diario. De otro lado, siendo inconmensiuables las proyecciones futuras debemos ir exigiendo a las autoridas las facilidades de conexión; debemos exigir La institución de la defensoría del Pueblo; unas leyes de participación ciudadana acordes y el irrestricto derecho a la información. Felicitaciones al estudio Adolfo Ruiz y Asociados por este trabajo .
La sustitución del Estado y la "rebelión" de Internet
Un estudio pormenorizado y con datos de gran actualidad, nacionales e internacionales,
sobre la importancia de Internet en las relaciones humanas, políticas, sociales y económicas.
Las funciones básicas del Estado
Se supone que, desde que empezó la convivencia entre dos o más clanes primitivos, sus miembros delegaron el poder de decisión en un líder o bien, en un grupo de líderes para que actuaran como sus representantes. Ello implicó, ceder parte de la libertad individual y grupal, de manera de asegurarse ciertos beneficios comunitarios. Esos líderes prestaban servicios y, en caso de ser eficientes, eran retribuidos con privilegios.
Pero, ocurre que para los seres humanos, el poder de liderazgo y la posibilidad de conducir a los miembros de una comunidad, tiene un profundo sabor gratificante y así, una vez alcanzada esa representación de conveniencia, pocos desean reintegrársela a quienes la delegaron. Por eso, seguramente desde la prehistoria, algunos gobernantes y dirigentes confundieron lo que, originariamente fue un préstamo de poder, con una donación irrevocable o, a veces, interpretaron que se trataba de una renta vitalicia. Otros, fueron aun más allá: una vez alcanzada la posesión, la propiedad del poder tomaba carácter hereditario.
La lucha por la recuperación del poder –o simplemente, la dirigida a reemplazar a quienes lo poseían- es nada menos que la casi siempre sanguinaria historia del hombre. Por lo menos, hasta que algunos dirigentes de la antigua Grecia y un par de pensadores escoceses, demostraron la conveniencia de moderar la forma de gobernar y las ventajas de poner límites en el tiempo a su ejercicio. Así llegamos, muy lentamente por cierto, con pocos avances y muchos retrocesos, a los gobiernos contemporáneos en casi tres centenares de “naciones”, en un arco amplísimo de matices que abarca desde el autoritarismo más extremo, hasta las máximas condiciones posibles de “libertariedad”.
El orden jurídico –o sea, el llamado orden social impuesto, mediante el cual una comunidad ha cedido algunos grados de libertad para de esa manera estar protegida de los avatares económicos, políticos o naturales-, muchas veces ha sido y sigue siendo utilizado deformadamente, aplicando violencia y coerción para, de esa manera, mantenerse en el poder –como en algunos matrimonios- “hasta que la muerte nos separe”. Y, además, de ser posible, garantizar la sucesión para nuestros cónyuges, descendientes, o algunos otros parientes o amigos leales. Se suelen olvidar así los fundamentos que brindan legitimidad al poder gobernante: el cuidado del orden interno y la seguridad externa; la protección de la salud y las condiciones de vida colectivas; la enseñanza y la capacitación comunitaria; y, por último aunque no menos importante, la administración de los bienes comunes y del ejercicio del poder político delegado, así como sus condiciones de representación.
Como dijimos, la más de las veces a lo largo de la historia, esa delegación originaria resultó malversada. Sin embargo, el avance de la ciencia y la tecnología permitieron que –aunque parcialmente- esa cruenta lucha por la representatividad se fuera ampliando y así surgieron, en cantidad y calidad, nuevas y mejores condiciones para los gobernados, dentro de las que debieron desenvolverse quienes ejercieron esa jefatura delegada.
El dominio del agua, de los metales y de la agricultura cambiaron los términos de las disputas, y entonces las teocracias –y sus representantes- fueron cediendo espacio a favor de jefes militares, terratenientes agricultores y burgueses comerciantes. Las nuevas tecnologías hicieron el resto. Entre ellas, la imprenta y la electricidad, que permitieron la difusión del conocimiento y el tráfico de bienes e ideas, e hicieron posible el advenimiento del sistema de gobierno democrático moderno. El mismo que, con sus imperfecciones y sus todavía frágiles exteriorizaciones, puede conducir a condiciones de coexistencia y convivencia libertariamente pacíficas.
