Ministro de Justicia
Felipe Bulnes: "El presidente no busca caer simpático, sino avanzar y cumplir"
Junto con descartar un interés por convertirse en un presidenciable...
POR PATRICIA ARANCIBIA CLAVEL
Es inherente al sistema presidencial que los ministros sean discutibles y discutidos, a veces con pasión desmedida. Sin embargo, con Felipe Bulnes Serrano se produce una extraña situación: concita un espontáneo respeto que cruza las barreras políticas e ideológicas. Heredero de una tradición de servicio que lleva con naturalidad y aplomo, el ministro de Justicia ha mostrado serenidad, claridad de ideas y voluntad para enfrentar situaciones complejas y de largo aliento.
Batiéndose como un esgrimista "premium", no se deja "tocar" ni con las preguntas más incómodas, manteniendo siempre las normas del fair play y los modales de un caballero del siglo XXI.
- Más allá de tus capacidades técnicas, como ministro actúas de lleno en el campo político. ¿Cómo te sientes en este rol?
- Implica una serie de desafíos que no estaban en el menú, pero, al final, la política no está construida en un ambiente tan distinto al del mundo privado. La política también significa generar afectos, confianzas, persuadir, estar disponible al diálogo, saber transar, atributos que cualquiera que ha estado sometido a un relativo rigor profesional, cultiva.
- ¿Eres representante de tu partido en el gabinete?
- No. Si bien mi sensibilidad y mi primer afecto político es con RN, cuando asumí este cargo tuve claro que mi lealtad está con el presidente y que empieza y termina ahí. No me siento llevando el estandarte ni la voz de RN dentro del gobierno, ni tampoco ocupado o preocupado de cautelar los intereses del partido. Estoy aquí para cumplir con el mandato que el presidente me confió.
- No deja de ser interesante observar que dos tragedias -la de los mineros y la de la cárcel de San Miguel- lejos de hundir políticamente a los ministros involucrados, los han catapultado, incluso como candidatos presidenciales…
- El caso de Laurence y el mío son fenómenos distintos, tanto en su génesis como en sus consecuencias. A él lo conoce el 99% de la gente y a mí menos del 40%, por lo que no califico como él para carta presidencial. Además, su caso también tiene una evolución diferente. Parte con mucha angustia, pero termina con un final feliz. Lo que me sucedió a mí es distinto. Desde el minuto uno, la tragedia de la cárcel estuvo condenada a ser una de las grandes fatalidades de los últimos años.
- Sin embargo, no implicó tu ruina política… ¿cómo lo explicas?
- La explicación que me doy es que honestamente ese día logré transmitir que mi preocupación por el tema carcelario era real y no nació ese 8 de diciembre cuando me encontré con 81 personas muertas. Era un tema que venía trabajando y denunciando desde mucho antes y, pese a lo fuerte de las imágenes y el dolor de los familiares, me pude plantar con la tranquilidad moral de que estaba haciendo mis mayores esfuerzos. Al final eso se percibe.
- No sucedió lo mismo en los casos van Rysselberghe y Matte…
- Estamos hablando de personas que estuvieron en el ojo del huracán, expuestas a los medios en circunstancias complejas. En el caso de Jacqueline, surge una imputación de que ha falseado antecedentes, que hasta hoy no se acreditan, pero utilizando un lenguaje desafortunado que ella misma reconoce. Después, la misma crisis deja a la vista un fenómeno completamente distinto: que el tipo de liderazgo que ella estaba ejerciendo, por las razones que fueran, estaba causando un serio factor de desunión. Eso precipitó su caída. En el caso de Magdalena hay una decisión voluntaria de presentar su renuncia a partir de errores que ella también reconoció. Pese a que actuó de manera íntegra y transparente, tuvo la convicción que debido a los diversos ángulos del problema, incluido el desgaste que iba a implicar esto para el gobierno, era mejor dar un paso al lado.
- ¿Fue un buen paso?
- Fue un paso razonable y un gesto muy noble que la retrata tal cual es.
- ¿Qué viene ahora? ¿Se ordenarán las filas en el gobierno y en la Coalición después de Cerro Castillo?
- Creo que hay un sentido muy compartido en todos los actores de la coalición de que no podemos seguir con este nivel de desorden y descoordinación que se dio en algunos episodios el primer año. Alivia saber que ello puede adjudicarse a la instalación, a lo difícil que fue empezar a ser gobierno y eso explica el optimismo con que estamos mirando el futuro. Con todo, más allá que se respire un buen ambiente y las ganas de no tropezar en las formas, esto no pasa simplemente por la voluntad de un día; va a implicar cambios con sustancia, en el sentido que tendremos que asumir, los parlamentarios en su cuota, el gobierno en la suya, una mayor interlocución. Siempre se puede hacer más, los parlamentarios, por ejemplo, no se pueden dar gustos con cargo a su propio sector, lo que supone una disciplina que implicará encuadrarse y perder el protagonismo que algunas veces han obtenido a costa de criticar al gobierno. Eso es lo que está por verse, el nivel de compromiso y el grado de entrega a la causa.
- Conoces bien a Piñera. ¿Por qué no logra remontar en las encuestas?
