Cumbre económica del G-20: ¿Una cita más simbólica que práctica? La idea parece buena: reunir a los líderes de las 20 mayores economías para discutir un plan coordinado que permita hacer frente a la crisis financiera mundial. En octubre, cuando el presidente George Bush convocó una reunión para el 15 de noviembre, en Washington, D.C., algunos analistas la compararon con la célebre reunión de Bretton Woods de 1944, que fijó las reglas para la tasa de cambio y creó el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Pero, desde entonces, la cobertura del plan en los medios de EEUU ha sido escasa, y parece que muy pocos esperan que de la reunión del G-20 se obtenga algún resultado ambicioso. "Creo que será difícil conseguir algo, ya que todos los participantes han tenido poco tiempo para prepararse para la cita", dijo Mark Zandi, economista-jefe y uno de los fundadores de Economy.com, de Moody's. "Se trata de un acontecimiento más simbólico que práctico". "La idea de una cumbre a estas alturas es prematura y hasta peligrosa", dice Richard J. Herring, profesor de Finanzas de Wharton, receloso de que los líderes mundiales, ansiosos por mostrar que están haciendo algo, acaben actuando demasiado deprisa a la hora de crear políticas y regulaciones. "Los datos que tenemos sobre qué salió mal y cómo se debe arreglar, son muy incompletos", dice. Con Bush a punto de dejar la presidencia en enero, cuando sea sustituido por Barack Obama, es "un pésimo momento para el ciclo político americano", puesto que Bush no puede asumir compromisos más duraderos, dice Richard Marston, profesor de Finanzas de Wharton. Muchos expertos señalan la situación de fin de mandato de Bush para justificar las bajas expectativas en relación a la reunión. Obama rechazó la invitación de Bush para participar, prefiriendo buscar otra ocasión para encontrarse con los líderes mundiales. "Espero que Obama se aparte de eso; en cuanto a Bush, no se puede esperar ningún compromiso por su parte", dice Herring. Los europeos, añade, "tienen mucho que arreglar en la Unión Europea antes de reinventar el orden financiero mundial". Evitando el proteccionismo La Casa Blanca declaró que espera que los líderes del encuentro elaboren algunos "principios generales" para lidiar con cuestiones financieras, y no traten de fijar regulaciones rígidas. Uno de los principios más útiles que podrían ser adoptados, dice Zandi, sería el principio de resistencia a cualquier impulso proteccionista. "Es preciso que los países asuman públicamente el compromiso de no erigir barreras al comercio y a las inversiones", dice. "Creo que ésa es una preocupación legítima. A medida que las cosas se vuelvan cada vez más difíciles, crecerá la presión política sobre los países para que haya más proteccionistas, lo que sería muy contraproducente [...] El aumento del proteccionismo fue lo que contribuyó a la Gran Depresión". De acuerdo con Zandi, los participantes de la reunión de la cumbre deberán dejar claro que los bancos centrales de sus países continuarán al frente de la política económica, tal y como se vio en el reciente recorte de intereses. Los países deben también trabajar juntos para evitar grandes variaciones en las tasas de cambio, mostrándose dispuestos a gastar dinero en estímulos a la economía, señala. "Por último, tal vez ayudaría si todos se pusieran de acuerdo para cooperar unos con otros en caso de que alguien necesite ayuda". Aunque los líderes presentes en el encuentro estén, según todo indica, buscando puntos en común, la mayoría tal vez prefiera concentrarse en cuestiones financieras propias, dice Marston. "Creo que cada uno de los países volverá a su propia estructura regulatoria en los próximos años. Ellos conversarán principalmente los bancos centrales como siempre lo hacen. Pero, no puedo garantizar de ninguna manera que EEUU y los países de la zona euro trabajen en conjunto para coordinar sus políticas". Pero, en su opinión, existen algunas áreas que tal vez demanden la elaboración de políticas internacionales conjuntas. Una de las principales, por ejemplo, será como lidiar con los credit-default swaps (CDS) instrumentos financieros sin regulación que son el origen de la crisis financiera. Los CDS se comportan como seguros: el comprador paga una tarifa y recibe un pago sustancial si tiene lugar un evento específico. El propietario de un bono corporativo, por ejemplo, puede comprar unswap como forma de protegerse contra el riesgo de que una empresa deje de pagar los títulos emitidos. Algunos expertos creen que el número de CDS contratados sobrepasa los 60.000 billones de dólares. Pero como el mercado es extremadamente opaco, muchos bancos y empresas temen hacer negocios unos con otros recelosos de que los pasivos inmensos de swaps de valor desconocido tengan como resultado el incumplimiento de las obligaciones financieras de las partes deudoras. De acuerdo con algunos economistas y líderes de empresas, esos instrumentos deberían ser estandarizados y negociados en una bolsa central, como se hace con las acciones, opciones o contratos futuros. Hay quien dice que las empresas responsables de la venta de