MEJOR AIRE
Eugenio Tironi
"La contaminación devora Santiago de Chile", titulaba hace algunos días el diario madrileño "El País". Se refería, por cierto, a la ola de esmog que nubla el cielo santiaguino. El fenómeno atmosférico aún está ahí, pero el aire que se respira en el mundo político parece haberse limpiado un poco después del discurso de la Presidenta Bachelet el 21 de mayo.
Haciendo caso omiso de quienes le plantearon disyuntivas dramáticas, la Presidenta ratificó los lineamientos básicos de su Gobierno: crecimiento económico, con fuerte énfasis en la difusión del emprendimiento y la innovación, y equidad social, por la vía de mejorar la calidad de la educación y ampliar la red universal de protección para los más vulnerables, a través del acceso a una previsión básica.
Del mismo modo, pasó por alto la exhortación a un nuevo "big bang" en el campo del transporte público -como lo sería su "estatización"-, y ratificó el camino incrementalista por el que está avanzando el ministro Cortázar.
En suma, el 21 de mayo mostró a un Gobierno que sabe adónde va y que mantiene su rumbo, más allá de las turbulencias y de los reclamos de algunos tripulantes. Esto limpia el aire y da tranquilidad a la población. Nadie podría argüir que rebajar la regla del superávit fiscal e inyectar más recursos a la educación sea una concesión "populista", que encamina al Gobierno en una pendiente incierta. Se trata de una decisión técnicamente sostenible (de hecho, fue recomendada desde hace meses por expertos de todos los sectores) y, al mismo tiempo, económica y éticamente insoslayable para dar un salto en competitividad y equidad.
El hecho de que los partidos y parlamentarios de la Concertación se hayan plegado a los anuncios presidenciales ha contribuido, y mucho, a la descontaminación del ambiente político. Al Gobierno le corresponde mantener la iniciativa para preservar y profundizar este clima de entendimiento. Debe asumir que, si en 2006 tuvo que enfrentar la "rebelión de los pingüinos", con estudiantes que querían participación en las reformas para mejorar la calidad de la educación, en 2007 enfrentó una movilización no menor, la "rebelión de los zorros": parlamentarios que no andan en manadas, sino solitariamente; que carecen de fidelidades preestablecidas con sus partidos o el Gobierno, y que no están preocupados de proteger territorios ideológicos, sino de salvaguardar sus intereses. Los cuadros gubernamentales, en todos los niveles, deben cultivar las llamadas habilidades "blandas" (empatía, comunicación, flexibilidad) para hacer frente a los "zorros"; y, tal como lo hizo con los "pingüinos", el Ejecutivo debe abrir más espacios de participación a los parlamentarios, que desean un papel activo en el diseño de las políticas públicas.
¿Qué hará ahora la oposición? Con mucha astucia, el ministro Viera-Gallo le ha propuesto un "pacto legislativo" para sacar adelante medidas que despiertan un obvio aprecio popular. Esto la pone en una disyuntiva. Si lo rechaza, será acusada de contribuir a un clima contaminado, que irrita a la gente; y si lo acepta, estaría haciendo algo que para muchos es una pesadilla: favorecer a Sebastián Piñera, quien, así como trata de ubicarse por encima de la UC y de Colo-Colo -que, desgraciadamente para él, se enfrentaron el domingo-, busca erguirse también por encima de la Alianza y de la Concertación, y levantarse como el "gran hacedor".
Ni para el Gobierno ni para la oposición las cosas son fáciles, pero la población no pierde la esperanza de que le ayuden a respirar un mejor aire.
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