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sábado, septiembre 10, 2011

La última entrevista de Felipe Cubillos

UN LUCHADOR POR LA RESPONSABILIDAD SOCIAL





La última entrevista de Felipe Cubillos



Por Francisco Torrealba
Es pasado el mediodía del lunes 22 de agosto y Felipe Cubillos Sigall, 49 años, va arriba de su camioneta rumbo a las oficinas en construcción de Desafío Chile, la organización que creó después del terremoto del 27 de febrero de 2010 para ayudar a los damnificados.
Antes, temprano en la mañana, dio una charla en el Colegio Santa Úrsula, de Vitacura. En el auditórium, ante un centenar de alumnas, y algunas profesoras y apoderadas, vestido con jeans, polar negro -con su apellido estampado en una de las mangas, igual que los uniformes navales- y mocasines café un tanto desgastados, relató cómo fue capaz de dar la vuelta al mundo arriba de un bote y cómo creo la fundación solidaria.
Casi como un charlista profesional intercaló chistes para mantener la atención de su joven audiencia, mostró videos y puso música. Les contó que estuvo 146 días en medio del océano, con poca comida y agua, que pasó jornadas con temperaturas cercanas a los cero grados pese a que le tiene fobia al frío.
La exposición terminó con una ovación, una caja de chocolates de regalo y un ofrecimiento de las alumnas para ir a cantar a alguna de las caletas afectadas por el tsunami.
En la camioneta escucha el programa radial de Checho Hirane, del cual es panelista una vez a la semana y, en cada semáforo, responde algún mail o tuiteó a través de su BlackBerry.
Ya en el club de tenis El Alba, en Las Condes, donde está el terreno que la municipalidad les donó para que instalen su centro de operaciones, hablará con "Sábado", justo diez días antes de su trágica muerte en el archipiélago Juan Fernández, el viernes 2 de septiembre. Esta es su última entrevista.
-¿Alguno de tus cuatro hijos comparte el gusto por navegar?
-Felipe es el que más me acompaña. Hemos ido a correr a Inglaterra en 2007 y 2009. Me vine navegando con él, los dos solos, 20 días desde Ecuador. Es un tremendo navegante oceánico. También quiere correr la vuelta al mundo.
-¿Te gustaría que lo hiciera?
-Me da susto porque es muy peligroso.
-Pero tú lo hiciste.
-Sí. Va a ser su decisión en realidad. Me encantaría que la corriéramos juntos, pero la edad para correr una vuelta al mundo es entre los 45 y los 55 años, porque la gente es más sensata, más madura, rompe menos los botes. Los más jóvenes rompen los botes antes porque los fuerzan demasiado. Me da susto porque los riesgos son muy grandes en la vuelta al mundo, te puedes caer al agua, una enfermedad, un accidente, pero esa va a ser su decisión.
-Pero todo eso te podría haber pasado a ti e igual la corriste.

hace 3 días

o, está dentro de las opciones, pero yo ya tenía un camino recorrido, ya tenía una edad para hacerla. La hice a los 47 años, con mi vida hecha. Pero si él quiere, va tener todo mi apoyo.
-¿Cuál ha sido la situación más riesgosa que enfrentaste?
-Fue para la vuelta al mundo, una noche a mil millas de la costa chilena, a dos días de llegar a Cabo de Hornos, una tormenta terrible, con 70 nudos de viento y olas de 18 metros de altura. Esa noche fue aterrante para nosotros.
-¿Eres creyente?
-Creo en Dios, no necesariamente en una religión, pero creo en Dios.
-¿Y en una situación así, de riesgo, te encomiendas a Dios?
-No. Tomo la caña nomás, tomó el timón, eso es lo único que te puede salvar cuando estás ahí. Yo lo único que aprendí de la religión es la parábola de los talentos: si habíamos recibido más, había que devolver más. Eso me lo enseñó mi madre, Marcela Sigall.
-¿Tienes planeada alguna otra regata?
