L a campaña de Barack Obama tiene características muy interesantes. Internamente, su candidatura es la expresión del cambio social y generacional en Estados Unidos. Internacionalmente, intenta restablecer el prestigio de su país. El candidato no representa a la comunidad negra, sino a la crecientemente mestiza de ese país. Con una población de 310 millones de personas, entre las que hay alrededor de 40 millones de habitantes de origen latino, unos 12 millones de asiáticos y cerca de 38 millones de negros, Estados Unidos ya no es el 'país blanco anglosajón' de antes. La sociedad estadounidense es mestiza y mayoritariamente joven, como el candidato.
Gran parte de los mestizos viven fuertes contradicciones: si bien muchos millones tienen trabajo, especialmente si han inmigrado desde países en crisis, a la vez se ven seriamente afectados por problemas como la precariedad laboral, el desempleo y la amenaza del mismo, la ausencia de un servicio público de salud y la falta de acceso futuro a puestos medios y altos en la escala laboral.
John Kerry, el candidato demócrata que perdió en 2004, representaba por edad y extracción social a la elite del Este, al igual que George W. Bush a la del Sur, que han dominado en casi todos los casos el acceso al Congreso y la Casa Blanca durante décadas. Obama proviene de una mezcla de razas y religiones, de un padre inmigrante y, a la vez, encarna el mito americano del hombre que con esfuerzo se hace a sí mismo, algo que ni Bush ni Kerry podían mostrar. De ahí que simbolice la síntesis: el mestizo que puede llegar a la máxima representación pública, la Casa Blanca.
Hace medio siglo, los representantes políticos en Estados Unidos eran blancos y mayoritariamente hombres. Esa representación democrática ha cambiado y es cada vez más multiétnica. Si los años 50 y 60 fueron el gran momento de la lucha por los derechos civiles y la integración contra la segregación, los inicios de nuevo siglo muestran que quienes trabajan, pagan impuestos y sufren empleos muy duros son a la vez 'americanos' y salvadoreños, paquistaníes, haitianos, afganos, chinos o coreanos que quieren estar representados real y simbólicamente.
El candidato republicano John McCain invoca el patriotismo (por haber sido prisionero durante la guerra de Vietnam) pero es, en definitiva, otro hombre de la elite económica gracias a un casamiento muy conveniente. Pero el mayor problema de McCain es que encarna el pasado debido a su edad, a su estilo de hacer política, a que es hombre y blanco y a que no puede desprenderse totalmente de Bush y de su fracaso en Irak. A la vez, frente a Obama no tiene nada novedoso que ofrecer, pero su contraofensiva basada en preguntar si el candidato demócrata, además de ser popular, tiene ideas y capacidades, puede serle de gran utilidad. Obama no tiene asegurada la presidencia.
Una de las claves del candidato demócrata es presentarse como 'postpartidista y postracial', como indican John Gerring y Joshua Yesnowitz en 'Le Monde diplomatique' (abril de 2008). En efecto, después del populismo republicano autoritario de Bush, y tras la lucha con el Partido Demócrata tradicional de centro-derecha encarnado por Hillary y Bill Clinton, este hombre propone regenerar y reconciliar a las dos 'Américas' que durante la última década quedaron enfrentadas: la religiosa y la secular, la guerrera y la pacífica, la liberal y la conservadora, la blanca y la negra-mestiza, la pobre y la rica, la de las costas (Este y Oeste) frente al Centro y el Sur.
bama presenta un programa que se mueve entre la izquierda (por ejemplo, sacar las tropas de Irak y establecer un servicio de salud público) y la derecha (elogio de la economía de libre mercado y apoyo incondicional al Estado de Israel). Esta posición es centrista pero se distancia del centrismo conservador del Partido Demócrata. El postpartidismo ha dado buenos resultados electorales a Álvaro Uribe en Colombia, a Cristina Kirchner en Argentina y a Nicolas Sarkozy en Francia. Todos actuaron desde sus partidos pero con un alto perfil independiente estableciendo puentes hacia otras corrientes y organizaciones políticas.
Internacionalmente, el reciente viaje a Oriente Medio, Afganistán y Europa y el discurso de Berlín mostraron que así como el candidato John F. Kennedy fue el primero en hacer uso de la televisión para ganar a Richard Nixon, Obama es el primer aspirante a la presidencia de Estados Unidos que hace una campaña global para ganar una elección local. En Afganistán se presentó como futuro 'comandante en jefe' de una guerra que allí libra su país pero que todos los gobiernos occidentales definen como decisiva para el mundo.
A los ciudadanos del mundo, Obama les dijo en Berlín que él será diferente de Bush: escuchará, atenderá razones, hasta quizá firme acuerdos como el de Kioto. Pero, cuando anunció «Pueblos del mundo, nuestra hora ha llegado», en realidad estaba indicando a sus compatriotas que votándole se restablecerá el respeto (¿y el liderazgo?) que Estados Unidos perdió gracias a Bush, Irak y las torturas en Abu Ghraib y Guantánamo. Poco después de Berlín, el candidato insistió en que con él se recuperará el respeto por su país. En el futuro veremos si Obama reconoce que el mundo es multipolar y ha cambiado, o si guarda aspiraciones hegemónicas para su país.
ste candidato no puede, sin embargo, ganar la presidencia con ciudadanos globales que no votan, como tampoco solamente con la población mestiza y parte de la negra. Para lograr la Casa Blanca debe obtener votos de ciudadanos urbanos, tanto progresistas como conservadores, y de los blancos de áreas rurales. De ahí que mande señales al sector más duro de la comunidad judía, a las fuerzas armadas y a los sectores conservadores que no quieren una legislación contra la tenencia individual de armas, y a las politizadas comunidades religiosas. Obama y su equipo saben que su proyecto de unificación postpartidista y postracial podría verse frustrado. El populismo republicano ha logrado, desde la presidencia de Ronald Reagan, que una parte de la clase trabajadora vote en contra de sus propios intereses.
No se sabe si los mensajes de Obama son sólo publicidad o si supondrán un cambio real. En todo caso, las fuerzas económicas, financieras, legislativas, militares, religiosas y mediáticas de Estados Unidos no se contrarrestarán sólo con lemas como 'Sí podemos', sino con un programa de reforma, alianzas para protegerse y luchas muy duras. A la vez, con Europa girando a la derecha y en medio de una crisis económica, no está claro que, además de las 200.000 personas en Berlín, los gobernantes europeos quieran un presidente estadounidense tan decidido a cambiar tantas cosas.
Su discurso en Alemania marcará un punto de referencia para ver si era ingenuo, si tenía una estrategia de cambio o era un vendedor de ilusiones. Desde el desarme nuclear hasta la resolución del conflicto palestino-israelí, pasando por la crisis en Darfur y el cambio climático, el candidato propone un pacto tácito entre Estados Unidos y Europa para solucionar todos estos problemas, y una alta dosis de voluntad de cambio en su propio país. ¿Será el mestizaje el motor del cambio en Estados Unidos?