Bill Gates anuncia una nueva revolución |
Alguien interviene gentilmente: “Estaba esta mañana en el “New York Times” y usted le está pagando a Universal más de un dólar por Zune (la consola MP3 de Microsoft destinada a superar al iPod). Gates, como podría esperarse del hombre más rico del mundo, no se inmuta. “Debemos haber conseguido algunos excelentes derechos exclusivos para eso”, semi bromea. “Lo espero, realmente”. El multimillonario, visionario de la computación y filántropo estuvo en Bruselas en el “Innovation Day”, donde Microsoft presentó los últimos artificios tecnológicos de sus laboratorios. En persona, es mucho más carismático de lo que sus críticos admiten; hasta su desconocimiento del acuerdo con Universal parece un asunto marginal, indigno de un cerebro del tamaño del suyo. Pero se nota menos aplomado cuando surge el sensible tema de las operaciones de Microsoft en China. En el reciente foro sobre gobernabilidad de Internet, en Atenas, su principal consejero político, Fred Tipson, admitió que la persecusión a los blogueros en China estaba empeorando y que podría llegar el momento en que Microsoft ya no pueda acatar la censura de ese Gobierno. Interrogado sobre este planteamiento, Gates dijo que “no sé a qué se refiere. Nosotros no fijamos esas reglas. Nos atenemos a la ley, eso es lo que hacemos”. Pero ¿deberían las compañías coludirse con leyes que infringen los derechos humanos? “Bueno”, dice Gates, “ ¿está Internet creando o no mayor disponibilidad de información en el país? Vaya a ese país, juzgue y converse allí con la gente acerca de cuáles son sus temas. Existe una tendencia a imponerles a otros países las prioridades occidentales. Hace varios años que anunciamos nuestros principios sobre lo que creemos y lo que hacemos”. No es una respuesta que convenza a Amnistía Internacional, cuya campaña llama a la libertad de expresión online y ya ha obtenido el apoyo de 50 mil personas en el mundo. Desertor escolar Gates era un desertor escolar en Seattle, cuando, junto a Paul Allen, fundó Microsoft hace más de 30 años. A los 51 años, pertenece a la generación de los padres de los emprendedores de la web y no se impresiona por términos como “web 2.0”, que se emplean generalmente para designar a la reciente oleada de sitios web, como YouTube, MySpace o Wikipedia. “Hay algo de moda arbitraria en todo esto”, dice Gates. “¿Qué significa Web 1.0, qué es Web 2.0, qué es Web 3.0? Hay cientos de sitio del tipo YouTube”. Para Gates, la próxima revolución no estará en el contenido de los sitios web, sino en la manera en que interactuemos físicamente con los computadores, con teclados y mouses que permitirán palabra, tacto y movilidad. “El ritmo de la innovación en los próximos diez años será mucho más rápido de lo que hemos visto en el pasado”, dijo. Las innovaciones que se exhiben en el grandiosamente llamado Brussels Microsoft Executive Briefing Centre, incluyen un espejo que puede recordar y mostrar a las personas que se han mirado en él, computadores capaces de examinar y decir la diferencia entre los objetos, y una pequeña superficie en la que se pueden manipular con gestos de las manos documentos, mapas y videos. “Estoy aquí, simplemente, sentado extrayendo la información, mostrándosela a la gente y no hay papeleo ni información vieja”, se entusiasma Gates. “Puedo acceder a toda esa información nada más que con estos gestos de las manos. Cada escritorio, cada mesa de reunión, contendrá esa tecnología, délo por seguro”. El tiempo se acaba y Gates, que en dos años más se retirará para dedicarse a la solidaridad, se dirige a su próximo compromiso. El dinero nunca es un problema, ¿pero el tiempo? Eso es otra cosa. The Observer |
RODRIGO GONZALEZ FERNADEZ
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