-Ahora, los primeros días de octubre, voy a correr la de Galápagos con el equipo de Nicolás Ibáñez, son tres días navegando. Y tengo pendiente correr la Sydney-Hobart, en Australia y la Newport, en Estados Unidos. Mi idea era correr las cinco regatas oceánicas más importantes: la Fasnet en Inglaterra, que la corrí dos veces; la vuelta al mundo; la trasatlántica, que también la corrí dos veces y me quedaron éstas, pero no me quita el sueño para nada, tengo como 60 mil millas navegadas ya, como dos vueltas al mundo, y no me quita el sueño.
"Hoy me atrae mucho más el Desafío Chile que cualquier regata internacional. Además que voy a correr en Chiloé con mi hijo, porque eso es lo que hoy me atrae de la navegación: estar con mi familia, con mis hijos. Para las vacaciones volamos al Caribe y arrendamos un yate con mis cuatro hijos. Íbamos de playa en playa, fue maravilloso estar con ellos ahí".
-Por la navegación y tus negocios seguramente te perdiste muchos momentos importantes con tus hijos, ¿el que hoy vivan contigo es una forma de compensar eso?
-No lo siento así. Es un acuerdo con mi ex mujer y le doy un enorme agradecimiento porque es una situación maravillosa. Es bien especial el que el papá pueda hacerse cargo de sus cuatro niños.
-Te lo preguntaba porque tal vez hubo cumpleaños, fechas importantes, ceremonias, en las que no estuviste.
-Lo más probable es que eso haya ocurrido, pero no estoy amarrado al pasado. Para mí el presente es el único momento que realmente importa. Los que viven pensando en el pasado ya murieron y los que viven soñando con el futuro no han nacido todavía. Lo que importa es lo que podemos hacer hoy.
"Siempre van a haber cosas pendientes, lo puedo tener yo con mis padres, lo pueden tener mis hijos conmigo. Pero mira, en todo caso, si yo pudiera dejarles algo a mis hijos, es que no se rindan nunca, ese es un regalo maravilloso. Es verdad, uno deja muchas cosas por hacer, pero este es el papá que les tocó, habría que preguntarles a ellos qué opinan, pero yo los adoro, tengo una relación exquisita con ellos".
-¿Te consideras un buen papá?
-Es tan difícil ser papá hoy día, es un desafío permanente, es la profesión más difícil que hay y nadie nos preparó para ella, te lo doy como dato, es lejos lo más difícil, hay que mezclar cariño con autoridad, es un desafío diario. Pero no, no me considero un buen papá, simplemente un papá que los quiere mucho.
-¿Cómo es tu día a día con ellos?
-Me levanto como a las cinco de la mañana. Siempre me he levantado temprano y me acuesto temprano también. Cuando vivía solo tenía como un loft en que la pieza estaba en el living, pero ahora que vivo con mis niños estoy más ordenado. Me levanto a las cinco, empiezo a revisar los mails y desde que estoy dedicado a Desafío, tengo reuniones tras reuniones, salidas a terrenos.
"Mínimo a la semana estoy en tres ciudades distintas, viajo mucho, manejo mucho auto, siempre hay algo que inaugurar, la semana pasada estábamos en Vilcún, nos fuimos un día en la noche en bus porque teníamos poco tiempo, inauguramos el colegio, después fuimos al norte. La semana pasada estuve en Punta Arenas dos días, ahora vamos a Constitución, después a Juan Fernández".
-¿Cómo lo hacías para navegar si tenías fobia al frío?
-Toda la vida tuve ese problema. Y también me mareaba mucho, pero como tengo mi personalidad y no me gusta rendirme, se la gané al mareo.
-¿Te mareabas también?
-Sí, y vomitaba mucho; de hecho, para mí era un riesgo, porque me operaron del esófago en 1999 y estuve apunto de morirme porque tuve un paro intestinal, con lo cual después no podía vomitar, así es que si me mareaba, era un tremendo problema, si ni volar puedo.
"Ahora que lo pienso, yo no era el candidato para dar la vuelta al mundo, pero siempre he pensado que esas cosas tienen que ver con la voluntad, con la fuerza, con la pasión... todo el resto se puede resolver. ¿Quién era yo para ser parte de la reconstrucción? No era experto en crisis, sólo un empresario de los salmones y de navieras, pero, al final del día, me da lo mismo si tengo las capacidades, porque mientras tenga las ganas y la pasión para hacerlo, lo más probable es que vaya a encontrar a alguien mejor que yo para que me ayude y así armar un equipo".