La revolución “internética”
El poder de Internet excede superlativamente al de la imprenta, tanto en capacidad de almacenamiento, como en velocidad de transmisión y simultaneidad de emisión y recepción de datos y mensajes. Si la imprenta cambió al mundo y a sus condiciones de vida, mucho más lo hará lo que podemos llamar la revolución “internética”. Algunos de esos cambios culturales ya son fácilmente perceptibles, tales como el uso generalizado del e-mail, e-message o el acceso casi universal a millones de sitios web y blogs de intercambio. Junto a ellos, surgirán otros fenómenos similares que –a nuestro juicio- afectarán las formas y las condiciones de representatividad de los futuros liderazgos políticos y sociales, aunque hoy son todavía son incipientes. Veamos lo que puede pasar con las funciones básicas del Estado:
1. La administración de justicia
Posiblemente, uno de los primeros contratos sociales se haya convenido para encomendarle a los líderes de la comunidad, la administración de justicia y el establecimiento de sanciones a quienes infringían o infringieran las normas o los tabúes. Estos estuvieron asociados a las costumbres y a las conveniencias de la tribu o bien, a la tradición religiosa. Porque los valores tribales primitivos tenían que ver, principalmente, con la religión y con la supervivencia de la comunidad. Así surgió el derecho, que es un orden social impuesto por la fuerza coactiva de la autoridad, aunque haya surgido originariamente desde el consenso social. Esos valores jurídicos estaban sujetos a ciertas formalidades, a veces documentadas -como con el primer código de leyes que conocemos, confeccionado por el rey Hammurabi, 1692a.c.- y otras, implícitas en las costumbres y tradiciones, como el common law anglosajón.
Pero, muchas veces a lo largo de la historia, los jefes de estado incumplieron esta función básica, sea por exceso o por defecto, por parcialidad o por omisión, apartándose del mandato originario. Es que el derecho suele estar casi siempre muy por detrás de los cambios -rara vez los impulsa y genera nuevas costumbres-, lo que se debe a motivos diversos: desde la falta de agilidad de los líderes para percibir los creaciones o novedades culturales, hasta la imposibilidad física de ellos para actuar en tiempo oportuno. Lo cierto es que la burocratización extrema de los gobernantes, concluye casi siempre con explosiones sociales, más o menos violentas, especialmente cuando por diversas causas se producen migraciones importantes o, también, como consecuencia de cambios en la tecnología, en el clima o en la economía de una región.
En un principio, parecería que la sanción penal era de índole privada: así funcionaba, por ejemplo, el “ojo por ojo, diente por diente”. Pero, luego, la represión penal adquirió un carácter público, tal vez, para evitar -como sostuvo el Mahatma Gandhi-, que todos termináramos ciegos (o desdentados). Esta delegación en el Estado, cuando no es asumida y cumplida con eficacia e imparcialidad, termina frustrando a la comunidad y generando ideas y acciones tendientes a administrar justicia “por propia mano”, o dan lugar a la aparición de personajes o líderes “justicieros”.
Por defectos tanto del Poder Judicial –fundamentalmente, su indiferente burocratización, su común lentitud y frialdad tanto para juzgar, como para condenar o absolver-, y de un sistema policial a veces gravemente corrompido como así también de una legislación procesal que privilegia al victimario sobre la víctima, muchos grupos sociales apelan a la acción directa mediática –léase, piquetes y escraches- que buscan malamente compensar la ineficiencia institucional. Esta defensa inorgánica de los derechos -o de los deseos que se presentan como tales- es una especie de by pass social, como los que fueron aplicados en el siglo XIX en la pampa argentina o en el far west norteamericano.
Conectado con la administración de justicia, encontramos la obligación estatal de resguardar el orden interno y asegurar la vigencia del estado de derecho cuando se produce una violación de las normas, máxime si ella está unida a acciones violentas. Este experimento de no reprimir ante cualquier protesta –malversando el ejercicio del poder que le fue delegado a las autoridades- suele terminar muy mal: minorías que de repente se vuelven mayorías, empiezan a pedir orden a cualquier precio, transformándose en verdaderas puertas de entrada a regímenes “fascistas”.
Pero, de manera creciente, ha hecho su aparición una especie de “tele-escrache”, un medio comunicacional de sanción -no siempre honesto- que también busca suplementar o sustituir la inacción de las autoridades, la ineficacia de la legislación o el silencio de medios de comunicación, cada vez más comprometidos económicamente por pérdida de lectores, de audiencia o por la aparición competitiva de nuevos medios. Resulta impresionante la velocidad con que ciertos mensajes políticos se canalizan en cadenas cada vez más eslabonadas y más dispersas geográficamente. Y eso que todavía no se ha incorporado a la red a muchos internautas de la periferia, del campo y de las mini urbes.
