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| Aquí puedes enviar tu comentario acerca de la noticia que estas leyendo | | | En julio, Abigail cumple 18 años, pero no recibirá ningún regalo de parte de su familia. "Es difícil regalarle algo. Si fuera otro año menos complicado, hubiera sido distinto", dice su mamá, Janet Ampuero, despedida hace una semana de Marine Harvest. El 12 de abril llegó a trabajar como todos los días y se encontró con que los portones de la planta de procesamiento estaban cerrados. Los guardias le comunicaron la mala noticia: el lugar ya no seguiría funcionando. Al día siguiente tuvo que firmar su finiquito. "He trabajado toda mi vida en la industria salmonera y ahora prometen reubicarnos en un trabajo donde ganaremos 98 mil pesos al mes, pero yo quiero un salario digno. En la salmonera ganaba 180 ó 220 mil pesos, dependiendo de la producción", explica Janet, que tiene cinco hijos en el colegio y un esposo inhabilitado de trabajar por una enfermedad. Los despidos han afectado a más de 2.500 trabajadores en los últimos tres meses, pero no sólo los que han firmado su finiquito están preocupados. La incertidumbre y el miedo se han extendido a toda la Región de los Lagos. No es para menos, pues la principal fuente de trabajo de la zona está en problemas. Algunos observadores creen que estamos ad portas de presenciar el funeral de la industria salmonera, mientras los menos alarmistas dicen que es una situación grave, pero que se puede volver a renacer. "Yo considero que esto es muy parecido a lo que ocurrió en el norte con el salitre. Incluso, hay lugares donde ya han sacado todo, quedan jaulas que están sólo cuidando la concesión y en algunos casos se habla de que han hundido las jaulas, debido a que no las pueden trasladar a otros lados, porque ya están contaminadas con el virus ISA", explica Ricardo Casas, presidente de la Federación de Trabajadores de Industrias Pesqueras y Afines (Fetrainpes). No se sabe lo que depara el futuro, pero lo que está claro es que en buena parte fueron los propios salmoneros los que sembraron su infortunio gracias a errores como las malas prácticas sanitarias, el uso excesivo de antibióticos y las pésimas condiciones laborales (ver al final de la nota). Como la gripe El negocio del salmón era la promesa en los años ochenta: el oro naranjo. El desarrollo fue rápido y hoy representa la tercera industria exportadora del país, después del cobre y el molibdeno. Algunos advirtieron los riesgos de la acelerada expansión de los salmoneros y de las condiciones sanitarias bajo las que se produjo este milagro, pero nadie hizo caso. Actualmente, la sustentabilidad de la industria es cuestionada por medio Chile, sobre todo, por ONG y pescadores artesanales. "Una industria que consume alrededor de ocho kilos de pez fresco para producir un kilo de salmón no es sustentable y no lo va a ser. Hoy, frente a la crisis sanitaria, nos estamos dando cuenta de los daños a los ecosistemas y, por otro lado, que no hay una responsabilidad para hacerse cargo de lo que pasa con sus trabajadores. Es una industria que genera empleo y crecimiento, pero no es sustentable", argumenta Flavia Liberona, directora ejecutiva de la Fundación Terram. El pez naranjo proviene del océano Atlántico y de Europa, por lo que no es nativo de nuestras costas. "El salmón llegó para acá y se llenó de infecciones nuevas que estaban en el Pacífico, porque no estaban preparados para esto. Es como cuando llegaron los españoles resfriados a América y los indígenas se murieron de gripe", compara Héctor Kol, biólogo marino y encargado del programa de salmonicultura de los pescadores artesanales de Aysén. Pero, tanto el Gobierno como los salmoneros son enérgicos en rechazar estos argumentos y aseguran que la actividad puede sobrevivir. "Estamos convencidos de que la industria del salmón es sustentable. Realmente no vemos una crisis del sector, sino un desarrollo muy acelerado de una industria que ha traído un tremendo progreso y que debe modernizarse en algunos