Su cercanía con Juan Fernández
Ahora es martes 23 de agosto, hora de almuerzo. Felipe Cubillos llega un poco tarde a un restaurante de Vitacura. Son sólo cinco minutos, pero se deshace en excusas. Explica que lo llamó su hija menor y que se quedó hablando por celular en el auto. Era Florencia, que aún va al colegio. Los otros tres, Felipe, Sofía y Amalia están en la universidad.
Se sienta a la mesa, antes de pedir ñoquis con atún, habla de nuevo por teléfono para coordinar la entrega de ayuda a una niña de Chiloé.
En su brazo izquierdo tiene dos pulseras, una de ellas es de la Universidad de Chile, el club de fútbol del cual era fanático, herencia que le dejó su padre, el empresario, ex oficial de la Armada, ex navegante y ex canciller Hernán Cubillos. "Con mi papá nos juntábamos a ver los partidos de la selección, era una tradición, siempre en su casa".
-¿Cuando eras niño, cómo era la vida en tu casa, había mucha disciplina por ser una familia de ex uniformados?
-Había disciplina, pero no tanta tampoco. Me acuerdo que desde chico que me pegó lo de la navegación. A mi papá le gustaba mucho navegar, yo empecé, de hecho, a los siete años a navegar con él. Siempre me hice la pregunta que si me gustaba la navegación porque era el momento para encontrarme con mi papá, porque era una buena oportunidad para estar con él o si me gustaba porque sí nomás.
"Con mi papá fui varias veces a Juan Fernández, quizás es por eso la cercanía que tengo con Juan Fernández y porque nos hemos preocupado tanto de ayudar a la gente de la isla después del terremoto. Ese era un tema; lo otro, es que mi familia era muy dedicada a lo público y tal vez yo no fui un navegante profesional porque me inculcaron desde chico lo del servicio público, que había que devolverle a la sociedad. Entonces siempre he tenido esa dualidad entre la navegación y devolverle a la sociedad que tanto nos ha dado".
-Dices que la navegación era para encontrarte con tu papá, ¿cómo era su relación?
-En esa época uno no hacía tantas preguntas como los niños de hoy y si bien mi papá era una persona muy cercana y cariñosa, viajaba mucho, con trabajos muy importantes, con mucha reunión importante, entonces había poco espacio para estar juntos y la navegación nos daba eso.
-¿Y cómo es la relación con tus hermanos?
-Buena, los quiero mucho. Son todos bien diferentes.
-¿Se ven seguido?
-Sí, nos vemos, claro, no tanto como uno quisiera, pero conversamos por teléfono bastante seguido, tenemos una relación normal. Luis Hernán, como buen hermano mayor, es el más ordenado, el más responsable. Yo soy el segundo, después viene Nicolás, el rector de la Universidad Finis Terrae, también muy ordenado. Y después la Marcela, la más chica, la más política. Ahora que me preguntas eso de la disciplina, me acuerdo que mi familia hizo fuertes esfuerzos para que me dedicara a la música, hasta me pusieron en clases de piano.
-¿Y?
-Nunca pude, tenía muy mal oído. También me gustaba el tenis. Cuando tenía 12 años tuve que decidir entre el tenis y la vela, y como en la vela puedo navegar hasta viejo, incluso de forma competitiva, elegí eso. La vela, además, tiene algo bien especial: es el único deporte del mundo en que siendo un aficionado, puedes competir en la misma cancha con el campeón del mundo. En el golf nunca voy a jugar con Tiger Woods o en el tenis nunca voy a jugar con Novak Djokovic.
"Debo haber tenido siete u ocho años y teníamos un campo en San Vicente de Tagua Tagua que lo expropiaron para el gobierno de Allende. Tal vez, si no hubiese pasado eso, ahora correría a caballo".
"De ahí nunca más fuimos al campo, íbamos a Algarrobo, donde empecé a navegar. Me acuerdo que mis papás nos regalaron un bote chiquitito de madera. Yo tenía siete años y mi bote se llamaba Chichester, como el marino inglés, el navegante solitario. Imagínate, a los siete años ya me daba vuelta la idea de ser navegante".
