¿Piratas sexys o un problema más de fondo?
Posted: 11 Jul 2009 08:49 AM PDT
TorrentFreak recoge en "EU Commissioner: digital natives see 'piracy' as 'sexy'" una serie de declaraciones de una conferencia de Viviane Reding en las que habla de lo irreconciliable de las posiciones de los usuarios de Internet y de los propietarios de derechos: según la Comisaria de Información de la EU, el problema es cómo solucionar una confrontación abierta entre unos usuarios de Internet que ven el acceso a Internet y a la información que contiene como un derecho fundamental, y unos propietarios de derechos que los califican de ladrones que roban su propiedad intelectual y reclaman el progresivo endurecimiento de las leyes contra ellos.
Según los estudios más recientes citados por Reding, la descarga de contenidos es cada vez más popular, sobre todo entre los jóvenes nativos digitales de 16 a 24 años, a los que califica como de "cimiento de nuestra economía digital, de la innovación y de las oportunidades de crecimiento": un 60% de ellos descargan de la red habitualmente contenidos sujetos a derechos de autor, y un 28% afirman que nunca pagarían por ellos. Entre ellos, la descarga de contenidos de la red es vista cada día más como algo 'sexy', mientras tienden a separarse de un sistema legal que no responde a sus expectativas. La Comisaria se pregunta si estamos haciendo algo por considerar más opciones además de la simple represión, y hasta qué punto estamos mirando este tema desde la perspectiva de un joven de dieciséis años o únicamente desde la de una serie de abogados y profesores de leyes que nacieron y crecieron en plena Era Gutenberg. Además, anima a la industria a proponer nuevas maneras de consumo de contenidos que disuadan a los jóvenes del recurso a otros canales alternativos.
Aunque resulta obviamente positivo ver a una persona de la experiencia de Viviane Reding intentar poner algo de sentido común en un debate que desde hace muchísimo tiempo no va a ninguna parte, mi opinión es que está tratando el problema con un cierto grado de simplismo. En realidad, el desencuentro no proviene de las actitudes de uno y otro lado, sino de un problema más de fondo: la inadecuación de las leyes de propiedad intelectual a un mundo en el que Internet juega un papel central. La cuestión es tan sencilla como que la construcción de toda la arquitectura de la propiedad intelectual y de las industrias edificadas sobre ella depende de un solo concepto central: el de la copia. Mientras tanto, la arquitectura de Internet consiste en hacer copias de los materiales, convertirlos en paquetes, transmitirlos y reagruparlos en el destino, lo que convierte a todo usuario de Internet en un creador impenitente de copias: cada vez que hace clic, una copia una página, de una fotografía, de una canción o de una película se pone en marcha desde un servidor hasta un cliente. Internet es el sistema merced al cual hacemos constantemente copias, sin que nada ni nadie pueda impedirlo. En ese contexto, la industria que una vez tuvo sentido porque era la manera más eficiente de hacer llegar copias de las obras desde los autores hasta sus destinatarios y todo el aparato legal que consagra los derechos exclusivos de algunos a ser quienes hacen esas copias pierde absolutamente todo su sentido.
Nadie quiere que los creadores mueran de hambre o que no sean compensados por su creación. Nadie quiere que la creación muera, y de hecho, desde que en 1997 se empezó a popularizar Napster, la creación artística nunca ha tenido mejor salud. Pero sin duda, tanto la industria como los creadores tendrán que encontrar una métrica distinta a la de unas copias que ahora está a alcance de todo el mundo hacer, y la ley tendrá que adaptarse para recoger esta circunstancia.
No, esta batalla no acabará gracias al desarrollo de nuevas plataformas de contenidos por la industria, ni aunque subvencionemos a EGEDA el desarrollo de engendros como Filmotech con casi dos millones y medio de euros de todos los españoles a golpe de BOE. Esto acabará cuando nos planteemos seriamente la revisión del marco legal de la propiedad intelectual, y su reformulación para hacer depender la remuneración del creador de un concepto diferente al de algo tan absurdo en nuestros tiempos como el número de copias vendidas. Esto se arreglará cuando dejemos de dar importancia a quien hace las copias, y se la demos a quien lleva a cabo la creación, cuando quien crea una obra no tenga que llegar a acuerdos del tipo 90-10 en el reparto de los derechos con una industria que, a día de hoy, no le aporta prácticamente nada y, además, se niega tozudamente a redefinir su cadena de valor con la persistencia de quien tiene acceso privilegiado al legislador. En la superficie, los piratas son cada día más 'sexy'. En el fondo, el marco legal de la propiedad intelectual ha quedado completamente reducido al absurdo. Hay que actuar sobre el fondo, no sobre la superficie.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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