Claro que, así como la imprenta permitió perfeccionar el orden jurídico a través de su enseñanza y su divulgación-, la aparición de Internet irá generando formas de sanción social de efecto instantáneo, como consecuencia de esa velocidad de comunicación. Por ejemplo, la identificación de ciertas conductas sociales aberrantes (tales como la pedofilia, el sometimiento a prostitución involuntaria, u otros hechos de violencia similares) en una zona geográfica determinada, permite la aparición, como represión social, de una herramienta eficaz en el aislamiento del delincuente (recordemos el caso, relativamente reciente, del pintor y profesor de dibujo Malenchini y su “escrache” a cargo de los discípulos que sufrieron sus abusos, el que fuera divulgado por Internet y que lo obligara a irse del país).
Es cierto, que también corremos el riesgo de posibilitar linchamientos cibernéticos sin pruebas, o con débiles pruebas fabricadas por enemigos políticos, económicos o pasionales. La presunción de inocencia difícilmente tiene vigencia cuando la indignación popular aflora, esté esta instigada por gente honesta o por sujetos de mala fe. La sociedad, sin duda, deberá generar métodos protectivos del honor del sospechado, pero no deberíamos descartar el desarrollo de un camino de justicia cibernética, más rápida y eficaz que muchos de los mecanismos actuales. Por otra parte, independientemente de los errores que se cometan hasta su perfeccionamiento, es probable que el sistema se imponga de todas maneras debido a su sencillez.
2. El resguardo de las fronteras
Tal como ocurrió frente al malón de los indios “pampa” o en el lejano oeste americano, las fronteras no fueron siempre resguardadas por la Guardia Nacional o por la “caballería”. No, las fronteras estaban marcadas por la capacidad de defensa de los propietarios particulares o de los pocos pobladores de pueblos incipientes. Las autoridades carecían -las más de las veces por estar enrolados en “internas” políticas- tanto de tropas como de fondos para aplicarlos a la guerra contra los aborígenes. Así surgió un sistema de justicia y de propiedad –no siempre ecuánime y habitualmente arbitrario y pasional-, basado en la rectitud o la parcialidad el Juez de Paz, del Sheriff o de un jurado popular. Se trató de un mecanismo mixto, semi-público que cumplió su cometido a falta de uno mejor. Claro que esa privatización de la defensa territorial dio lugar al surgimiento de caudillos y señorazgos feudales, así como de su contrapartida imprescindible, los súbditos y sometidos.
Hoy, cuando muchos conflictos y disputas medianeros y fronterizos se resuelven más mediática que bélicamente, la Web cobra una importancia creciente. En las últimas seis décadas hemos podido verificar cómo muchos triunfos militares se transformaron en derrotas políticas, gracias a los medios de comunicación. Más allá de los títulos o de la legitimidad de los reclamos, fue la guerra mediática lo que debilitó la invasión reivindicatoria de Malvinas o la de Sadam Hussein en Kuwait. Y de igual manera ocurrió con ciertos colapsos políticos -novedosamente incruentos para desmoronar dictaduras- tales como la caída del muro de Berlín, y los gobiernos comunistas de Polonia o del Imperio Soviético.
Es posible que el sistema de fronteras que rige en el presente se mantenga en cuanto a los límites físicos, aunque seguramente soportará profundos cambios culturales. Hasta hace pocas décadas, –desde el punto de vista geopolítico- los centros de estudios estratégicos atribuían importancia decisiva a las señales de radio y canales de TV situados en las cercanías de territorios vecinos. Inclusive, el gobierno militar argentino en 1978 exigió –antes de adoptarla- un cambio en la norma alemana de televisión color, a fin de evitar la utilización de similar norma que la brasileña PAL (así nació PAL-N). Pero, la instalación masiva de la banda ancha y de televisión satelital, trátese o no de zonas fronterizas, estimula la internacionalización de la cultura y de las costumbres, tal como lo demuestran actualmente las tendencias en los deportes, las modas, las comidas, el arte, etc.