-Cuando dejaste la Escuela Naval, ¿qué querías hacer?
-Quería ser campeón olímpico, ésa era mi motivación.
-Poco común tu motivación.
-Sí, es verdad. Es que a mí siempre me atrajo el deporte, la vela, enfrentarse a la naturaleza en su forma más brutal, no vencerla nunca, pero sobrevivir y, como a través del entrenamiento personal, el sacrificio individual, finalmente recibes un premio, que puede ser una medalla, un aplauso o un gracias. Tiene el atractivo que tú formas equipo. Yo soy un convencido de que eres nada sin equipo. Así es que esa fue mi vida. Fui a los Panamericanos en 1983, pero me fregué la rodilla a fines de ese año, así es que no pude seguir entrenando para ser campeón olímpico y me dediqué a terminar Derecho.
-¿Por qué te retiraste de la Armada?
-Creo que por mi manera de ser. Tengo un tema con la autoridad, tengo algo demasiado fuerte con la libertad, así es que no era para mí.
"En 1978, estábamos a punto de la guerra con Argentina, mi papá era canciller, resolví quedarme un año más porque si había guerra y había que defender a Chile era mejor hacerlo desde la Armada. Una vez que no hubo guerra me retiré y entré al Instituto Nacional, lo cual agradezco mucho, porque fue muy bueno para mí y eso que entré a mediados de año".
-¿Fue muy raro eso, llegar a un curso hecho, sin conocer a los compañeros?
-La verdad que no. Es que yo no le tengo mucho miedo a la incertidumbre. Lo pasé muy bien, hice grandes amigos, de hecho, el Instituto Nacional, el año pasado, me hizo un homenaje con Laurence Golborne como alumnos destacados, estuve con mis ex compañeros, fue muy bonito. Después di la prueba y entré a la Universidad de Chile a estudiar Derecho.
-¿Elegiste Derecho porque te gustaba o por un tema familiar?
-Tenía muchas opciones porque me había ido muy bien en la prueba, así es que podía entrar a Ingeniería Civil, Comercial...no tengo un lado artístico, así es que entré a estudiar Derecho, pero nunca ejercí. Hice mis cinco años en la Escuela de Derecho y después me fui a vivir al sur. Me creí el cuento de la regionalización, creía que había que ayudar a regionalizar este país, así es que me daba lo mismo dónde irme. Me salió una pega de jefe de relaciones industriales de una pesquera en Puerto Montt y me fui para allá y ahí partí. Después, cuando estaba naciendo la industria salmonera, me ofrecieron la gerencia general de una empresa.
"Ahí fui gerente por algunos años hasta que un día soñé que quería ser libre cuando tuviera 45 años, que quería hacer mi destino y ahí me independicé. No tenía plata, ni ideas, ni nada. Yo no había heredado plata, sólo una buena educación. Mi análisis fue: no me voy a morir de hambre, voy a inventar algo".
"Mi primer proyecto fue construir una marina para yates en Puerto Montt, conseguí el financiamiento y hasta hoy funciona. Después me vine a Santiago, hice un posgrado en administración en la Adolfo Ibáñez, después me metí en la piscicultura de salmones en la zona central, ahí en Peñaflor, que la vendí en 2007. Antes, en 2000, empecé un proyecto de internet con varios socios, senegocia.com, en Perú y en Argentina".
"Siempre he hecho socios a los ejecutivos de las empresas, para que todos estemos alineados y comprometidos, eso me ha permitido tener el tiempo para dedicarme a todos estos proyectos en paralelo".
"Con la plata de la venta de la piscicultura empecé una naviera, Naviera Navegante. Además, ese año, el 2007, decidí dar la vuelta al mundo así es que empecé a prepararme para eso".
"Entremedio, en el 2003, 2004 me nombran decano de Economía de la Diego Portales. Esa es mi historia profesional, todo lo que tengo e hice lo partí de cero y gracias a eso, hoy puedo vivir tranquilo y dedicarme al Desafío".
-Te tocó estar en la universidad durante los 80, una época bien convulsionada en Chile.
-Es verdad. Yo fui candidato a presidente del Centro Alumnos en el año 1984. Me fue bien en la elección, pero perdimos con mis amigos del Movimiento Universitario Autónomo. Me acuerdo que logramos que se hiciera la primera elección democrática de la Fech y postulamos a la presidencia, pero perdimos contra Yerko Ljubetic.
