La incierta dimensión del cambio de gabinete que prepara Piñera
Golpeado por el panorama político, el presidente se decidió a realizar una reestructuración de su equipo, donde lo más determinante es la probable salida del titular de Interior, Rodrigo Hinzpeter.
Por Blanca Arthur
Cuando el lunes retome sus actividades el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, es posible que el panorama, o esté aclarado, o comience a delinearse con más certeza cuál será la dimensión de los cambios que se están preparando en el gobierno.
Cuentan en su entorno que la decisión de partir una semana de vacaciones al Caribe, a pesar del complicado panorama político que enfrenta el país, la tomó para reflexionar acerca de su situación, lo que se entendió como un indicio de que podría estar dispuesto a abandonar el cargo. Incluso en círculos de palacio se comenta que le habría manifestado al presidente Sebastián Piñera, que si lo consideraba necesario, prescindiera de él.
Las características que adquirió el cuadro político últimamente, han golpeado al mandatario, quién aun cuando se resiste a asumirlo, sabe que se llegó a un punto que se requiere un golpe de timón.
Pero realizar una reestructuración importante en su gabinete, no es una decisión que le resulte fácil, menos si ésta implica que su hombre más cercano abandone el cargo.
Cuál sea la determinación final, existe coincidencia en que lo que ocurra con Hinzpeter será un importante indicador de lo que está dispuesto a hacer el presidente para enfrentar una crisis que escapó a todos sus cálculos.
Las cuentas de Hinzpeter
Nadie afirma con certeza que la partida del titular de Interior está absolutamente resuelta, pero todos los indicios apuntan a que será casi imposible tanto para él, como para Piñera, que continúe, sobre todo frente al consenso de que la gran falla del gobierno ha estado en la conducción política.
En ese contexto, juega en contra de la permanencia de Hinzpeter que nunca tomó la opción de asumir un papel más político como el que le correspondía en su calidad de jefe de gabinete, sino que prefirió abocarse, casi por completo, a enfrentar los temas de seguridad, como el combate a la delincuencia.
La prueba más clara de que se resistía a ejercer ese rol, es que aun cuando hace un mes el propio Piñera le encomendó expresamente que ejerciera la función de coordinador político, el ministro se limitó a acudir en un par de oportunidades al Congreso, donde no asumió el liderazgo que se esperaba para articular acuerdos que pudieran sacar al gobierno de los problemas en que estaba con importantes proyectos entrampados. Tampoco Hinzpeter jugó un papel frente al conflicto estudiantil, sin advertir su magnitud, ni colaborar con el ministro de Educación, Joaquín Lavín, en sus intentos por desactivarlo.
La ausencia del titular de Interior en los momentos más difíciles del gobierno, significó que las críticas que había expresado con especial fuerza la UDI, terminaran siendo compartidas por importantes personeros de Renovación Nacional, muchos de los cuales decidieron no seguir defendiendo una gestión que, al menos en lo político, reconocen que ha sido deficiente.
Con un diagnóstico generalizado de que se requiere potenciar la conducción política, se instaló, incluso entre sus cercanos, la percepción de que su permanencia parece prácticamente insostenible, sobre todo cuando tampoco en el tema de la delincuencia puede exhibir logros importantes, como lo confirmaría en estos días el informe de Paz Ciudadana.
Pero como ocurre con los cambios de gabinete, nada está dicho hasta el momento mismo en que se anuncian, donde lo único que está claro es que éste se producirá, pero no cuál será su real magnitud.
Resistencia presidencial
Es reconocida la inclinación de Piñera a no realizar cambios en su equipo, ni tampoco menos a modificar su forma de gobernar, como lo demostró cuando se resistía a aceptar que el diseño original de su gabinete técnico-empresarial, no cumplía todas las expectativas, básicamente por las serias deficiencias en la gestión política.
Fue necesario que ocurrieran situaciones como el estallido en Magallanes por el alza del gas, para que entendiera que era necesario fortalecer políticamente al gabinete. Fue lo que sucedió con el ingreso, tanto de Andrés Allamand, como de Evelyn Matthei, pero el panorama en nada mejoró, básicamente, porque no los incorporó a ninguna instancia política en la que pudieran aportar su experiencia.
Conociendo la dificultad de Piñera para delegar o compartir el poder, en los círculos políticos no desestiman que, aun si se decide a realizar un cambio potente, éste podría no conseguir los efectos esperados si es que no se modifica el estilo de gobernar.