Naturalmente, este cambio altera la función militar de protección de fronteras, servicio que estará cada vez más limitado a la prevención de delitos, actos de terrorismo y controles inmigratorios, en vez de estar asociado a la afirmación o resguardo de la soberanía nacional. Cuanto más difundida esté la técnica de banda ancha en las vecindades fronterizas, tanto mayor será la difusión de nuestra cultura y la recepción de culturas ajenas. Y la cultura que resulte fuertemente atractiva se impondrá, y no habrá vigilancia, pasaporte o cerco físico que impida la llegada masiva de ella; la salida de emigrantes que la prefieran o la llegada de inmigrantes que quieran adherir a la nuestra.
Es interesante comentar un tema vinculado: el federalismo político. Hasta ahora, los argentinos hemos siempre declamado un gobierno federal, pero hemos instaurado y tolerado una gobernabilidad unitaria. Pero, la revolución internética –con sus enormes posibilidades plebiscitarias- obligará a los líderes políticos a considerar cada vez más a la opinión pública del interior profundo de nuestro país. Aún la de las zonas menos densamente pobladas, porque muchas de ellas sumadas, habrán de construir una masa crítica significativa. Así, acompañando el actual fenómeno de aparición de nuevas micro-urbanizaciones –tipo Nordelta-, se irá produciendo el desplazamiento de poder político hacia una suerte de lenta pero inexorable municipalización.
Este fenómeno aldeano se ha desarrollado con intensidad en los EE.UU., donde han surgido urbanizaciones integrales ubicadas en zonas despobladas o prácticamente desérticas, y que gozan de comodidades y servicios de alta calidad y sofisticación. (Irvine, por caso, situada en el condado de Orange, CA., cerca de Los Angeles, en terrenos que existían deshabitados hasta 3 ó 4 décadas, que ahora cuenta hasta con una sede de la Universidad de California). Y esta contramarcha al proceso incesante de mega-urbanización que ha tenido lugar en la historia, se ha visto y se verá potenciado con la universalización de Internet.
3. La enseñanza, la educación y la formación poblacional
Un problema educativo que se presenta en cualquier comunidad es cómo se instrumentan mecanismos que puedan brindar el mismo nivel de calidad tanto en sus zonas urbanas como en las periféricas. No es lo mismo estudiar en Paris que en la Normandía, o en Córdoba que en Pico Truncado. Pero Internet ha abierto puertas que todavía no han sido explotadas en intensidad. Cuando toda una generación haya tenido acceso a la banda ancha desde su niñez, desde el último confín del país hasta sus ciudades intelectualmente más refinadas, recién entonces, habremos de apreciar el salto cultural que estamos empezando a transitar.
Cuando Sarmiento contrató las maestras norteamericanas, tal vez ni él pudo imaginar las consecuencias que tendría el proceso que –junto a otros hombres preclaros- había puesto en marcha. Décadas después, millones de inmigrantes se verían beneficiados por ello. Pero, de nada hubiera servido la enseñanza gratuita y obligatoria, si no se hubiera contado con el personal docente necesario para masificar la enseñanza y lograr una población con altos índices de alfabetización, que resultó ejemplo en Latinoamérica.
Las posibilidades de la educación a distancia por medio de Internet, son muchísimo mayores que la simple implementación de una enseñanza a distancia (o por correspondencia, tal como la que se aplicó en Argentina y Latinoamérica después de la segunda guerra mundial, y de la que las “Academias Pitman”, la llamada “Universidad La Salle”, o la pomposamente denominada “Academia Universal de Relojería”, resultaron verdaderos emblemas de capacitación). Piénsese en un chico nacido en un pueblucho desconocido de cualquier provincia, que tuviera condiciones artísticas excepcionales. Hasta hace relativamente poco tiempo, su vocación hubiera estado limitada o retrasada por la lejanía del lugar y la ausencia de estímulos sociales. Hoy, apenas alfabetizado, ese mismo chico dotado del don de la pintura, puede tomar contacto –a través de Internet- con los museos y galerías más grandes del mundo y tener a su alcance y conocimiento hasta las técnicas utilizadas por los grandes maestros a lo largo de la historia. Este acceso le posibilitará una apertura de la mente y del espíritu que antes llevaba décadas en alcanzarse o bien, no se producía nunca.