-Tu papa murió en 2001, cuando estabas trabajando en Argentina.
-Él vivía en Chiloé y lo trasladaron a Santiago para hospitalizarlo. Yo viajé desde Argentina para verlo. Me acuerdo que era sábado, fui con mis hijos y se veía relativamente bien, lo abracé, hablamos harto, pasamos la tarde juntos. Esa noche volví a Argentina muy tranquilo, pensando en que lo iban a dar de alta luego, pero al otro día me llamó mi hermano para decirme que el papá había empeorado, así es que arreglé las cosas para devolverme. Lamentablemente ni siquiera alcancé a llegar al aeropuerto, porque no habían pasado dos horas desde la primera conversación con mi hermano cuando me llama de nuevo y me dice que el papá había muerto. Cuando me despedí de él nunca pensé que se iba a morir al otro día.
-¿Cómo tomaste la separación de tus padres?
-Yo creo que ellos llegaron a una suerte de acuerdo. No sé si la palabra es acuerdo, pero se separaron cuando nosotros estábamos todos casados, teníamos nuestras vidas casi armadas, así es que el impacto es menor, pero igual a uno le da pena, porque uno creía que les iba a costar rehacer su vida y volver a intentar ser felices.
-¿Y tu separación?
-Ha sido el momento más triste de mi vida. Llevábamos 12 años de casados y fracasamos. Nuestros hijos estaban chicos y me dio mucha pena por ellos. Pero, como digo yo: no hay temporales eternos.
Su desafío
En lo que serán las instalaciones de Levantemos Chile hay tres maestros almorzando sentados en el suelo de madera. Cubillos los saluda de la mano a cada uno, les pregunta cómo están, si necesitan algo y para cuándo creen que estará lista la nueva sede. Él la recorre, la muestra orgulloso, mientras cuenta que la idea es que no haya oficinas separadas; de hecho, la única pared que se va a levantar es para la sala de reuniones. "Acá nadie tiene privilegios, nadie manda, no hay jefes".
Al rato, le da hambre. Camina entre las canchas de tenis rumbo al casino del club. Saluda a jugadores, pasapelotas y guardias. A todos con una sonrisa y un muy gentil "buenas tardes, ¿cómo está?". Se sienta en una de las mesas del casino, pide un plato de lasaña y mientras, otra vez, saluda a un par de profesores de tenis con los que se compromete a retomar sus clases, relata cómo ha sido su año y medio al frente de la ONG, la que hoy cuenta con más de 500 voluntarios, con 45 personas trabajando directamente y que ha levantado más de 30 escuelas y 80 comercios desde el 27-F.
-¿Antes del terremoto, habías pensado hacer algo como Levantemos Chile?
-Sí. Estaba evaluando un barco, algo así como una Esmeralda, pero más chico y que en la mitad de su tiempo hiciera una función social. Agarrar a niños de Séptimo Básico de colegios municipales y embarcarlos por una semana y hacer un programa de liderazgo con ellos y, el resto del tiempo, programas de liderazgo a empresas y universidades. Se me ocurrió que había la posibilidad de una función social, a través de la navegación, pero con el terremoto quedó postergado ese proyecto y me dediqué a la reconstrucción. Yo ya había cumplido el sueño de vida, había corrido la vuelta al mundo, había estado arriba del primer barco chileno que pasaba primero por el Cabo de Hornos. Había sido todo perfecto para mí y la pregunta que me hacía era: ¿puede haber algo tan potente como eso? ¿Qué viene después? Y un muy buen amigo me escribió un mail muy lindo en el que me decía: "Con la vuelta al mundo fuiste capaz de convertir un desafío personal en un desafío colectivo y quizás hoy día es el momento de convertir un desafío colectivo en un sueño personal", que era el terremoto y la reconstrucción.
Y como en casi todas las cosas que yo hago en la vida, me voy nomás, porque tengo poca parálisis, me la juego nomás. Miles de personas habían estado ayudando allá y dije: bueno, no sé bien lo que voy a hacer.
