Marielys Zambrano / Costa Oriental del Lago
Hay símbolos por todas partes. Los signos del zodiaco están pintados circularmente en el techo del espacio donde se reúnen, cada martes, a las siete de la noche, los integrantes de la Logia Masónica Ricaurte Número 82, desde hace 83 años.
La edificaron donde otrora funcionaba el primer cementerio de Cabimas, Costa Oriental del Lago. Hoy día es una de las 132 logias activas en el país de las 245 que alguna vez funcionaron. Seis son zulianas.
En 'Ricaurte' suman esfuerzos para unirse a la cadena de hermandad, con buena parte de hombres influyentes, que en Venezuela abraza los dos millones de miembros.
En esa Logia, generalmente con las puertas cerradas, dos enormes columnas dan la bienvenida al salón, con dos piedras en sus bases, una "bruta" y otra trabajada, perfectamente pulida, que simbolizan el hombre que entra y el que sale renovado.
Hay sillas de madera que dispusieron ordenadamente dejando la vista directa al trono, donde se sienta el masón con el más alto rango, porque ellos tienen escalafones de jerarquización masónica dentro de la Logia y van en este orden: del uno al tres (simbólico), del cuatro al 18 (capitular), del 19 al 30 (filosófico) y los administrativos del 31 al 33, siendo este último el mayor.
El masón de más alto rango o maestro venerable tiene un cáliz que es una calavera. Se ven espadas dispuestas en una esquina, con las puntas curtidas, un sol, una luna pintados, una cadeneta que bordea todo el techo y representa la unión de los hermanos.
Una Biblia abierta en el centro, sobre la cual juran que no dirán nada de lo que pase allí cada martes. Y debajo de esa Biblia está una réplica de la espada de Bolívar, con su funda, flanqueada por cirios que encienden en las reuniones. Tres prendidos si es reunión de aprendices (recién iniciados), cinco para compañeros (grado intermedio de aprendizaje) y nueve para maestros (los que participan activamente en la Logia y masonería), tal y como los toques de la puerta para anunciar quien entra: cinco, tres y nueve.
Se visten adentro acicaladamente. Usan gorros, madiles —una especie de delantal—, puños de venerables, collarines, bandas de jerarquía y mucho negro para los servicios especiales.
Hay una puerta detrás de ese salón, oculta, donde solo entran los maestros masones, la cual, está tapada por estandartes. Hurgar adentro, el visitante se encuentra con las paredes totalmente negras, tienen calaveras blancas pintadas, hay sillas rojas y negras para el desarrollo de las sesiones.
El calor adentro sofoca a mares. Se distinguen ventanas que fueron selladas con cemento, incluso tienen un protector de hierro interior, para evitar cualquier intromisión, por demás imposible de afuera. También están dos vasijas, como para verter líquidos, redondas, perfectas, de aluminio.
Alguien —lo reservo— dijo del sitio: "Se sienten espíritus allí. Una brisa".
Uno de los masones de esa logia explica: "Las calaveras son un simbolismo para nosotros. Es la señal de cómo quedará el cuerpo cuando muramos. No es nada malo. No somos ningunos satánicos".
Arriba de esa área está el salón de fiestas, con capacidad para 200 personas, donde hace poco los 70 masones de la logia, sus familias y un puñado de profanos invitados, acudieron a disfrutar de un show con Denis Hernández, una rondalla y bailaron al son de una velada diferente.
Pero más abajo hay un sótano cerrado, con candados por fuera, que no abren. "A veces los hermanos acuden allí para reflexionar", dice Carlos Soler, masón grado 31, con 25 años en la Logia Ricaurte, de los cuales 20 tiene como secretario.
Ese "club" es el mismo al que han pertenecido los hombres más poderosos del mundo: casi todos los presidentes de Estados Unidos, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Buzz Aldrin, Napoleón Bonaparte, Winston Churchill, el escritor Víctor Hugo, el mago Houdini, el descubridor de la penicilina Alexander Fleming, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Andrés Eloy Blanco, Rafael Urdaneta, José Félix Ribas, José Antonio Páez, entre un listado enorme de gente poderosa en cada ciudad o pueblo.
Hasta el actual mandatario norteamericano es masón del más alto rango.
"Nosotros estamos abiertos al público que quiera conocernos. Si tienen dudas acerca de la masonería y quieren derribar mitos, les explicaré, hasta donde pueda. Somos discretos, pero no somos ningunos satánicos", afirma Carlos.
Será esa discreción la que ha levantado un misticismo que solo ahora tratan de corregir abriendo un poco más esas puertas que desde sus orígenes como grupo estuvieron cerradas.
