Menos delitos y menos presos por Catalina Mertz. |
En 1992, Chile tenía una tasa de 155 reclusos cada 100 mil habitantes; hoy, esta cifra llega a prácticamente el doble y nos ubica en tercer lugar en América Latina (después de Guyana Francesa y Belice). Según algunos, a esta alza le debemos, justamente, el que la delincuencia haya disminuido. En efecto, la victimización en hogares bajó de 43 por ciento en 2003 a 35 por ciento en 2008 (cifra en todo caso comparativamente elevada).
Lamentablemente, no contamos con la información necesaria para poder probar dicha hipótesis -por ejemplo, encuestas a reclusos chilenos sobre la frecuencia con que cometen delitos-. Pero aun si la tuviésemos, apostar al incremento de la población carcelaria como principal instrumento para reducir la victimización sería un grave error. En países que sí cuentan con información como la mencionada se ha comprobado que, incluso sin considerar costos sociales indirectos, los beneficios por la incapacitación que provee la cárcel valen la pena sólo para el caso de personas que delinquen con alta frecuencia o que han cometido delitos graves, que son los menos. En el caso de Chile, a lo anterior habría que sumar, además, los costos sociales de las condiciones inaceptables en las que se encuentra gran parte de la población carcelaria.
Lo anterior no implica, sin embargo, que las políticas de control no deban ser consideradas como una herramienta para la reducción del delito. La prevención social temprana es, con mucho y sin duda, lo más costo-efectivo. Pero también está demostrado que la disuasión general que crean buenas políticas de control puede llevar, de hecho, a la disminución en los delitos y, en consecuencia, de las cargas de trabajo de policías, fiscales, jueces y gendarmes.
Dada la naturaleza humana, lograrlo no exige aumentar las penas, sino la credibilidad en el sistema de control, enfocándose en la inmediatez y rapidez de la respuesta penal ante la comisión de delitos y, sobre todo, en el quebrantamiento de medidas de control. Actualmente, todo indica que en Chile esto no ocurre: a pesar de que no hay datos -lo cual ya indica la ausencia de foco en estas materias-, es sabido, por ejemplo, que las deficiencias en los sistemas de información dificultan la detención de prófugos; que en demasiados casos el cometer hurto-falta con alta frecuencia no aumenta la sanción asociada, y que, por diversos motivos, quebrantar una medida cautelar o una medida alternativa muchas veces no tiene consecuencias.
En este contexto, hoy el desafío radica en avanzar decididamente a la vez en la prevención y en el control del delito, y lograr así lo que todos queremos: menos delitos y menos presos.
Autor: Catalina Mertz
Fuente: EL Mercurio
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