La voz de los sin voz
René Martínez Pineda
(Coordinador General del M-PROUES)*
Ensordecedor. Fue el último grito, el último eco, el último golpe. Después, vino el silencio oceánico, cruel
y los gritos inaudibles se perdieron en los puertos pretéritos del alma, porque la voz de los sin voz se había callado para siempre, y desde entonces el amor dejó de ser un gesto universal; y desde entonces los niños de la calle le suplican una caricia a los gatos negros que los dominan; y la gente se refugió en la cotidianidad de sus vidas apagadas, y se convirtió en ese ser amado que "gusta cuando calla, porque está como ausente".
Desde entonces, en este país, todos los días amanece a las 6:30 de la tarde, y toda la gente olvidó cómo hablar, dándole la palabra a las cosas, al olvido. Desde esas 6:30 de la tarde, el mundo fue un lugar menos legítimo y el país un lugar menos humano. Silencio ssshh- para poder oír que no existimos.
Ese silencio obligado en el que quedó la gente, desde las 6:30 de la tarde, la llevó, como estrategia de vida, a la construcción de pírricas rutinas dialógicas para poder manejar su identidad enmudecida, para poder actuar frente a los demás, los otros mudos sostenidos precariamente en el aprendizaje de un lenguaje inocuo, de un verbo baladí, que sólo es capaz de ser usado según los requerimientos adquiridos de forma lineal, como sus vidas son.
Esa vida sin vida, ese hablar sin verbo que dejó la ausencia de la voz de los sin voz, ha estado cimentado en el bloqueo de la comunicación significativa en el individuo (con su privacidad); en las relaciones sociales superfluas mediadas por la mercancía; en la mentira que niega la muerte del pan en el hogar, debido a la represión a la que el espíritu fue sometido a las 6:30 de la tarde, por un poder cuya bruma empieza a disiparse en la alegría del plato nuevo.
Desde las 6:30 de la tarde, la sintaxis y pensamiento del salvadoreño se consolidó como lineal, y sólo pudo entender el paisaje (la totalidad) cuando "el barco (está) sobre la mar, y el caballo en la montaña", tal como lo dibujó García Lorca. Desde las 6:30 de la tarde -desde que la voz de los sin voz dejó de repicar en nuestro campanario- el salvadoreño se encarceló en su último tabú: sentir vergüenza y miedo de hablar.
Desde las 6:30 de la tarde, en que todo el mundo quedó enmudecido al ver desvanecerse el grito en medio de la sangre, fuimos muchos menos para apilar sonrisas y levantar denuncias; fuimos muchos menos ante la mandíbula de la miseria; fuimos muchos menos para matar el hambre; fuimos muchos menos para conquistar la alegría de los zapatos nuevos, porque la voz de los sin voz hizo una pausa forzosa en las frentes intactas de las ancianas; hizo un alto anunciado en los corazones puros de quienes quedaron con su anatomía rota en un basurero o en una foto del diario; tomó un descanso obligado en las manos del compromiso que se gesta en la desesperanza.
Desde las 6.30 de la tarde, todos quedamos mudos, porque la voz de los sin voz (al ser considerada, sociológica y políticamente, como una desviación) fue controlada, fue sometida al mecanismo infalible del control social que enseña a corregir el comportamiento desviado, cuando ha fallado su instrumento más feroz: la socialización, que debe enseñar a "ver, oír y callar".
Por eso, a los niños se les enseña a hablar para después callarlos en la escuela, en la casa, en el cine y, cuando adultos, en la universidad, en el trabajo, en la política, en el dolor.
Con el control social lo que se busca es la disuasión, es decir, usar sentencias irrevocables como ejemplo social para "convencer" a los individuos de "no tocar a Dios con las manos sucias"; para prevenir (según los controladores) delitos futuros. Por eso fue que vivimos unas fatídicas 6:30 de la tarde, porque la certeza del castigo tiene más impacto que la severidad del mismo.
Por eso, a Monseñor Romero -la voz de los sin voz, la opción preferencial por los pobres hecha carne- no lo mataron cuando daba misa (eso fue mera circunstancialidad), lo mataron cuando hablaba, porque hablaba.
Le metieron una bala y ¡buummm! asunto resuelto. Hasta hace unos días, la gente tenía miedo de recordarlo, de emularlo, y el lenguaje tenía miedo de repetir su nombre. Pero, recordarlo es algo más que celebrar vigilias, procesiones y demás actos ecuménicos.
Recordarlo es recuperar la voz; es comer el pan después de haber conocido al panadero; es reconocer que todo lo que nos rodea nos pide a gritos que gritemos; es estar junto a él y él junto a nosotros- para que su palabra perdure, para que su recuerdo dicte la homilía en la misa del domingo, para que su martirio inunde las aulas donde aprendemos el valor, su valor de hombre bueno que no necesitó guardaespaldas ni chalecos blindados.
Por eso, a las 6:30 de la tarde, lo mataron después de "haber suplicado, rogado, ordenado, que cesaran la represión". ¿Fue con una quijada de burro? No. Fue con una bala de todos los calibres, blindada, reforzada para poder utilizarla después con otros; fue un fusil recortado, como la memoria, y fue a las 6:30 de la tarde porque después viene la noche, con todo su silencio, con todos sus temores, con su oscuridad, y para dar la oportunidad de "consultarlo con la almohada".
Fue en el pecho, porque en él se anida simbólicamente el amor y la esperanza; porque desde el pecho sonaban las campanas del último campanero. Sin embargo, el 15 de marzo, la voz de los sin voz supo cómo vencer a la muerte y le dio a su pueblo una esperanza de vida que permita recuperar las blancas alas que los malditos le arrancaron.
Aquí estamos de pie, de nuevo, queriendo oír la voz de los sin voz en la homilía del 1 de junio, para volverte a guardar, Monseñor, en el pecho, y firmar con tu sangre el compromiso de tu opción preferencial por los pobres.
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Editorial
¿En bancarrota el gobierno?
En varias ocasiones, el gobierno presidido por Elías Antonio Saca ha dejado de cancelar los fondos para el subsidio, tanto a las compañías distribuidoras de energía eléctrica, como a las gaseras y buseros.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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