Juan Hernández Vigueras, durante la presentación de su libro "La Europa opaca de las finanzas"
Si hay un villano indiscutible en la película de la crisis económica que vive el mundo desde 2008 es el mundo financiero. Desde el estallido de una burbuja armada con sus hipotecas subprime, el sector no ha hecho gran cosa por mejorar su imagen, manteniendo salarios y bonus que hasta a Barack Obama le parecieron escandalosos y protagonizando casos de corrupción tan graves como la adulteración de la tasa Libor o de la más reciente WM/Reuters que mide el precio de las divisas.
Salvo multas que siempre parecen inferiores a las ganancias obtenidas y retóricas declaraciones del presidente de Estados Unidos, lo cierto es que no parece haber un castigo a la medida de las heridas que los excesos del sector infligen en el resto de la economía. ¿Por qué los gobiernos no cambian su regulación pese a estar viviendo una crisis económica originada por la especulación financiera? Para el español y doctor en Derecho, Juan Hernández Vigueras, esa fue la pregunta que disparó la escritura del libro "Los lobbies financieros, tentáculos del poder", en el que analiza el peso político de las organizaciones con que la gran banca defiende sus intereses.
- Todos hablan mal de las finanzas modernas, pero sus defensores dicen que son necesarias para el crecimiento exponencial de productos como el iPhone o de empresas como Google, ¿cuánto hay de verdad en ese razonamiento?
-Creo que hay una confusión entre mercado financiero y mercado de capitales. Tú aludes a lo que es el funcionamiento del antiguo mercado de capitales, en que el ahorro a través de la banca comercial se convierte en inversión Ese mecanismo sigue funcionando en cierta medida, pero esa no es la función que desempeña la banca financiera al generar libremente productos financieros virtuales. La gran parte de lo que son hoy los mercados financieros se compone de productos virtuales, cuya razón de ser son los beneficios que generan para los que participan sin aportar valor añadido a la economía real. De ahí la idea de casino: se benefician los jugadores, bancos y fondos especulativos, pero si hay pérdidas se reparten mediante rescates entre contribuyentes que no participaron en el juego.
Estoy hablando por ejemplo, de los mercados de derivados, que mueven 600 billones de dólares. Y digo billones en español, con 12 ceros detrás. Se llaman así porque derivan de unos activos de referencia, como pueden ser las acciones bursátiles o los barriles de petróleo, sobre cuyo movimientos de precios se apuesta. Aparte de los derivados está la titulización de las deudas. Las hipotecas sin garantía, las subprimes. Sirven de respaldo para fabricar títulos que se venden luego en los mercados financieros. Son formas de traspasar los riesgos que el banco o la entidad financiera corre cuando hace sus apuestas.
-¿Por qué está mal vender y distribuir el riesgo?
- Porque al ser libres los mercados financieros carecen de supervisión y de control público y nadie garantiza tus ahorros invertidos en productos financieros. Como no hay cortafuegos, cualquier fallo o pérdida en cualquier eslabón de la cadena se transforma en volatilidad extrema de las Bolsas y hasta en el colapso del sistema como ya hemos visto. Todo sucede porque se busca simplemente el lucro financiero, al margen de la necesidad de crédito de la economía real que crea riqueza y empleo. De ahí que este sistema financiero global represente una amenaza para las economías de los países.
Con las hipotecas subprime quedó demostrado que el gran negocio no estaba en la concesión de créditos sino en la creación de títulos respaldados por esas hipotecas incobrables y de otros títulos que permitían una rentabilidad puramente financiera, especulativa. De hecho, muchas de esas hipotecas se concedían simplemente para tener un crédito sobre el que respaldar títulos bursátiles.
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- Aunque sea negocio para algunos, ¿no tiene utilidad la distribución del riesgo?
- Los derivados son simples contratos de apuestas sobre las variaciones de precios para bienes físicos, servicios o para otros productos financieros. No son valores que coticen en Bolsa, sino que por lo general operan en mercados conocidos como Over The Counter (OTC), es decir, mercados ocultos y opacos. Precisamente el gran problema que no ha resuelto ni Obama es que los derivados siguen en gran medida operando sin control. Es más, quisieron que pasaran por cámaras de compensación, donde se garantizara el pago del que perdió la apuesta, pero ni eso se ha conseguido aún. Por el riesgo que entrañan son una amenaza permanente para las economías; un riesgo sistémico.
