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miércoles, mayo 20, 2009

¿Es la deflación una seria amenaza?


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¿Es la deflación una seria amenaza?

Cuando los ordenadores y los televisores de pantalla plana bajan de precio la mayoría de la gente se alegra. Pero la deflación real, esto es, un descenso generalizado de los precios y de los ingresos, es otra historia. De hecho, la deflación fue uno de los desastres de la Gran Depresión.

Desde que los economistas detectaron ciertas tendencias deflacionistas en Estados Unidos, la mayor parte de Europa y algunas partes de Asia, esta primavera el término ha aparecido en diversas ocasiones en las noticias. ¿Tendremos deflación? Y en caso de tenerla, ¿será realmente grave? Los expertos no acaban de ponerse de acuerdo en relación con la primera cuestión; algunos sostienen que la deflación podría ser generalizada mientras otros insisten que la recuperación económica y los programas de estímulo del gobierno disipan prácticamente toda probabilidad de deflación.

Entre aquellos que creen que la deflación ya ha llegado –o está a las puertas-, pocos esperan que vaya a ser un problema realmente serio. Muchos admiten que sus predicciones podrían ser erróneas, concediendo excesiva importancia a las enormes incertidumbres sobre la situación económica actual; otros parecen estar menos preocupados por la deflación que por un posible repunte de la inflación. "Creo que vamos a evitar la deflación", dice el profesor de Finanzas de Wharton Jeremy J. Siegel señalando que la caída en picado del precio del petróleo y otras materias primas del pasado año ya ha finalizado.

Informes recientes muestran que en Estados Unidos los salarios se están manteniendo; la caída de los salarios es uno de los factores que podría provocar deflación, añade Howard Pack, profesor de Políticas Públicas y Empresa en Wharton.

Japón, Estados Unidos y España han registrado recientemente ligeras caídas en los precios de consumo. Pero todos han sido descensos de menos del 1%; durante los años de la Gran Depresión en Estados Unidos (1929-1933), los precios cayeron casi un 25%. El 11 de mayo, China informaba de una caída del 1,5% en su IPC para abril, lo cual supone el tercer mes consecutivo de descenso en los precios de consumo; los precios al por mayor caían un 6,5%. Pero a la mayoría de los economistas no les asombran estas caídas de los precios y señalan la existencia de otras señales de recuperación económica. Muchos sostienen que dichos descensos eran esperados porque las cifras del año anterior reflejan los altos costes del petróleo y los alimentos.

"La economía está empezando a recuperarse", dice el profesor de Finanzas de Wharton Marshall E. Blume, el cual menciona el bajo ritmo de crecimiento de nuevas prestaciones por desempleo como evidencia de que la deflación no es una amenaza seria. La reciente caída del producto interior bruto (PIB) fue debida principalmente al recorte en la producción a medida que los suministradores echaban mano de los inventarios en lugar de producción nueva, sostiene Blume. Con los inventarios por los suelos, la demanda debería empujar de nuevo los precios al alza.

Otros creen que la deflación es bastante probable. "Me sorprendería que Japón no experimentase ningún problema deflacionario", dice Franklin Allen, profesor de Finanzas y Economía en Wharton. "Creo que es bastante probable en Europa y en Estados Unidos", añadía citando la rápida caída de la inflación. Allen interpreta el descenso en el PIB como una señal de que los fabricantes tienen un "enorme exceso de capacidad", lo cual equivale a un exceso de oferta que puede contribuir a la caída de los precios.

Junto con la caída de la demanda debido al incremento del desempleo, estos factores podrían convertir a la deflación en un serio problema en Estados Unidos y Europa, sostiene Allen.

Mauro F. Guillén, profesor de Gestión Internacional de Wharton, espera una deflación bastante generalizada, pero no cree que vaya a ser realmente seria. La mayoría de las caídas en precios han sido bastante suaves, señala, y los elevadísimos gastos gubernamentales en Estados Unidos y otras partes del mundo al final deberían animar suficientemente la demanda como para que los precios suban.

