pocas cosas han probado ser más peligrosas para Chile que la combinación entre una centroderecha sin carácter y una izquierda radicalizada.
Bachelet contra Lagos
"Es muy improbable que el Lagos post régimen militar hubiera promovido una aventura refundacional como la que postula Bachelet hoy. Prueba de ello es que él mismo dio por cerrada la transición con las reformas constitucionales del año 2005..."
Rara vez un libro de historia permite explicar la contingencia mejor que cualquier análisis presente sobre la misma. Ese es precisamente el caso del último libro del profesor Víctor Farías, "Ricardo Lagos y el nuevo Chile".
La tesis central de Farías es que Lagos, el político más relevante e intelectualmente más preparado de la centroizquierda chilena en el último medio siglo no solo selló la transición del viejo al nuevo Chile, sino que la encarnó personalmente. Rescatando documentos inéditos, Farías recuerda las raíces marxista-leninistas del pensamiento de Lagos, su proyecto de crear un sistema de educación superior siguiendo el modelo cubano y su propuesta de estatizar todos los medios de producción para terminar con la concentración económica en el país.
La parte más interesante, sin embargo, es la evolución que experimenta Lagos desde una izquierda extrema hacia una socialdemocracia moderada que acepta el libre mercado, y finalmente termina por asumir en lo fundamental el sistema económico del gobierno militar. La mejor prueba de ello sería el discurso del mismo Lagos en 2005 con ocasión de una serie de reformas realizadas a nuestra Constitución. En él, Lagos diría: "Hoy es un gran día para Chile... el nuevo texto constitucional se pone a la altura del espíritu democrático de todos los chilenos". Más aún, según Lagos, desde 2005 "Chile puede mostrar al mundo un texto constitucional que lo hace participar plenamente de las naciones desarrolladas".
Lagos daba así una muestra de madurez política al legitimar, con ajustes, por cierto, el modelo económico y social creado por el gobierno militar y sabiamente mantenido por la Concertación. No es sorpresa que los sectores de izquierda más extremos lo hayan considerado un traidor a su causa y hoy hagan como si la actual Constitución no llevara su firma legitimadora. Por supuesto no es, como insiste esta izquierda radical, que Lagos se haya convertido a lo que se ha mal llamado "neoliberalismo". Lo que ocurrió es que el sentido práctico y madurez política e intelectual llevaron a Lagos, tal como ocurrió a figuras del calibre de Felipe González, Tony Blair y Gerhard Schröder, a reconocer que la era de las ideologías se desplomó junto con el muro de Berlín y que el libre mercado es un instrumento a ser usado en beneficio de las mayorías.
Ideológicamente, las diferencias entre el legado de Lagos y el proyecto de la actual candidata Bachelet son gigantescas. Es cierto que ambos son socialistas, pero mientras el primero aceptó y legitimó, por el bien de Chile, el actual modelo económico, la segunda quiere desecharlo para imponer "otro modelo" en virtud de lo que no parece ser más que un gusto ideológico. Si con Lagos la discusión se daba en el margen, con Bachelet la batalla es por los fundamentos del sistema. Es muy improbable que el Lagos post régimen militar hubiera promovido una aventura refundacional como la que postula Bachelet hoy. Prueba de ello es que él mismo dio por cerrada la transición con las reformas constitucionales del año 2005.
Por supuesto, nada de esto significa que el gobierno de Lagos no sea criticable en muchos frentes o que no haya diferencias importantes entre la filosofía económica y social del ex Presidente y entre quienes creen en la libertad como valor fundamental. Lo relevante, más allá de las críticas y las diferencias, es destacar, como muestra Farías, que Lagos personificó el nuevo Chile, ese que había dejado atrás las divisiones ideológicas radicales para construir un consenso básico en torno a un proyecto económico y social que probó ser exitoso para el país. Es ese consenso el que se ha puesto en jaque con Bachelet y sus asesores, cuyo proyecto radicalizado constituye un ataque a la médula del legado de Lagos: a saber, el nuevo Chile.