CDS deberían estar obligadas a mantener reservas en caja para honrar sus compromisos. Actualmente, no existe tal obligación. "Hay pocas áreas, como en el segmento de swaps, en que el enfoque regulatorio podría ser internacional", dice Marston. Pero habrá un límite para las decisiones tomadas en el encuentro. "Es probable que se creen reglas para transacciones de CDS, pero dudo que el asunto se discuta en la reunión", dice Franklin Allen, profesor de finanzas de Wharton. Las preocupaciones domésticas son la prioridad Antes de que los países creen nuevas regulaciones financieras internacionales, es preciso que se ocupen de algunas cuestiones domésticas, dice Marshall Blume, profesor de Finanzas de Wharton. "La primero que necesitamos hacer en EEUU es racionalizar nuestra regulación antes de que podamos internacionalizar lo que sea". Los inversores y especuladores, por ejemplo, pueden apostar por una empresa adquiriendo acciones de ella, comprando opciones de acciones o adquiriendo contratos de swaps que aumentarán o disminuirán de valor a medida que la suerte de la empresa cambie. Las acciones son reguladas por la SEC (Comisión de Valores) y las opciones por la CFTC (Comisión Reguladora de Operaciones a Futuro con Commodities, según sus siglas en inglés), mientras que los swaps no se regulan. Pero cualquier transacción hecha con un instrumento de esos influye en los demás. Aunque algunos expertos hayan sugerido que se regule el funcionamiento de los swaps, así como las pólizas de seguros, Allen señala que, en EEUU, la regulación de seguros recae en gran medida en los 50 Estados. Tendría que haber algún tipo de regulación federal que sustituyera las regulaciones existentes en los Estados para que EEUU pudieran participar en un régimen regulatorio internacional de swaps, dice Allen. "Sería prácticamente imposible armonizar una regulación internacional en la que participaran 50 Estados". Una gran dificultad que se observa en cualquier acuerdo internacional consiste en descubrir medios que impidan a los participantes buscar aquellos países cuyas normas les sean más favorables, dijo. Actualmente, por ejemplo, las empresas analizan las reglas contables antes de decidir donde cotizar sus acciones en Nueva York, Londres u otro lugar cualquiera. Algunos países tal vez se opongan a los nuevos patrones internacionales, ya que éstos podrían dificultar la competencia por la cotización de títulos y otros negocios. Muchos otros países tal vez rechacen doblegarse a las autoridades internacionales, cree Blume. "En el plano político, pienso que es inconcebible que EEUU ceda alguna autoridad regulatoria nacional a favor de un organismo internacional", dice. "Pero, podemos trabajar en conjunto con organismos internacionales". Ya existe un proceso de coordinación en marcha antes incluso de la reunión de la cumbre o de la introducción de un nuevo sistema regulatorio, dice Blume. Muchos bancos centrales han recortado las tasas de intereses, han inyectado dinero en sus sistemas bancarios o han anunciado planes de estímulo para la economía, como ha hecho China, o han empezado a hablar de ello seriamente, como en EEUU. "Parece haber un esfuerzo coordinado actualmente, lo que es bueno. Ahora es necesario asegurarse de que esos canales de cooperación sigan abiertos". ¿Exceso de libertad de mercado? Debe haber necesariamente algún nivel de coordinación a largo plazo, no sólo mientras dura la crisis, dice Allen, refiriéndose a la volatilidad del mercado como consecuencia de los rápidos cambios observados en las tasas de cambio y de las enormes diferencias en las tasas de interés de un país a otro. Aunque todavía no esté claro si debería haber un conjunto rígido de regulaciones internacionales, es evidente que es preciso modernizarlas, dice Allen, añadiendo que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial están dominados por los europeos y americanos. "Es necesario que se involucre un poco más a los asiáticos", dice, destacando que China y Japón poseen vastos recursos que podrían ser utilizados en los programas del FMI y del Banco Mundial. Aunque tal vez sea demasiado pronto para tratar de las regulaciones internacionales que deben ser aplicadas en los bancos, como los Acuerdos I y II de Basilea, éstos deberían ser reexaminados, en el futuro, tomando como base la necesidad de controlar el riesgo que causó problemas tanto para los bancos de inversión como para los bancos comerciales, añade Allen. "Tenemos que comenzar de cero". Para Allen debe tener lugar una reexaminación internacional del tipo más elemental: ¿cuál debería ser el grado de libertad de los mercados? "Estamos atrapados en esa ideología de libertad de los últimos 20 años. En otras palabras, decimos que los mercados funcionan y que deberíamos dejar las cosas a su cuidado", dice Allen, señalando que la crisis actual muestra que hay, de hecho, mucha libertad de mercado. Este otoño, en el hemisferio norte, varios gobiernos han comprado participaciones en bancos que fueron rescatados por ellos, resaltando que se trataba de una situación temporal. Pero los bancos tal vez funcionen mejor con algún grado de