Es lo que puede ocurrir incluso si hace una cirugía mayor al corazón del gobierno, cambiando no sólo al ministro del Interior, sino a todo el equipo de La Moneda, pero en un contexto en que no los empodere lo suficiente como para enfrentar adecuadamente la situación de crisis en que genera el cambio.
Cambios en La Moneda
Cuando todo indica que la reestructuración ministerial apuntará básicamente al equipo político, todas las miradas apuntan a detectar quiénes serán sus sucesores, donde el caso que genera más expectación es del jefe de gabinete.
Considerando que si Piñera toma la dura decisión de sacar a Hinzpeter es porque admite que falló la conducción política, sabe que en su reemplazo debe poner a una figura potente, con capacidad articuladora como es lo que se necesita.
Para ello no son muchas las cartas con que cuenta.
Luego de que se supiera de las intensas reuniones que sostuvo en su viaje a México con el senador de la UDI, Pablo Longueira, no se descartó que pudiera estar pensando en hacer una apuesta de la magnitud de ponerlo en Interior, fundamentalmente por la capacidad que le reconoce para enfrentar estratégicamente las situaciones difíciles.
Pero tanto en el entorno presidencial, como del parlamentario, existe la percepción que difícilmente Piñera haría una jugada tan audaz, en parte porque no comparte en toda su dimensión el oscuro diagnóstico del parlamentario respecto al gobierno, pero sobre todo, por el temor a que si éste intenta imponer siempre su criterio, la situación termine en un conflicto que, en lugar de solucionar la crisis política, termine agravándola.
En contra de la posibilidad de que Longueira aterrice en La Moneda, juega también la complicación que es para el presidente seguir recurriendo a los senadores oficialistas para reforzar su gobierno. En parte porque sabe que en caso de recurrir a su eterno contendor de la UDI, no podría sino hacer lo mismo con uno de sus más cercanos, como es el RN, Alberto Espina, quien en la oportunidad pasada, cuando nominó a Allamand y Matthei, no ocultó su sentimiento de ser el único de la antigua "patrulla juvenil" fuera del ministerio.
Es por eso que cuando se ha planteado la opción de Longueira, los rumores apuntan a que Espina podría ser el reemplazante del actual titular de la Secretaría General de la Presidencia, Cristián Larroulet.
Pero la apuesta más general es a que Piñera opte por no incorporar a senadores, porque también pesa el argumento de que no puede debilitar al Senado, considerando que allí no sólo el oficialismo es minoría, sino que es el lugar donde la Concertación ejercer con más fuerza su papel opositor.
En caso de que finalmente su decisión sea ésa, circula que una de las posibilidades es que le pida al político más experimentado que tiene en el gabinete como es Allamand, que asuma el desafío de la jefatura de gabinete, en un enroque que trasladaría a Hinzpeter a Defensa. Pero algunos indican que no es la opción que más le acomoda al presidente, porque no tiene con su actual ministro una relación de confianza, ni tampoco es lo que querría el propio Allamand, por el riesgo de que en un cargo como ése, ponga en riesgo sus aspiraciones presidenciales.
En este contexto, cobra fuerza que Piñera decida realizar el mismo enroque, pero con el ministro de Justicia, Felipe Bulnes, quién pese a no tener una gran experiencia, ha demostrado talento y muñeca política, como se lo reconocen en la Concertación, a lo que se suma un dato fundamental, como es que siempre ha sido un hombre de extrema confianza del presidente.
Pero nada está dicho, porque lo único que parece más claro es que el cambio afectaría básicamente al equipo de La Moneda, donde aparte de Hinzpeter, se da por segura la salida de la vocera Ena von Baer, e incluso como altamente probable la de Larroulet.
Una de las dudas que persisten es si al hacer una reestructuración tan potente como cambiar al equipo político, Piñera aprovecharía la oportunidad de cambiar también a algunos ministros sectoriales, donde contrariamente a lo que se podría suponer, no estaría en sus planes sacar a Lavín, ni tampoco trasladarlo a otra cartera, menos después de que consiguió retomar el diálogo con el Consejo de Rectores.
De tomar la decisión de hacer un ajuste mayor, las versiones apuntan a que cambiaría a aquellos ministros que, sin perjuicio de no haber realizado una mala gestión, ésta no ha sido lucida, ni han sabido transmitir sus logros, que es un tema que obsesiona al presidente.
Lo concreto es que, a estas alturas, nada está completamente definido respecto a cómo Piñera enfrentará la etapa que sabe que demanda el inicio de una nueva forma de gobernar.
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CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
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