Es de esperar que la izquierda sensata que encarnó la figura de Lagos en su momento despierte de los cantos de sirena de los igualitaristas radicales y recupere su gravitación, pues pocas cosas han probado ser más peligrosas para Chile que la combinación entre una centroderecha sin carácter y una izquierda radicalizada.
La tesis central de Farías es que Lagos, el político más relevante e intelectualmente más preparado de la centroizquierda chilena en el último medio siglo no solo selló la transición del viejo al nuevo Chile, sino que la encarnó personalmente. Rescatando documentos inéditos, Farías recuerda las raíces marxista-leninistas del pensamiento de Lagos, su proyecto de crear un sistema de educación superior siguiendo el modelo cubano y su propuesta de estatizar todos los medios de producción para terminar con la concentración económica en el país.
La parte más interesante, sin embargo, es la evolución que experimenta Lagos desde una izquierda extrema hacia una socialdemocracia moderada que acepta el libre mercado, y finalmente termina por asumir en lo fundamental el sistema económico del gobierno militar. La mejor prueba de ello sería el discurso del mismo Lagos en 2005 con ocasión de una serie de reformas realizadas a nuestra Constitución. En él, Lagos diría: "Hoy es un gran día para Chile... el nuevo texto constitucional se pone a la altura del espíritu democrático de todos los chilenos". Más aún, según Lagos, desde 2005 "Chile puede mostrar al mundo un texto constitucional que lo hace participar plenamente de las naciones desarrolladas".
Lagos daba así una muestra de madurez política al legitimar, con ajustes, por cierto, el modelo económico y social creado por el gobierno militar y sabiamente mantenido por la Concertación. No es sorpresa que los sectores de izquierda más extremos lo hayan considerado un traidor a su causa y hoy hagan como si la actual Constitución no llevara su firma legitimadora. Por supuesto no es, como insiste esta izquierda radical, que Lagos se haya convertido a lo que se ha mal llamado "neoliberalismo". Lo que ocurrió es que el sentido práctico y madurez política e intelectual llevaron a Lagos, tal como ocurrió a figuras del calibre de Felipe González, Tony Blair y Gerhard Schröder, a reconocer que la era de las ideologías se desplomó junto con el muro de Berlín y que el libre mercado es un instrumento a ser usado en beneficio de las mayorías.
Ideológicamente, las diferencias entre el legado de Lagos y el proyecto de la actual candidata Bachelet son gigantescas. Es cierto que ambos son socialistas, pero mientras el primero aceptó y legitimó, por el bien de Chile, el actual modelo económico, la segunda quiere desecharlo para imponer "otro modelo" en virtud de lo que no parece ser más que un gusto ideológico. Si con Lagos la discusión se daba en el margen, con Bachelet la batalla es por los fundamentos del sistema. Es muy improbable que el Lagos post régimen militar hubiera promovido una aventura refundacional como la que postula Bachelet hoy. Prueba de ello es que él mismo dio por cerrada la transición con las reformas constitucionales del año 2005.
Por supuesto, nada de esto significa que el gobierno de Lagos no sea criticable en muchos frentes o que no haya diferencias importantes entre la filosofía económica y social del ex Presidente y entre quienes creen en la libertad como valor fundamental. Lo relevante, más allá de las críticas y las diferencias, es destacar, como muestra Farías, que Lagos personificó el nuevo Chile, ese que había dejado atrás las divisiones ideológicas radicales para construir un consenso básico en torno a un proyecto económico y social que probó ser exitoso para el país. Es ese consenso el que se ha puesto en jaque con Bachelet y sus asesores, cuyo proyecto radicalizado constituye un ataque a la médula del legado de Lagos: a saber, el nuevo Chile.
Es de esperar que la izquierda sensata que encarnó la figura de Lagos en su momento despierte de los cantos de sirena de los igualitaristas radicales y recupere su gravitación, pues pocas cosas han probado ser más peligrosas para Chile que la combinación entre una centroderecha sin carácter y una izquierda radicalizada.
Fuente:EMOL
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
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