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jueves, septiembre 01, 2011

Jorge Alessandri Rodríguez

Jorge Alessandri Rodríguez


Arturo Alessandri B.

Ayer 31 de agosto, hace 25 años, falleció en Santiago don Jorge Alessandri Rodríguez, hijo de don Arturo Alessandri Palma. Diputado, ministro de Hacienda, senador y Presidente de la República, su gobierno se caracterizó por la realización de innumerables obras públicas.

El DFL 2, dictado a principios de su gobierno, permitió a millones de chilenos acceder a una casa digna. Fueron miles las construcciones amparadas por este Decreto Ley, que favoreció a aquellos que más lo necesitaban en materia habitacional.

Tuvo que hacer frente al terremoto más fuerte que registra la historia mundial y cuyos destrozos fueron rápidamente superados gracias a una eficiente labor de los organismos involucrados.

Unió Arica con Puerto Montt por una carretera pavimentada, construyendo los tramos La Serena-Arica y Linares-Puerto Montt con una visión de futuro, ya que se dejó el espacio para la doble vía, que más tarde se construyó bajo el régimen de concesiones.

Logró realizar el Campeonato Mundial de Fútbol en 1962, ampliando la capacidad del Estadio Nacional, construido por su padre, de sesenta a ochenta mil personas (hoy día caben sólo cuarenta y siete mil) y se edificó, además, la Villa Olímpica.

Terminó la construcción del gran hospital de Antofagasta, que había iniciado su predecesor, e inauguró, en medio de un homenaje pocas veces visto, el estadio de Antofagasta.

Reconstruyó el camino entre Casablanca y Valparaíso; comenzó la pavimentación de la ruta entre Villarrica y Pucón, que sólo se terminó cuando vino al país la reina Isabel II de Inglaterra, varios años más tarde.

Como empresario fue señero en sus actuaciones, especialmente desde la presidencia de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, "su querida manufacturera", como él la llamaba, y que llevó a un desarrollo extraordinario. En las empresas que de esta compañía dependían, estableció por primera vez el sistema de la semana corrida, que más tarde se transformaría en ley.

Fue, además, presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, que con entusiasmo y fuerza defendió a la empresa privada, sin perjuicio de señalar la función social que allá desempeñaba y los beneficios a los que los trabajadores debían acceder.

Era un hombre de aspecto adusto pero de finos rasgos faciales; de gran presencia física. Austero en extremo en su vida privada y pública, especialmente como Presidente de la República. Durante su mandato las recepciones en La Moneda se redujeron al mínimo indispensable, generalmente cuando venía algún dignatario extranjero. A sus familiares los invitó a una comida al principio de su gobierno, advirtiéndoles que sería la única vez que ello tendría lugar. Mientras fue Presidente continuó viviendo en su departamento cerca de la Plaza de Armas, y recorría a pie el camino entre su domicilio y La Moneda, prohibiendo presencia policial que lo acompañara.

A fines de los años veinte sufrió el exilio junto con sus padres, y a su regreso nunca más volvió a Europa. Era amante de las cosas elegantes y hermosas, tanto así, que en sus instrucciones expresó que el ataúd que se usara en su muerte debía ser de buen gusto. Era muy apegado a su madre, porque su carácter lo inclinaba más hacia ella, ya que su padre era más duro e impuso una muy estricta disciplina a todos sus hijos. Su muerte en 1936, lo afectó profundamente. Lo mismo que la de su hermano Arturo, en plena campaña presidencial de 1970.

Como lo calificó un admirador suyo, era un verdadero Lorenzo, El Magnífico, Médici, por su aspecto, por su inteligencia y por sus obras, que hasta hoy perduran. Además de un profundo sentido social, don Jorge Alessandri Rodríguez tenía una inteligencia brillante: fue uno de los mejores alumnos de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile.

Como diputado, elaboró e impulsó una ley de pavimentación de Santiago, que establecía un impuesto a las propiedades, para emitir bonos con los que se financió una gran parte de la pavimentación del entonces centro de Santiago.

Como hombre de su tiempo, era más bien estatista en muchos aspectos, porque estimaba que el Estado debía preocuparse de muchas materias, especialmente de protección social. Por eso, no concordó con don Miguel Kast, que en aquella época le expuso su plan de privatizar la seguridad social, mediante la creación de las AFP, sistema que ha probado ser mucho más eficiente y justo que los antiguos sistemas de seguridad social, mediante las respectivas cajas que regían hasta el gobierno militar. Su patriotismo lo impulsó a formar parte del Consejo de Estado que creó ese gobierno, y luchó incansablemente para transformar las actas constitucionales que dictó el gobierno militar en una nueva Constitución, en la que tuvo una participación muy importante, como presidente del organismo. Fue inclaudicable en establecer que las expropiaciones debían pagarse al contado para evitar los abusos de la Ley de Reforma Agraria de los años sesenta, en que una parte considerable se pagaba en bonos, que se desvalorizaban constantemente debido a la inflación.

Se preocupó de dejar en claro que cualquier iniciativa de gasto público debía venir del gobierno, para evitar la irresponsabilidad que rigió en tiempos antiguos, en que el Congreso aprobaba gastos sin señalar los recursos. Como algunos temas de la Constitución fueron modificados sin su conocimiento, presentó su renuncia, que solamente se hizo efectiva una vez que la nueva Carta Fundamental fuera aprobada en el plebiscito de 1980, evitando manifestar su desacuerdo antes de que éste tuviera lugar. Así son los patriotas.

Su muerte fue tan austera como su vida. Dispuso que sus restos se llevaran de inmediato a la capilla del Cementerio General, que no se hiciera ninguna ceremonia, ni en el Congreso, ni en La Moneda, y que ojalá sus funerales se efectuaran en privado. Así se hizo, permitiéndose, por cierto, la presencia, entre otros, del Presidente de la República, general Augusto Pinochet, y del futuro Presidente, Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Hoy día descansa en paz en el mausoleo de la familia entre su madre, doña Rosa Ester, cuyo onomástico es el 30 de agosto, y su padre, don Arturo, cuyo santo es el 1 de septiembre.


Fuente:emol

Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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