asociación público-privada, en que el gobierno transmite confianza al sistema bancario, dijo Allen. Sin embargo, cuestiones así tan amplias son para el futuro, y no para la reunión de 15 de noviembre, dice. "Las personas no han empezado aún a pensar en esas cosas". El punto de vista intervencionista de Europa Al otro lado del Atlántico, por el contrario, la Unión Europea acude a la cita del G-20 con un ambicioso plan de propuestas bajo el brazo. Los europeos esperan que de la reunión salga un plan de trabajo preciso, que lleve a adoptar medidas concretas y operativas en el plazo de 100 días. Un objetivo que, en opinión de José María de Areilza, vicedecano de IE Law School, es demasiado agresivo. "El G-20 tiene que lanzar ese proceso, pero no tiene capacidad técnica para adoptar propuestas con letra pequeña". Areilza distingue entre dos dimensiones en la crisis: una primera, en la que se decide cómo salir de ella, mediante la intervención masiva del Estado, la recapitalización, etc.; y otra, en la que se trata de definir cómo evitar que la situación se vuelva a repetir. "Ya se ha empezado a gestionar la salida de la crisis, pero hay pocas ideas concretas de cómo supervisar y regular en el futuro mercados financieros". Para los 27 miembros de la UE, la reforma debe estar basada en un reforzamiento de la regulación y la supervisión, sin que ninguna institución, ningún segmento del mercado escape a ella, aunque "esta regulación debe ser proporcionada y adecuada", un matiz de última hora que se incluyó en el documento aprobado en la reunión extraordinaria del Consejo Europeo para preparar la reunión de Washington. Areilza cree que muchas de las propuestas que Europa lleva al G-20 están influenciadas por Francia, "que tiene una visión dirigista de la economía, es decir, que todo se soluciona con más Estado". Y es que la UE plantea la necesidad de reforzar el papel del FMI para que se convierta en la pieza fundamental de la nueva arquitectura financiera. Se pretende dotar al fondo de más instrumentos para poder dar asistencia financiera a sus miembros a falta de liquidez o de crisis, además de supervisar el trabajo realizado en otros foros internacionales, como el Consejo de Normas Internacionales de Contabilidad, el Comité de supervisión bancaria de Basilea o el Foro de Estabilidad Financiera. "El FMI está para otro tipo de cuestiones: estabilidad macroeconómica, finanzas públicas, pero no es un organismo de supervisión fiscal, que es de lo que se trata", afirma Areilza. En su opinión, Sarkozy está lanzando un poco esa mentalidad intervencionista a la esfera internacional y él duda de que ése sea el camino correcto: "Hay problemas de legitimidad en las instituciones internacionales, en nombre de quién va a hacer esto, con qué mecanismos de representación... La ONU no sirve para esto, el FMI habría que cambiarlo mucho". Areilza piensa que habría que reforzar el gobierno económico de la zona euro y hacer modelos de coordinación horizontal entre bloques: Europa, EEUU, "pero no la idea de un gobierno económico mundial que no parece realista", dice. "En Europa, hemos hecho a medias el gobierno económico del euro, hemos dejado unos building blocks sin poner y, claramente, uno de ellos era la supervisión común del sistema financiero. No se ha hecho porque la UE, al ampliarse, y dedicarse a la introspección constitucional estos años, no ha prestado atención a su arquitectura económica y su gobierno económico. La paradoja es que ha hecho muchas reformas, pero no las que eran necesarias". Además, cree importante que la UE también mejore su representación internacional para que a las reuniones, como la del G-20, acuda con una sola voz. A la cumbre irán Francia, Alemania, Reino Unido e Italia (como miembros del G-8) y España, invitado de última hora y que ocupará el sillón que le cede Francia como presidente de turno de la UE. Otras propuestas incluyen la creación de un sistema de alerta rápida para la economía mundial que permita identificar los riesgos futuros que amenazan la estabilidad económica y financiera mundial, así como la toma de decisiones rápidas para mitigarlos. Por otro lado, la UE aboga por la puesta en marcha de colegios de supervisores para mejorar la vigilancia de todos los bancos transfronterizos importantes. También pretende la intensificación de la lucha contra los paraísos fiscales y financieros, además del diseño de códigos de conducta para evitar que las remuneraciones de los directivos empujen a la toma de riesgos excesivos. La UE también apoya que aumente la representación de países emergentes como China o India en instituciones como el FMI y el G-8. En este sentido, se propone hacer más transparente la selección del director del FMI como del presidente Banco Mundial, cargos que siempre han estado ocupados por representantes de Europa o EEUU. En su opinión, lo verdaderamente destacable de la cumbre es que en un momento de incertidumbre se mande la señal de que hay alguien a cargo. "Es algo muy psicológico, de confianza. El G-20 está diciendo vamos a hacer un sistema que funcione, y el decirlo está ayudando a que el sistema funcione". |