- Él no escapa a la media de la ubicación en que han estado distintos presidentes a un año de gobierno. Creo que es subestimarlo profundamente pensar que no tiene la confianza que llegará a niveles muy superiores al 50% al final de su mandato. Hoy está abocado a hacer la pega, a marcar los puntos, a empujar las direcciones. Este segundo año es para sacar adelante la agenda, terminar de imprimir un sello y supervisar las metas. Estoy convencido que es un proceso cuyos resultados, más temprano que tarde, se harán notar con fuerza en los índices de popularidad. A diferencia de lo que piensan algunos, el presidente no busca caer simpático, sino avanzar y cumplir con lo que prometió al ser elegido, que es lo que al final, la gente realmente valora y reconoce.
- ¿Cómo ves a la Concertación?
- No podría agregar mucho más de lo que ha sido el diagnóstico casi de consenso, en cuanto que ha estado muy desorganizada, fragmentada, sin una agenda común. Semana tras semana, no te digo en todo, aparece un nuevo capítulo en donde ellos no logran consensuar opiniones y soy de aquellos que cree que, lejos de ser una buena noticia para el gobierno, es mala porque gestar acuerdos con una Concertación así, con posiciones discordantes, es una dificultad. Preferiría mil veces una oposición más organizada, donde la interlocución fuera más clara, y los interlocutores también estuvieran más definidos.
- Varios son los que te ven como presidenciable. ¿Estás dispuesto a entrar al ruedo?
- Cuesta enfrentar esta respuesta sin anticipar que toda cosa que diga corre el riesgo de caer en el lugar común, pero yendo al grano, tenemos bastantes candidatos bien posicionados, por lo que aquí no se requiere que se instale una nueva cara presidencial para solucionar un problema que no tenemos. Hoy existen cinco potenciales candidatos y no es real que alguien como yo, con poco nivel de conocimiento público, pueda estar instalado como carta. Adicionalmente, este ministerio no es una plataforma adecuada u óptima. Yo trato con realidades que son incómodas y que pueden generar fenómenos de identificación negativa. Trato con la justicia que muchas veces no está bien percibida, con los presos, con los menores infractores, etc.
- Pero, si llegara el caso…
- Quizás por comodidad, es una pregunta que no he llegado ni siquiera a formularme y no puedo responder. Lo que sé es que hoy está tan claro que de producirse el dilema serían otros los llamados, que no entro en candidaturas de ficción.
- Desde los tiempos de Balmaceda que un ministro de Justicia no se involucraba en la búsqueda de soluciones al tema carcelario. ¿Estaba entre tus prioridades al asumir?
- Lo fácil sería decir sí, pero la respuesta genuina es no. El tema carcelario era una realidad invisible para todos, yo incluido. Pensaba que con las cárceles concesionadas el sistema se estaba ordenando hacia una institucionalidad acorde con el resto del progreso del país. Pero mi visión cambió cuando producto del terremoto, visité las cárceles y pude darme cuenta que la cruda realidad superaba toda ficción. El impacto fue tan grande que hablé con el presidente y le dije que lo que había visto no podía estar ocurriendo en el siglo XXI y menos con nosotros gobernando. Él decidió visitar las cárceles conmigo, pese a que la fecha coincidió con la semana del rescate de los mineros y su viaje a Europa. Muchos le dijeron que no era conveniente, que opacaba la imagen del gobierno en esos momentos, pero insistió. Fue un acto de coraje, mirar a Chile en todas sus caras, desde la felicidad de los mineros y desde la angustia de los presos. Creo que ha sido una de las cosas políticamente más inteligentes, porque hoy no tengo que explicarle el problema ni rogar por ayuda. El plan que estamos implementando es consecuencia de esto, y es previo al incendio.
- En general, las cárceles y los presos no concitan interés y políticamente hablando no reditúan. ¿Eres consciente de ello?
- Es así y más de alguien me ha dicho por qué tanta preocupación, ya que la gente cree que el preso bien preso está. Pero, no asumí para hacer lo políticamente correcto y hacerme el tonto con realidades que me parecen intolerables. No vine aquí buscando acomodarme: vine a hacer bien mi pega y si bien no ando buscando mi suicidio político ni mucho menos, tengo la obligación de hacer valer mis convicciones por sobre el cálculo. Hay que introducir un poco más de humanidad, de civilización a nuestro sistema.
- Más allá del tema de las cárceles, ¿cuál es el sello con que te gustaría ser recordado?
- Estoy trabajando desde el primer mes en la reforma a la justicia civil, la más importante y potente ya que el 60% del ingreso de causas corresponden a esta materia. Estamos gestando un nuevo código que cambiará las cosas. Hoy, tenemos un proceso lento, con poca participación del juez y mucho espacio para la dilación, para la argucia y poco para que los hechos se impongan. Estoy bastante satisfecho del ritmo que hemos alcanzado. Son 540 artículos y vamos en el 380. Presentaremos el proyecto este año.
- ¿En qué medida dicha reforma cooperará a mejorar la imagen del Poder Judicial?
- Parte de la falta de fortaleza del Poder Judicial, en general, es que aparecen frente a la ciudadanía como responsables de una serie de cuestiones que no son atribuibles a ellos. Tienen que poner la cara por procedimientos que datan del siglo XIX como en la justicia civil y también la han tenido que poner frente a una serie de reformas -no la procesal penal- que tuvieron serios problemas de implementación. Uno no puede pedirle al ciudadano que discrimine y entienda que el juez muchas veces es una víctima de un diseño legislativo o una planificación poco cuidadosa.
Fuente:
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
CEL: 93934521
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