"Se me ocurrió mandarle el mail a los miles de contactos que tenía. Y ahí lo que pasó fue un poco mi definición de liderazgo: resultados concretos a corto plazo, pero un sueño potente a largo plazo. Sin sueños, las cuestión no funciona, sin resultados, tampoco, nos quedamos entrampados. Ahí se armó el proyecto. Convocamos a mucha gente. Nos creyeron, vieron que éramos transparentes, cercanos. Nos apoyaron las empresas y no hemos parado desde ese día y cada día se suma más gente. En Iloca después soñé con este proyecto "A mí sí me importa". Como yo conocía el mundo de internet quería juntar una sociedad disgregada a través de las redes sociales y ayudar".
-¿Pero habías hecho algún tipo de acción social?
-Me acuerdo que una vez fuimos a construir una mediagua con mis hijos a un campamento al lado del zanjón de la aguada, un regalo que nos hicimos entre todos.
"Pero mi última experiencia fue para las inundaciones del 2002. Agarre mi Zodiac y me fui a Quilicura a sacar gente a la que se le había inundado la casa. Me acuerdo que llegué y la gente me dijo: "Estamos esperando a la 'muni'". Yo les dije que la municipalidad estaba cerrada, que se iban a quedar esperando, que se subieran, que era el último tren. No fue nada épico, sólo ayudé a 25 personas a salir de la inundación".
"Pero ahí te das cuenta que el paternalismo está tan metido en la gente, esas personas estaban esperando que la municipalidad los fuera ayudar. Nuestro modelo es distinto: cómo juntos podemos, entre todos, resolver el problema. Juan Fernández es un ejemplo. En Juan Fernández conseguimos ayuda estatal, a través de Sercotec, también hubo ayuda privada con Collahuasi y la gente tenía la responsabilidad de autoconstruir. Me acuerdo de una conversación con la gente de Juan Fernández en que les dije: "La gran lección, el gran mensaje que les van a dejar ustedes a sus hijos, va a ser cuando los vean llegar con sus manos llenas de callos, porque ustedes mismos fueron capaces de levantarse, de volver a construir sus comercios, sus casas".
-Después de ayudar en la reconstrucción empezaste a colaborar en otras regiones que no habían sido afectadas por el terremoto.
-Es que al final la problemática es la misma. Cuando pasó un año nos hicimos la pregunta como equipo de si seguíamos en esto. Y la respuesta fue: sigamos porque las necesidades son enormes. Porque cuando íbamos a terreno descubríamos que había muchos problemas por el terremoto, pero también muchos que no tenían que ver con eso. O sea, la persona que vive en un campamento tiene los mismos problemas que alguien que lo afectó el terremoto.
"Seguimos preocupados del terremoto, pero también de la pobreza y las necesidades de la gente, así es que podemos estar en cualquier lado. No hacemos una discriminación geográfica. Queremos ayudar a discapacitados, a fomentar el deporte, a mejorar los barrios, la educación".
"Son momentos, como todo en la vida, como esa película de Woddy Allen, Match Point, que la pelota puede caer en un lado o en el otro de la red. Creo que las historias de los países, de las instituciones, de las personas incluso, están llenas de esos momentos, de esos puntos de inflexión que te pueden cambiar la vida para siempre".
-¿Influyó el que mientras tú habías tenido una vida acomodada otras personas lo habían pasado mal?
-Yo no me siento responsable de los problemas que pueda tener el país, pero sí me siento responsable de ser parte de las soluciones, de ayudar a resolver los problemas de mucha gente. Yo tuve la oportunidad de conocer la educación pública en el Instituto Nacional, en el Escuela Naval, en la que era un número, el 193.
"Entré a la Universidad de Chile y después me creí el cuento de la regionalización y me fui muy joven a vivir al sur, a Puerto Montt. Después me creí el cuento de ser empresario, emprendedor, creativo, crear empresas nuevas, de pagar impuestos, dar trabajo. Sentía que ese era mi rol".
"Entonces, hoy día, si con ese mismo empuje, con toda esa creatividad y pasión que le puse para emprender, con las mismas reglas del emprendimiento privado puedo solucionar problemas públicos, excelente, y créeme que no lo hago por ningún sentimiento de culpa o de deuda, sino que porque me hace feliz, me llena la vida y el alma hacerlo".