Algunos informes muestran que los economistas esperan una caída de los índices de precios al consumo –en relación con el año anterior- en los próximos meses en Estados Unidos, el Reino Unido, la zona Euro y Japón. Pero durante una conferencia del 11 de mayo, el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke afirmaba que la amenaza de deflación está "decayendo", aunque añadía que aún debíamos seguir vigilantes.

El círculo vicioso

La caída de precios puede ser, hasta cierto punto, algo bueno. Pero cuando hablamos de una caída generalizada de los precios, los consumidores y las empresas posponen sus compras porque esperan menores precios en el futuro, les preocupa un posible descenso de sus ingresos o no quieren adquirir activos cuyo valor va a bajar. Una menor demanda obliga a su vez a los vendedores a bajar los precios, lo cual nos conduce a un círculo vicioso. "Se retroalimenta y es muy difícil detenerlo una vez se pone en marcha", dice Pack.

La deflación es especialmente grave para aquellos que están endeudados, ya que sus ingresos podrían disminuir, pero no su deuda. El colapso de los precios de la vivienda en Estados Unidos constituye un excelente ejemplo; millones de propietarios han acabado debiendo más que el propio valor de sus viviendas. Incapaces de vender sus casas por una cuantía suficiente como para cancelar sus deudas, los propietarios que pierden su empleo tampoco pueden adquirir una nueva vivienda.

Aunque la deflación fue devastadora durante la Gran Depresión y en los 90 se convirtió en un serio problema para Japón, Pack cree que la amenaza para Estados Unidos y otras economías desarrolladas es limitada, ya que las manufacturas y la agricultura tienen un menor peso relativo que en el pasado. "En Estados Unidos en la actualidad las manufacturas suponen un pequeño porcentaje relativo del gasto", añade. La economía estadounidense está dominada por los servicios, y los salarios constituyen su mayor gasto, explica Pack explicando que es más complicado para los empleadores recortar salarios que para las empresas manufactureras recortar precios.

Blume añade que una de las causas de la Gran Depresión fue la mala gestión del estándar oro, que gobernaba los valores de las divisas. El estándar oro fue abandonado hace bastante tiempo. Otros expertos consideran que los programas de estímulo económico del gobierno deberían mantener a raya la deflación. No obstante, en su vertiente académica Bernanke es un experto en la Gran Depresión y parece estar dispuesto a hacer cualquier cosa para borrar toda sombra de deflación.

Efectivamente, una gran parte de los expertos entrevistados señalaron la inflación como una de sus principales preocupaciones, ya que el dinero inyectado por el gobierno para estimular la economía permite a los consumidores y empresas empujar al alza los precios.

La Reserva Federal ha manifestado claramente su intención de revertir la política monetaria cuando se den las condiciones adecuadas, pero la realidad política podría cruzarse en su camino cuando la lucha contra la inflación obligue a aumentar los tipos de interés, afirma el profesor de Finanzas de Wharton Richard J. Herring. "Cuando sea el momento de subir los tipos de nuevo, seguramente el desempleo todavía esté creciendo", dice. "Si la Reserva Federal sube los tipos en el momento adecuado se encontrará de bruces con la oposición del Congreso y de los acreedores".

El peor escenario sería repetir la excesivamente prolongada política de bajos tipos de principios de esta década, cuando Estados Unidos se recuperaba de la burbuja punto.com, advierte Herring. La "asimetría política" –esto es, la preferencia política por los bajos tipos-, "es parte del motivo por el que ahora nos encontramos en este lío".

En opinión de Guillén, la situación óptima sería un nivel bajo de inflación en lugar de no tener inflación alguna. "La tasa ideal sería una consistente con un crecimiento económico sostenido", afirma. El nivel de inflación óptimo depende de la tasa de crecimiento de la economía, pero normalmente se consideran buenas tasas entre el 3 y el 5%. "Para poder crecer es necesario detectar qué productos o servicios tienen una demanda elevada, y los síntomas de una alta demanda son el crecimiento de los precios". Este mecanismo ayuda a la economía a distribuir su capital eficientemente, ya que los productos y servicios cuyos precios crecen atraen inversión procedente de aquellos cuyos precios caen, señala.