Y lo mismo puede decirse de cualquier disciplina, ciencia, técnica o artesanía que se nos ocurra, abarcando artes, deportes, investigaciones, especializaciones o nuevas disciplinas. Estamos en las vísperas –a menos de dos o tres décadas vista- de una ola inmensa de descubrimientos, inventos, creaciones o aplicaciones que, además, se potenciarán entre sí. Porque la probabilidad de que surjan individuos superdotados es matemáticamente la misma que hasta ahora, pero al aumentar la base poblacional informatizada, con acceso al aprendizaje y a esta integración potenciada, redundará en un avance prodigioso de la productividad intelectual.
4. La salud y las condiciones de vida comunitarias
Se trata de un aspecto por demás sensible: la vida saludable de una comunidad. Los avances en esta materia durante el siglo 20 –gracias, entre otros factores, al triste privilegio de dos guerras mundiales en menos de tres décadas-, han permitido prolongar la vida humana y transformarla en más, mucho más, placentera. Y este progreso afectó intereses, particularmente el de los profesionales médicos, que ya no son únicos recaudadores de la economía de la salud y han venido sufriendo un proceso de “proletarización”, tanto en beneficio de organizaciones intermediarias prestadoras de seguro médico como de los laboratorios de especialidades medicinales y de los propietarios de la “aparatología” médica.
No sabemos si esta tendencia se acentuará o no, o si cobrará otras formas y disputas. Sí sabemos que Internet permitirá una internacionalización mayor de la medicina en general y un desarrollo insospechado de la automedicación, fenómeno inevitable, con todos los riegos que ello implica. Hoy en día, cualquier diagnóstico médico hecho a pacientes más o menos intelectualizados, es confrontado inmediatamente con miles de referencias al tema en Google o Wikipedia. Y, aquí aparece, una situación nueva: el profesional no monopoliza la información, que está diseminada en otras fuentes, algunas fraudulentas pero otras con alto grado de seriedad. Pensemos cómo la venta por TV (tipo “Llame ya) está invadiendo terrenos que antes eran exclusivos de los médicos traumatólogos o de los comercios de ortopedia.
El acceso masivo a banda ancha permite pronosticar también una creciente popularización de consultas médicas y tratamientos terapéuticos a distancia; proceso hoy todavía incipiente, pero que tiende a presentarse como un nuevo frente competitivo de los profesionales médicos. No es que ellos tendrán menos trabajo –en conjunto su campo de acción se ampliará, como consecuencia de mejores estándares de vida y por la incorporación de habitantes de zonas periféricas que hoy están fuera del circuito-, sino que su distribución –y, por lo tanto, su retribución económica- ya no estará basada en la territorialidad o en la vecindad geográfica de sus pacientes, sino en la mejor disponibilidad de comunicación.
Internet, entonces, permitirá a médicos y especialistas –o a sus equipos- lo que cualquier consultor de marketing aconseja a sus clientes, en cualquier actividad humana: acercarse al cliente o beneficiario –en este caso, el paciente-, cualquiera fuere su situación geográfica. Para éste, pasa a resultar menos importante la calidad de la infraestructura sanatorial u hospitalaria, que la velocidad de comunicación y de traslado de los enfermos, o sea, cobra significación la capacidad de respuesta rápida y eficaz por parte de los profesionales o de las organizaciones por las que ellos se sienten protegidos o cubiertos, se trate de emergencias, de diagnósticos complicados o de otras situaciones de riesgo médico.
5. La representación y administración de los gobernados
Tal vez, se trate del capítulo de gobierno que deberá soportar mayores cambios debido a la influencia de Internet. En efecto, la posibilidad de efectuar encuestas o convocar a plebiscitos, extensivos a zonas alejadas y en poblaciones geográficamente dispersas (y encima, con carácter simultáneo), seguramente cambiará las bases de la legitimidad de la representación política. La legalidad y limpieza de las elecciones no alcanzará para garantizar la legitimidad de una gestión, si ésta resultase cuestionada. En Argentina, hoy, la protesta “social”, como llaman a las movilizaciones “piqueteras” o similares, ya actuó –nos guste o no- como factor deslegitimador de las autoridades legalmente constituidas (los casos del ex-Presidente De la Rúa, o de los gobernadores Saadi en Catamarca, y Juárez en Santiago del Estero, evidencian esta tendencia).
Es cierto que la utilización de votaciones vía Internet puede dar lugar a sutiles fraudes y manipulación. Pero también se presentó ese riesgo cuando se dictó la ley del voto secreto y obligatorio y, sin embargo, en los casos que se tomaron medidas para otorgar transparencia a los comicios, el instrumento funcionó positivamente. También debemos admitir que, si las consultas no tuvieran el carácter de censos y sólo involucraran a muestras proporcionales pero parciales de población, la posibilidad de error en la proyección de sus conclusiones y mensajes, puede ser importante.