Un comienzo por demás impreciso, repleto de disidencias.
Una de las teorías más sonadas atribuye su fundación a Hiram Abif, la mente brillante creadora del templo del hombre más sabio del mundo para la época, Salomón, mientras que otras versiones relacionan sus inicios a los gremios de constructores medievales, o los constructores de las Pirámides de Egipto.
Lo cierto es que, la relación de la masonería con los albañiles constructores en su origen es el único punto en común de todos, y de allí parte su vasta simbología, como la escuadra y el compás, visto en cada puerta del templo, en cada sello, como principal símbolo de su comunidad.
La ola de dudas ante las escenografías en templos, los signos y símbolos usados, serán despejados por Carlos.
"Los masones somos como un "gobierno chiquito", una sociedad pequeña, una hermandad. No es una religión porque cada miembro tiene su creencia religiosa (hay masones católicos, cristianos, menos ateos). Tener parientes (postizos) en todo el mundo nos permitirá ayudarnos. Por eso somos cuidadosos de quienes entran al grupo, cuyos pasos previos pasan por la lupa policial de aprobación", explica.
De allí viene el lenguaje de señas, toques, saludos, firmas, que es conocido solo por ellos, para identificarse como un hombre libre y de buena costumbre, único requisito que exigen para integrarse.
"No queremos que algún delincuente se cuele y se aproveche para pedir favores", dice.
El emblemático saludo entre Bolívar y Morillo, petrificado en una estatuta en Santa Ana de Trujillo, contiene los siete puntos exactos de un masón en el saludo, de los cuales solo se conocen tres: el toque en el antebrazo, la mano en la espalda y el toque de sus rodillas. Será la colocación de tres puntos en la firma otra señal de masonería, insuficientes elementos que trascendieron entre el profano, y que solo representan un ápice de todo el bagaje simbólico para distinguirse.
Pero ¿por qué atesoran ese lenguaje influyente?
"A quién tenemos en el Hospital de Cabimas", pregunta un hermano por el hilo telefónico para pedir un favor.
"A Danilo Modest. Es de los nuestros", le responden, mientras le dan de inmediato el número de contacto para que estos desconocidos se hablen en señas, comprueben su hermandad, se saluden como entrañables y se active la colaboración porque son solidarios entre ellos.
Una paradoja, porque aunque en la Logia solo es aceptado el trato como querido hermano, los títulos dejados afuera como señal de humildad serán los que sirvan para las conexiones con el poder. Y los masones siempre están conectados con el poder, asunto que ha descrestado a los curiosos por años.
Ello seguirá sucediendo porque sencillamente los hombres influyentes de Logias invitarán a sus amigos poderosos a unirse, entramando la conveniente red.
Así es su sistema de inclusión. Para ingresar a las reuniones deben ir convidados por amigos pertenecientes a la masonería; solo unos pocos llegan por cuenta propia.
El mismo Carlos cuenta que en una ocasión debía efectuar trámites en Caracas. En el avión se topó con un masón que lo identificó de inmediato. Era hombre del alto mando militar. Lo alojó en su casa, hizo contactos para que lo ayudaran y se trataron como hermanos.
"Eso es lo grande de la masonería. Tenemos hermanos por todas partes".
No en vano esa organización de parientes con sangre distinta, influyentes, ha trascendido como una red poderosa que preserva sus señas para evitar infiltrados.
"Somos una sociedad. Alguien te invita para entrar o simplemente te acercas. En nuestras reuniones de los martes no ingresan mujeres, aunque ellas sí participan de nuestras actividades sociales o tenidas blancas —eventos especiales abiertos al público—".
Si las "faldas" quieren ingresar a la masonería como activistas deberán integrarse a las Logias de Adopción, un esquema aparte, creado solo para mujeres y activo desde 1953 en Venezuela, pero que, en Cabimas, todavía está en sueños.
Lo que ese grupo de hombres habla los martes no saldrá de esas paredes —que lucen asfixiantes, sin ventanas—, pues así lo han establecido bajo juramento.
"Ojo, no somos conspiradores. ¿De qué hablamos? Bueno, nosotros trabajamos con ritos que nacen en cada región. Son muchísimos. Aquí tenemos el rito escocés. También hablamos de filosofía, legislaciones. Pero no se trata de nada irregular. Somos discretos porque lo que se habla adentro del templo no tiene por qué saberlo el que está afuera. Los profanos que ingresan a la masonería para averiguar, no duran", agrega Carlos.
Aunque abrieron sus puertas, ese silencio sepulcral en templos seguirá encendiendo la curiosidad activa por siglos.
FUENTE: http://www.panorama.com.ve/portal/app/push/noticia80117.php
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