Consumidores y empresas se benefician –hasta cierto punto- del aumento del precio de los activos. Por ejemplo, los propietarios de una vivienda pueden destinar los préstamos hipotecarios al gasto en consumo. "Esto va a estimular el consumo y contribuir al crecimiento económico", dice Guillén. Obviamente, la cosa tampoco puede ir demasiado lejos, señala. La burbuja inmobiliaria de hace unos años proporcionó a los propietarios de viviendas grandes cantidades de dinero para consumo pero tuvo consecuencias negativas cuando la burbuja estalló. "La inflación de los precios de los activos es algo positivo, pero si se convierte en burbuja al final acabará llegando el día del Juicio Final, y eso es exactamente lo que está ocurriendo ahora".

El gobierno federal está luchando contra las tendencias deflacionistas manteniendo bajos los tipos de interés e inyectando dinero en la economía para animar a los consumidores y empresas a gastar. Aunque Guillén cree que esta estrategia al final acabará dando resultado, conseguir una rápida recuperación es tarea bastante complicada.

Estado de la situación: "Extraña".

"En estos momentos, en el corto plazo la situación es muy extraña", observaba Guillén señalando que los individuos y las empresas prefieren destinar el dinero extra al pago de deuda en lugar de gastar. Preocupados por el riesgo de los potenciales acreedores, los bancos han acaparado el dinero de los programas de estímulo del gobierno en lugar de dejarlo prestado, tal y como era la intención del gobierno. "Si no lo dejas prestado, si te lo quedas, entonces no se genera más demanda".

Para la Reserva Federal, ajustar los tipos de interés es "una decisión muy, muy complicada; hay que encontrar el equilibrio perfecto", dice Guillén, ya que un acceso excesivo al dinero puede actuar como detonante de la inflación. En dicho caso, la Reserva Federal probablemente incrementaría los tipos de interés, aunque aumentarlos demasiado supone cerrar el grifo de un dinero que la economía necesita para crecer.

"No nos gusta la situación actual, en la que tenemos deflación y también recesión", dice Guillén. "Nos gustaría que la recesión se transformase en crecimiento económico, y nos gustaría cambiar la deflación por una inflación suave que fuese sostenible con el crecimiento económico".

Preocupada por la deflación tras la explosión de la burbuja punto.com a principios de esta década, en 2003, 2004 y 2005la Reserva Federal mantuvo los intereses bajos, recuerda Richard Marston, profesor de Finanzas y Economía en Wharton. En su opinión, se trató de una reacción desmedida basada en la creencia errónea de que una desaceleración económica estaba empujando los precios a la baja siguiendo un patrón típicamente deflacionario; pero la causa real eran las importaciones baratas de países como China.

Mantener los tipos demasiado bajos durante demasiado tiempo alimentó el boom inmobiliario, lo cual condujo a la crisis financiera, dice Marston. Ahora, los esfuerzos del gobierno para inyectar dinero en la economía deberían preparar el terreno para la recuperación, añade Marston prediciendo que en caso de tener deflación será en todo caso muy moderada.

"Creo que son los consumidores los que van a sacarnos de la recesión", dice Marston. "La mayoría de las familias estadounidenses ha recortado su gasto en consumo, pero no todas han podido hacerlo porque sus ingresos también han caído", dice señalando la preocupación de los consumidores sobre el futuro.

En opinión de Marston, la gente que cuenta con un buen nivel de ingresos aflojará el bolsillo cuando se empiecen a ver señales de recuperación, las cuales ya empiezan a ser evidentes. "Empezarán a salir y a cenar de nuevo en restaurantes. Empezarán de nuevo a comprar ropa, y empezarán a comprar coches … Empiezo a sentirme mucho más optimista".


Publicado el: 20/05/2009


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Saludos
Rodrigo González Fernández
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