Pero, si establecemos un procedimiento cristalino de diseño y selección de muestras; el otorgamiento imparcial de espacios en los medios de difusión; y, sobre todo, una auditoría intachable a cargo de cuerpos fiscales insospechados en su composición, la votación por Internet habrá de transformarse en una de las herramientas más confiables para la vigencia de una auténtica democracia. El objetivo –hoy tan difundido- de que basta con ganar una elección y acceder al poder, para que una vez arriba, nadie nos pueda remover, quedará resentido por la fuerza de la opinión pública.
Sabemos que una circunstancial mayoría electoral puede estar equivocada y que no necesariamente un gobernante con visión de estadista tendría que amoldarse a ella. Tampoco ignoramos que la fuerza del número no siempre resultará suficiente para imponer determinados cursos de acción, sin el auxilio de la fuerza pública –vale señalar el caso de la población de Gualeguaychú, minoritaria frente a la mayor parte de la opinión pública nacional que está en contra de los cortes de puentes con el Uruguay, ante la pasividad demagógica de las autoridades nacionales que debieran garantizar la libre circulación y transporte-, pero por muy timoratos, pragmáticos o “populistas” que fueren los gobernantes, no podrán aislarse durante mucho tiempo de la presión mayoritaria sin generar cierta sanción social vía electoral.
Es harto probable que el sistema de consultas –voluntarias u obligatorias- no busque ser impuesta por los componentes de lo que denominamos “la clase política”. Es posible que se requiera mucha presión popular y no poca violencia para que los políticos se vean obligados a cambiar las fórmulas y los mecanismos electorales (desde la eliminación de las listas sábanas, hasta la elección democrática de los jefes policiales). Es lógico, su poder será bastante menor como también su margen de maniobra descontrolado para ofrecer dádivas a amigos y protegidos. Pero, poco a poco, organizaciones formales o informales van a ir moldeando a la opinión pública en ese sentido. Y el nivel de exigencia de ésta se tornará creciente.
Conclusión
La dirección del diario norteamericano The New York Times estima que desaparecerá –en unos cinco años más- su versión impresa. Y estamos hablando de uno de los medios más importantes del mundo. Algunos estudios indican que cada vez se mira durante menos tiempo la televisión abierta o por cable, en favor del contacto interactivo por Internet, sea para comentar noticias, participar en encuestas o simplemente para intervenir en juegos, una tendencia cada vez más intensa. Por lo tanto, los que llamamos medios de comunicación tradicionales (diarios, revistas, radios o canales de TV), están perdiendo la carrera no solamente en cuanto al número de contactos, sino también en cuanto a la profundidad con que se abordan los temas. Máxime que en buena parte de ellos, la “títulofilia” y las “primicias” reemplazan a los contenidos, por más alto que sea nivel intelectual con que éstos se elaboren. Es por eso que los canales de cable y las radioemisoras exclusivas de noticias han pasado a ocupar el centro de la escena, desde que CNN transmitió, en exclusiva, la primer guerra con Irak.
Frente a este panorama, se abre una posibilidad inconmensurable para brindar educación, salud o justicia a distancia. Contenidos intelectuales mucho mejores en cantidad y en calidad, para que un mayor número de habitantes estén más y mejor protegidos, y para que sus bienes materiales, afectivos o intelectuales gocen de altos niveles de respeto, tanto por parte de los funcionarios gobernantes, como de profesionales corruptos o de “amigos de lo ajeno”. Sólo hace falta que las autoridades garanticen la conexión de banda ancha de toda la población que habita nuestro país. Y que nosotros, como ciudadanos, se lo exijamos a los políticos candidatos. Para que haya menos “pipiripí” y más acciones concretas, con visión de largo plazo.
i) “Inteligencia ética para la vida cotidiana”, por Diana Cohen Agrest, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2006, pg.114.
Los datos del Estudio autor del presente trabajo, son los siguientes:
Perspectivas Microeconómicas, Estudio Adolfo Ruiz & Asociados
Informe sobre economía, management y negocios - N° 95 – Mayo de 2007
M. T. de Alvear 1261, 2° Of. 58 [1058] Buenos Aires, Argentina
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