Por Ricardo García F.
Tomando en cuenta su procedencia del latín, el término "emprendedor" puede entenderse simplemente como aquella persona que aprehende, agarra o toma algo, pero en varios países –sobre todo en España– así se les llamó también a los aventureros y/o militares decididos a ejecutar con empeño alguna operación ardua o alguna hazaña notable, tal y como fue definido en elDiccionario de Autoridades desde el año 1732.
Al paso del tiempo, esta palabra comenzó a tener una connotación comercial y hasta se le relacionó directamente con el vocablo entrepreneur, con el que –a principios del siglo XVII– los franceses catalogaban a los arquitectos o constructores de caminos y puentes; sin embargo, emprender nos remite en nuestros días a aquellos visionarios que logran convertir sus ideas en proyectos exitosos, por lo que no es difícil pensar de inmediato en personalidades de la talla de Bill Gates (Microsoft), Fred Smith (FedEx), Mark Zuckerberg (Facebook), Howard Schultz (Starbucks), Steve Jobs (Apple), John Mackey (Whole Foods), Amancio Ortega (Zara) o Christy Walton (Walmart), por ejemplo.
Por cierto, esta última es una de las mujeres más poderosas del mundo, viuda de John Walton, quien –a su vez– obtuvo gran parte de su fortuna gracias al imperio creado por Sam Walton. Hacemos referencia a este caso en particular debido a que no faltará quien piense que heredar empresas exitosas es "un asunto circunstancial", por lo que no podría llamársele emprendedor a alguien que tuvo la suerte de recibir todo en bandeja de plata, pero de ese tema hablaremos en otra ocasión.
Mientras tanto podríamos decir que hay mucho de verdad en eso de que no es lo mismo emprender comenzando desde cero que cuando ya se tiene algo avanzado o cuando se cuenta con todo tipo de respaldos; de hecho, esta "circunstancia" es una de las excusas más recurrentes para quienes intentan justificar el fracaso de algún emprendimiento, sumado a factores como: problemas de cash flow, empleados incompetentes, escaso apoyo o excesivos controles gubernamentales, altos costos o dificultad para acceder a las fuentes de financiamiento, sólo por citar algunos factores.
También hay quienes saben o reconocen cuáles han sido sus debilidades y errores, como la postergación de tareas vitales y compromisos; el haber ignorado a la competencia o las necesidades del mercado; inefectivas o inexistentes acciones de marketing, así como el inadecuado planteamiento del proyecto o la falta de un plan de negocios. Aquí, el punto de vista de los analistas empresariales es igualmente importante, pues se orientan más a encontrar las causas del fracaso en la capacidad de gestión de los responsables de cada emprendimiento.
Considerando como punto de partida una primera síntesis elaborada en Conamype, las principales causas de fracaso de los "emprendedores efímeros" se relacionan directamente con la incapacidad para vender, producir y operar, así como con problemas en la planificación y en la gestión, lo que incluye deficiencias graves en el establecimiento de las estrategias, inexistencia de planes alternativos o de previsión (en caso de…), el establecimiento de objetivos y expectativas poco realistas, la falta de estudios de preinversión y similares.
Por su parte, los problemas en la gestión se refieren, por ejemplo, a la incapacidad para rodearse de personal competente, la falta de experiencia, excesivas inversiones en activos fijos, deficientes políticas de personal, la falta de capacitación del responsable máximo de la empresa, inadecuados sistemas para la toma de decisiones o para la solución de problemas, resistencia al cambio o a contratar especialistas externos, mala selección de socios, falta de liderazgo y desaliento ante los primeros obstáculos.
Ya sea que se trate de factores externos o internos, de problemas en la planificación o la gestión, existe un punto de coincidencia o un "mal común" que impide a las empresas convertirse en proyectos longevos o de éxito: la falta de un plan de negocios; de hecho, se calcula que, de cada mil emprendimientos que se inician a nivel mundial, no más de cinco sobreviven el quinto año de vida, aunque hay varios estudios en los que se habla de uno, dos o hasta tres años cuando mucho.
El plan de negocios
Es evidente que no todas las personas tienen una visión general de lo que implica gestionar una empresa ni saben realizar resúmenes ejecutivos, tableros integrales de mando, estudios de mercado, evaluaciones financieras o llevar a cabo un buen análisis FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas), que son sólo algunos de los factores que repercuten en el óptimo desarrollo de una estrategia empresarial, aunque el más importante de ellos tiene que ver con la correcta o incorrecta definición de lo que es un plan de negocios.
