22 DE ABRIL Hacia la VI República francesa
La Francia excepcional de la V República puede tener los días contados, pero la VI, si llega a nacer tras la segunda vuelta de las presidenciales del 6 de mayo y de las legislativas del 10 y 17 de junio, sigue siendo un enigma. «Estas elecciones pondrán fin a más de 30 años de política dominada por el viejo sistema», asegura Oliver Duhamel, profesor en Sciences Po, al 'Washington Post'. «Los franceses saben que no pueden seguir como están, con más paro y menos crecimiento que el resto del mundo». El paro sigue por encima del 8,5% y el Producto Interior Bruto (PIB) está creciendo un 2,2%, casi un punto menos que el promedio de la UE.
Nicolas Sarkozy, candidato de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), promete una ruptura tranquila. La socialista Ségolène Royal (PS), una democracia participativa. Y François Bayrou, de la Unión por la Democracia Francesa (UDF), una revolución pacífica. Sin aumentos espectaculares del gasto público (50.000 millones de euros necesitaría Sarkozy, 35.000 millones Royal), sus programas son inviables. Los tres han dejado en segundo plano la política exterior y de defensa, competencias exclusivas del presidente en Francia, de quien dependerá en gran medida, como presidente de la UE en el primer semestre de 2008, el futuro constitucional de la Unión. Tanto Royal como Bayrou defienden abiertamente reformas constitucionales para establecer una VI República en lugar de la creada en 1958 por Charles de Gaulle.
Son los tres candidatos en cabeza en las principales encuestas ante la primera vuelta de las presidenciales del 22 de abril. La del 8 de marzo de la CSA daba a Sarkozy un 26%, a Royal un 25% y a Bayrou un 24%. En cuarto lugar, con un 13-14%, se situaba el sempiterno líder del Frente Nacional (FN), Jean-Marie Le Pen, quien, para sorpresa de casi todos, disputó la segunda vuelta en 2002 a Jacques Chirac. Si se repiten los errores del pasado, su apoyo real rondaría el 20%.
Con una diferencia tan escasa, seis de cada diez franceses todavía indecisos y descontentos tanto con la izquierda como con la derecha, otros ocho candidatos (entre ellos cinco de la izquierda radical, una ecologista, el soberanista De Villiers y un candidato de los cazadores), 12 años de promesas incumplidas de Jacques Chirac y un aumento del 50% del número de votantes registrados en todo el país (en algunas ciudades del 300%), todo es posible. Brice Teintuner, director del prestigioso grupo TNS Sofres, tras la 16ª oleada de su barómetro presidencial, publicada el 23 de marzo, advertía que, a pesar de la niebla, Sarkozy lleva muchas semanas por delante y su gestión como ministro es la que juzga más positivamente la mayor parte de los electores.
El vacilante voto francés
Dorzy, villa de 1.700 habitantes en los valles centrales, es un buen termómetro para medir la temperatura del indeciso y volátil electorado francés. Gaullista con De Gaulle, votó a Giscard en 1974, se pasó a Mitterrand en 1981 y apostó por Chirac en 1995. Por si fuera poco, en 2002 dio un 17% a Le Pen en la primera vuelta, el mismo porcentaje que obtuvo el ultraderechista a nivel nacional, y apoyó masivamente a Chirac en la segunda vuelta con más de un 80%, el porcentaje que le dio la victoria. A pesar de tener un alcalde socialista, hoy se decanta claramente por Sarkozy.
Con su ideario liberal, su programa de firmeza contra la inmigración ilegal, su propuesta de un ministerio de Inmigración y su discurso de orden, el ex ministro del Interior puede arañar votos a Le Pen, mientras Bayrou y el resto de los candidatos restarán votos en la primera vuelta, sobre todo, a Royal, quien, a pesar de ser la primera mujer con posibilidades reales de llegar a la Presidencia de Francia, ni siquiera tiene garantizado más voto femenino que sus adversarios. Al contrario, la mayor parte de las mujeres no se fía de ella.
Si los suburbios votan en masa, en unas elecciones muy ajustadas pueden decidir el resultado en contra de Sarkozy, a quien sus rivales recuerdan cada día sus insultos—«escoria y basura que hay limpiar»— contra los jóvenes incendiarios en el otoño de 2005. Como Ifop, muchos observadores creen que, si el centrista Bayrou (candidato por cuarta vez, 55 años, seis hijos, 10 nietos, hijo de agricultores de los Pirineos y ministro de Educación con Balladur en los 90) logra pasar a la segunda vuelta, tiene posibilidades de derrotar a Sarkozy y casi la seguridad de derrotar a Royal.
Si Chirac recibió un país con paro elevado, deuda creciente, un electorado confuso y desencantado, temeroso de la globalización y de la ampliación europea, deja a su sucesor—gane quien gane, pertenece a una nueva generación— un país con casi un 9% de paro, cerca de un 70% del PIB de deuda pública, un déficit en la seguridad social que sobrepasará los mil millones de euros en 2009 y más incertidumbre que en 1995.
Consecuencia de todo ello es una pérdida acelerada de competitividad. Entre 1999 y 2006 las exportaciones de Francia fuera de la UE cayeron un 18%, mientras las de Alemania aumentaron un 15%. Tal vez por ello, Bayrou, el tercer hombre que en un mes ha roto todas las estrategias de esta campaña, propone superar la vieja división entre izquierda y derecha, y, siguiendo el ejemplo de los alemanes, formar una gran coalición que haga posible una nueva Francia.
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