aspectos", explica el ministro de Economía, Hugo Lavados, quien recientemente fue nombrado "coordinador" de la industria salmonera y que en los próximos días visitará la zona problemática, lo que demuestra una clara preocupación del Gobierno. Refundación Para enfrentar estos conflictos, la industria tiene una clara estrategia que, aseguran, los hará sacar fuego de las cenizas. Según el director del área técnica de Marine Harvest, Adolfo Alvial, las medidas del plan de contingencia "nos permitirán acortar la fase difícil a que nos enfrenta el virus ISA y de la cual esperamos salir pronto". Quieren vencer al virus y a otra plaga conocida como el piojo de mar, por lo que los salmoneros están expandiendo sus operaciones hacia las regiones de Aysén y Magallanes, para así dejar descansar por un tiempo las aguas de la Región de los Lagos. De hecho, sólo el año pasado las peticiones de concesiones marítimas en Magallanes aumentaron de un promedio de 120 solicitudes anuales a 962. "Esta estrategia de traslado venía hace tiempo y el ISA los obliga a acelerar este proceso. Piensan aplicar modelos de gestión con más espacio entre centros y tener concesiones excluyentes, porque hoy están mezclados", explica el coordinador de proyectos del Observatorio Laboral de Chiloé (Olach), Patricio Peñaloza. Los proyectos de refundación, sin embargo, volverán a toparse con la reticencia de los pescadores artesanales y algunas ONG. "Marine Harvest tiene concesiones pequeñas en Aysén, pero nosotros no vamos a permitir que se expandan y hagan lo mismo que hicieron en Los Lagos: la cantidad de materia orgánica que se descargaron de las jaulas y la contaminación de los bancos naturales los convirtieron en cloacas al aire libre. Las consecuencias son gravísimas y si se trasladan a otra parte del país va a ser lo mismo", opina Héctor Kol. La ruta del chorito No sólo los empresarios del salmón tienen su propuesta de refundación. El Gobierno también está preocupado de poner reglas más claras para que no se vuelva a producir el caos productivo que se vive actualmente. La Región de los Lagos y el Ministerio de Economía trabajan arduamente para sacar adelante un proyecto que zonifique el mar. Esto significa que habrá áreas para la industria salmonera, para la pesca artesanal y para la industria del chorito. "Tal como tienes planos reguladores de las ciudades, tú debieras de tener planos reguladores del mar. Y, además, tendremos carreteras del mar. Habrá ciertas rutas que serán las del salmón, otras serán para la pesca artesanal y otras serán las rutas del chorito", explica el intendente de Los Lagos, Sergio Galilea. Otras normas irán en la dirección de establecer reglas de distanciamiento entre las jaulas y los centros de engorda, y regular que haya cierta asociación de cada empresa con un determinado territorio, para así poder fiscalizar con mayor efectividad. En el Gobierno regional esperan que todas estas normas estén listas a fin de año. "Autocríticamente, reconozco que nuestra capacidad de fiscalización es menor y habría que duplicarla. También, hay otras modificaciones legales que hacer. Si mejoramos la claridad de las reglas del juego, vamos a tener sanciones mucho más fuertes y más significativas para lograr que se cumpla la norma", concluye Galilea. Y CAVARON SU PROPIA TUMBA... 1. La fiesta del antibiótico "Todos estos problemas están relacionados con la falta de control sanitario", decía la polémica frase del profesor Felipe Cabello en el artículo de "The New York Times" que encolerizó a los salmoneros. Porque en materia ambiental, el mayor cuestionamiento que ha tenido la industria del salmón es su gestión sanitaria. Hoy, y desde hace muchos años, los salmones chilenos están siendo afectados por enfermedades como el síndrome Rickettsial del salmón (SRS) y la enfermedad bacteriana del riñón. Para combatirlas, los salmoneros chilenos han hecho uso y abuso de los químicos y antibióticos. Según la encargada del programa de salmonicultura de la Fundación Terram, Giuliana Furci, el uso excesivo en la industria