Hay quienes piensan que un plan de negocios es algo que solamente está en la cabeza del principal responsable de una organización, mientras otros opinan que se trata de un documento redactado "por inercia" o "por moda" para después dejarlo olvidado en algún cajón, pero su mayor importancia radica en presentarlo de una manera realista, mostrando siempre el entendimiento que se tiene del negocio con respecto a una industria, el mercado y su entorno en general.
Asimismo, elaborar un plan de negocios permite a los empresarios establecer una distancia considerable y necesaria entre los cambios sin fundamento (ocurrencias) y las decisiones tomadas con base en la información y el análisis, según se explica en el portal de Condusef.
En términos simples, dicho plan es una brújula que nos orientará hacia dónde queremos llegar, aunque para estar más "in", hoy debe entenderse también como el GPS de la organización, porque no sólo nos muestra la ruta a seguir, sino el tiempo en que llegaremos a nuestro destino.
Dependiendo de los objetivos de una empresa, cada plan de negocios puede atraer inversionistas, conseguir apalancamiento o proyectar una posible expansión, por ejemplo. Igualmente nos ayuda a saber lo que necesitamos producir o cómo prestar servicios, a descubrir qué tan cerca están nuestros proveedores, cuánto vamos a asignar para publicidad, si vamos a contar con distribuidores o arterias comerciales y qué o cuántos recursos humanos necesitaremos, auxiliándonos también del diseño de un esquema de crecimiento para llegar finalmente a la cuantificación y viabilidad financieras.
El mayor riesgo es no arriesgarse
Lo que importa, sin embargo, es destacar que los emprendedores más intrépidos, aun con cualquier panorama en su contra, están dispuestos a tomar el control de su futuro y ser los artífices de su éxito o fracaso, ya sea creando su propia empresa o compartiendo ideales y esfuerzos con otros; es decir, el común denominador de estos emprendedores no es el éxito como tal, sino aquel espíritu aventurero del que hablamos al principio y que hoy los lleva a estar en constante riesgo.
Así las cosas, y contrario a lo que pudiera pensarse, el miedo resulta ser un impulsor de muchas habilidades directivas, evitando –en la medida de los posible– los excesos controladores y adquiriendo una mayor confianza en nuestras fortalezas y habilidades, según concluyó Xavier Guix, psicólogo experto en comunicación y crecimiento humano, en su último libroDescontrólate / Reflexiones para los que controlan demasiado.
Al respecto, Dídac Lee, catalogado hace unos años como el emprendedor más joven del mundo, declaró que afrontar riesgos, gestionar conflictos y superar adversidades son los valores y principios que debe seguir un buen emprendedor, mientras que Michael Bloomberg, el número 13 en la lista de millonarios de Forbes, quien es el actual alcalde de Nueva York y fundador de una de las agencias de estadística e información financiera más reconocidas a nivel global, considera que "la vida es demasiado corta como para gastarla evitando el fracaso (…) Para trascender debes estar dispuesto a fracasar; debes tener el coraje que te permita perseguir tus objetivos aun con la conciencia de que puedes no alcanzarlos".
Los riesgos y el miedo, en resumen, deben ser catalizadores de nuestro espíritu emprendedor, pero nunca hay que emprender pensando en el fracaso, para lo cual es imprescindible contar con un plan de negocios perfectamente estructurado que nos ayude, al menos, a evitar aquellos errores que pudieran dejarnos en la ruina, con colaboradores desempleados, con deudas y con la etiqueta de "perdedores"; tampoco hay confiarle todo al instinto de supervivencia, aunque eso ya es un buen punto de partida para quienes echan a andar un proyecto.
Sea cual sea el tamaño de un negocio o empresa, siempre hay que darse un tiempo para planear, y nunca olvidemos que, por algo, los emprendedores más exitosos son también los empresarios más ricos del mundo, aparte de que las grandes firmas trasnacionales han basado su éxito en un plan de negocios, incluyendo bancos, constructoras, hoteles, empresas de tecnología y hasta los equipos profesionales de futbol.
Pero de esto último hablaremos en la siguiente entrega, enfatizando particularmente en las llamadas "empresas sin ladrillos" o "dot-com", las que se han convertido en un claro ejemplo de cómo emprender sin apostar todas nuestras canicas a una idea genial pero igualmente aventurada.
Ricardo García F. es Responsable de Comunicación y Relaciones Públicas en HD Latinoamérica.
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Correo: rgarcia@hdlatinoamerica.com