Los grandes inversores,bancos y fondos de inversiones alegan que se protegen de las posibles pérdidas mediante los derivados. Es la teoría oficial. Si los inversores compran un gran paquete de bonos corporativos o de deuda pública, dicen que al mismo tiempo compran "protección" con la adquisición de derivados a un gran banco que les compensará si los bonos no pagan los intereses, si no son reembolsados o si bajan de precio. El problema con esta teoría oficial es que los derivados son apuestas sobre el precio de los activos adquiridos, pero no son seguros. Eso quiere decir que no están regulados por la legislación de seguros y que por lo tanto no tienen reservas ni fondos. Precisamente la crisis vino por todo eso, por los famosos Credit Default Swaps (CDS).
-¿Y cómo se soluciona? ¿Hay que anular los derivados?
- Habría que prohibir cierto tipo de derivados y, en todo caso, tendrían que tener una severa regulación. De hecho, esa regulación estaba planteada en el discurso de Obama de enero de 2010 como una de sus propuestas. Pero los grandes bancos de Wall Street han dado y siguen dando la batalla en defensa de los derivados financieros y contra esas intenciones reguladoras, como relato en mi libro. Ganada la batalla en el Congreso, en Estados Unidos se libra ahora a nivel de las agencias gubernamentales, que no han podido terminar los reglamentos previstos en la ley Dodd-Frank de 2010. Los lobbies consiguieron una legislación de más de mil páginas hecha sólo con principios y reglas generales. Como dicen los ingleses, el diablo está en los detalles.
-En su libro, cita la reglamentación como la fase en que los lobbies ejercen su poder porque se les suele encargar su redacción.
- No sucede exactamente así. Las agencias y organizaciones del lobby financiero intervienen en todo el proceso legislativo. Lo que no logran introducir o rectificar en la fase de proyecto, lo intentar introducir en la fase parlamentaria o en la última fase de los decretos o reglamentos. Eso explica por qué, cuando se aprobó esa ley en el congreso estadounidense, Obama fue al G20 tan contento, diciendo que había hecho el mayor cambio de la legislación financiera desde los años 30 y sin embargo las acciones del día siguiente subieron para todos los grandes bancos, ¿por qué? Porque habían logrado una ley con escaso contenido que habría que desarrollar para que fuera aplicable. Teóricamente ya se había regulado, y para los detalles ya tenían un ejército de defensa preparado. Llegan hasta a demandar en los tribunales a las agencias reguladoras si, en opinión de los grandes bancos, sacan normas reglamentarias que violan la legislación.
-Imaginemos que los lobbies no existieran, ¿el Estado tendría gente calificada para la reglamentación o no tiene más remedio que acudir al sector privado?
-Eso es como decir: 'Si no hubiese sol, ¿podríamos vivir en la Tierra?' Es un ingrediente más del sistema financiero. Tendrías que acudir a la historia y la historia es así. Los lobbies son consustanciales a cualquier sociedad industrial avanzada. El problema es determinar cuánto poder tienen. Si frente al poder que tienen los bancos hubiera otros poderes para contrarrestar, por debajo del Estado, sería otra cosa. Yo creo que hay que reforzar el Estado mediante la regulación severa de los mercados financieros. Hoy por hoy, ese lobby está formado por organizaciones que tienen mayores recursos que los propios gobiernos, no sólo económicos sino intelectuales y de influencia social. Además, actúan mundialmente en red. Son una internacional financiera similar a las antiguas internacionales obreras, pero con muchísimos más recursos y poder.
-¿Los bancos fueron los más poderosos en todas las épocas?
-Para luchar contra Francisco I de Francia en la elección de emperador, Carlos I de España logró la financiación de los Függer, unos banqueros alemanes muy poderosos. Ellos decidieron financiar la elección de Carlos como emperador en vez de la de Francisco. Aunque seguramente tuvieron alguna compensación, la historia dice que condicionaron la elección pero no la política a seguir por el emperador.
Por otra parte no se puede comparar porque aquella era una industria mucho más local. No afectaba a China, ni a la India, ni África ni a otras partes del mundo. En cambio, en la coalición de 11 lobbies financieros que describo en mi libro, en la que la primera organización del grupo es JP Morgan, lo que buscan es una regulación mínima y, sobre todo, que la que haya en un país se reconozca en otro. Así pueden montar un banco en el país con la regulación más laxa para hacer desde él operaciones que serían ilegales en los otros. Esa es la amenaza real a todos los intentos que pueda haber por controlar al sistema.