de los antibióticos que son los mismos que se usan en salud humana genera en los peces el fenómeno de la resistencia bacteriana, "y llega un momento en que no les hace ningún efecto". A diferencia de estas dos enfermedades, el caligus o piojo del salmón, parásito que también está atacando fuertemente al pez, se trata con pesticidas. Y el virus ISA que hoy tiene en jaque a algunas de las más grandes empresas del sector aún no tiene remedio. La forma en que lo están combatiendo es a través de un estricto plan de contingencia, que establece, entre otras normas, un mínimo de descanso es decir, sin peces de hasta tres meses para los sitios de cultivo. Según Furci, el ISA es el estallido de una bomba el problema sanitario que en cualquier momento iba a explotar". Las graves consecuencias están a la vista. 2. Peces apiñados Sólo basta una cifra para comprobar el éxito de las salmoneras: en los últimos 16 años, la tasa de crecimiento del sector ha promediado el 20% anual. Según un analista de una corredora de bolsa, una de las claves de la envidiable rentabilidad de la industria es la maximización de la cantidad de peces por balsa-jaula. Es decir, aprovechar el máximo beneficio. Pan para hoy, hambre para mañana, porque lo que antes fue una ventaja ahora es visto como un error. Finalmente, los salmoneros han terminado por admitir que la elevada densidad de peces por jaula y la distancia entre ellas es uno de los factores que influyó en la rápida propagación del ISA. "Tradicionalmente, han puesto muchos pescados dentro de cada balsa-jaula, muchas jaulas por centro de cultivo y muchos centros de cultivo uno junto a otro, y eso afecta la inmunidad de los peces. Por ejemplo, al tenerlos todos tan apiñados se les pegan rápidamente los piojos del salmón", explica Furci, técnico en acuicultura. Mientras en países como Noruega las densidades son de 15 kilos de pez por metro cúbico de agua, en Chile alcanzan fácilmente los 25 kilos. Según Furci, "el único remedio para el ISA es cambiar la forma en que cultivan; es decir, no tener tan apiñados los peces en aguas que ya están sobrepasadas en su capacidad de carga". Aparentemente, los salmoneros están aprendiendo de este error y ya han planteado que en los nuevos centros de cultivo bajarán la densidad de peces por jaula y aumentarán la distancia entre las balsas y los centros de cultivo. 3. Malos patrones Víctor Obando se encontró con la muerte bajo el mar. El sábado 9 de marzo estaba trabajando como buzo en la empresa salmonera Friosur, cuando sus compañeros de trabajo vieron que algo no andaba bien y lo sacaron del agua en mal estado, pero aún con signos vitales. Murió al día siguiente. "Si hubiese existido cámara hiperbárica no estaríamos lamentando otra muerte; hace tiempo que estamos pidiendo la instalación de, por lo menos, dos cámaras y no hemos sido escuchados", alega Jessica Ferrada, presidenta del sindicato de Salmones Antártica, otra de las grandes empresas del sector. La industria del salmón es la segunda con mayor tasa de accidentabilidad en Chile (ver infografía), producto de sus malas condiciones de seguridad. "En los dos últimos años ha habido más de 30 muertes. Los buzos son los que tienen peores condiciones", agrega Ricardo Casas, presidente de la Fetrainpes. Los bajos salarios, la gran cantidad de horas de pie, la exposición al ruido y al frío y el uso excesivo de antibióticos son pan de cada día en las dependencias de las salmoneras, según informes de entidades como Olach y Terram. Las constantes críticas a su gestión laboral han disminuido el prestigio de la industria del oro naranjo y han aumentado las multas que han tenido que pagar (ver infografía). "Los mismos salmoneros produjeron la crisis por su irresponsabilidad en el manejo del medio ambiente y por las amplias libertades que tienen con respecto a la legislación laboral. Los únicos perjudicados somos nosotros, que perdemos nuestros trabajos", alerta el presidente del sindicato de Aguas Claras, Benjamín Teneb. |
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