Los lobbies financieros defienden el sistema con hechos y posiciones concretas en Buenos Aires, Madrid, Bruselas o Washington. Cuándo Joseph Ackerman como presidente d el Instituto de Finanzas Internacionales visitó Madrid, no fue por el tema de los desahucios de los españoles que no podían pagar sus hipotecas. Esos temas no le interesan porque son problemas locales y la banca nacional tiene el poder necesario para defenderse de ellos. Vino a pedir un cambio político que redujera el gasto social y rescatara a los bancos; y para intervenir en la organización del llamado banco malo, una sociedad que adquiriera los activos inmobiliarios invendibles de los bancos con dinero de los contribuyentes y socializara las perdidas bancarias. Una entidad donde los grandes fondos de inversiones también pudieran hacer negocio en el futuro, como ya está ocurriendo.
Los grandes bancos están conectados con esas organizaciones internacionales para defender el sistema. ¿Y en qué consiste el sistema? En defender la shadow banking, la banca en las sombras no controlada por los bancos centrales, donde los fondos de inversiones como Blackrock hacen labores de banco sin ser controlados: toman dinero prestado y luego compran deuda o activos baratos en Irlanda o en España.
Esos grandes operadores defienden los derivados, la desregulación, no avanzar en la división entre banca financiera y banca comercial, no dividir a los grandes bancos en entidades más pequeñas cuya caída no tenga repercusiones tan graves en el sistema.. Esto último lo pidió Obama y lo propuso el ex presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, pero tampoco ha habido avances.
- Si el presidente de EE.UU. no pudo contra el interés de los lobbies, ¿quién podrá?
-Tú como todo el mundo, pides líneas rectas, pero ese no es mi nivel. Mi objetivo es dar visibilidad a estas realidades, de un modo documental y riguroso. Luego, crear conciencia crítica frente a estas finanzas El tercer paso corresponde a los que juegan hoy en la política. En España el problema es que ese tema tiene que resolverse a nivel de la Unión Europea y en ese nivel los lobbies bancarios controlan las decisiones legislativas.
-¿El lobby financiero prefiere tecnocracia antes que gobiernos elegidos?
Sin duda alguna, porque la tecnocracia se nutre de gente que viene del mundo financiero. Los políticos en general desconocen las operativas y mecanismos del mundo financiero que dicen querer regular y se limitan a gestionar lo que hay. Los gobiernos han sufrido una transformación similar a la de las grandes corporaciones. Los directivos ya no necesitan conocer los productos que fabrican y los gobiernos no necesitan tener ideas. Les basta con gestionar. Uno de los poderes de los lobbies financieros arranca en la propia complejidad que se ha ido generando en el sistema, que facilita la puerta giratoria, como llaman en Estados Unidos a la abundancia de cargos públicos que son ocupados por ex directivos del sector privado. El tema financiero es tan complejo que, si no has trabajado en estos temas, no los entiendes bien. Por eso, a la hora de regular siempre acuden a alguien que haya trabajado en el sector privado.
-¿No podría haber un cuerpo especializado de formación pública en mercados financieros?
-Esa sería una salida tecnocrática. En cualquier caso, lo que quiero subrayar es que el riesgo que se corre es que los que tratan de regular participan de la filosofía del negocio y procuran no perturbarlo. Eso hace que las reformas sean siempre funcionales. Las reformas financieras de Obama fueron mínimas, para que el sistema siguiera funcionando, no estructurales. En el fondo se trata de lograr que los gobiernos elegidos sean quienes manden de verdad en nuestras democracias.
-¿Cuál es la reforma estructural que necesita el mercado financiero?
-Prohibir determinadas prácticas financieras o determinados derivados. El mismo Sarkozy habló de regular los derivados sobre las materias primas agrícolas, pero no consiguió nada. Sólo con seguir el programa de la primera cumbre en Washington del G20 contra la crisis ya se habría avanzado muchísimo, ¿pero quién se acuerda de ese programa?
- Propone un problema en el que no parece que haya solución...
- Como toda mi generación, yo viví la transición española. Era optimista entonces y sigo siendo optimista ahora. Yo creo en la capacidad humana de cambiar las cosas, pero se cambian cuando se es consciente de la realidad y se buscan las posibilidades. Es como las matemáticas: si no analizas bien el problema y los datos que forman parte de él, difícilmente encontrarás la solución.