"Son distintos roles en distintos momentos. Yo partí hace cinco años con la fundación Imagina para, desde lo que yo sé hacer, el emprendimiento privado, ayudar a personas, que no han tenido las mismas oportunidades que tuve yo, para que puedan emprender, salir adelante. Porque si a cada una de esas personas les va bien es de un efecto importantísimo, porque las demás ven que si ellas pueden, ellas también pueden. Entonces, como yo no creo en el paternalismo, en el asistencialismo, y sí en la potencia individual, sentía que esa era mi contribución, darles herramientas".
-Pero en ese momento, cuando decides armar Imagina, ¿qué fue lo que te motivó a dejar tu estilo de vida por ayudar?
-Son varias cosas. Tiene que ver con mi historia familiar, donde siempre estuvo presente el servicio público. Después, tuve una formación escolar y universitaria que apuntaba a eso también.
"Y también una inquietud personal, ser un convencido de que hay distintas formas de ayudar, que no todo hay que hacerlo desde el Estado o la política tradicional. Tenemos que superar esta visión tan estructurada de la sociedad, en que estos tienen un rol y estos otros, este otro rol. Tenemos que conversar. Uno de los problemas es que los empresarios desconfían y no conversan con los políticos y viceversa y al final creemos que alguien tiene que resolver los problemas y no nosotros".
"Mi concepto de sociedad civil es que todos tenemos una responsabilidad, los profesionales, los jóvenes, los empresarios, que no sólo tienen que ayudar al país pagando impuestos".
-Para hacer eso hay que tener solucionado un ámbito de la vida tan importante como el económico.
-Okey, pero te digo que me ha ido relativamente bien, no soy un tipo súper exitoso, tengo mis empresas chicas, medianas, pero no tengo mi futuro resuelto y, en todo caso, eso hace esto más tractivo, más fascinante, porque si tuviera todo resuelto, sería más fácil tal vez.
"Es un poco lo mismo que me pasaba cuando me ponía navegar y me mareaba, me enfermaba. Eso no me detiene, más bien me motiva no tener los temas resueltos. Lo único que sé, es que yo vivo el día, y el día que estoy viviendo hoy es fascinante, no sé lo que tiene el futuro para mí, ni siquiera me importa el futuro".
"Si yo tengo o no tengo mi tema resuelto, no lo sé. Cuando la gente dice: 'Este tipo lo puede hacer porque tiene su vida resuelta', yo digo que hay gente que tiene mucho más asegurado su futuro y no hace nada, y otros, que no lo tienen para nada asegurado y lo hacen todo, con mucha convicción y vocación. Mis circunstancias pueden cambiar, no es que yo tenga un stock de millones en una cuenta en el banco, nadie me garantiza mi futuro. Lo que tengo son ganas y la posibilidad de ayudar".
-¿Cuesta convencer a los empresarios para que aporten?
-Hasta ahora hemos recibido mucho apoyo, esperemos que siga así, nadie tiene obligación. Por ejemplo, yo me podría haber bajado después del terremoto, después de inaugurar la escuela de Iloca podría haber dicho: "Ya, estamos listos, nos vamos". Después levantamos los comercios en Juan Fernández, después las escuelas, etc.
"No tenía obligación de seguir. Pero cuando ves que el modelo empieza a funcionar, que llega gente con ganas de ayudar, sin pedir nada a cambio, que llegan porque les brillan los ojos, porque sueñan con que pueden ayudar a transformar Chile. Ese es el cambio. Gente que se pregunta cómo puedo ayudar".
"Claro, dicen que el señor Cubillos puede porque tiene tiempo, porque no tiene que trabajar. Pero, ¿el resto no puede? Dedícale algo de tu tiempo, una tarde, un rato el fin de semana, algo".
-¿Sentías que tu generación estaba en deuda?
-Me cuesta verlo como algo generacional, sobre todo porque en Desafío somos de distintas generaciones. Pero es verdad, a parte de mi generación le fue muy bien. Tuvimos mucha libertad para emprender, para soñar. Yo soy un profundo agradecido de mi país. Gracias a mi trabajo pude conocer muchos rincones de mi país, he conocido mucha gente, muchos trabajadores, he viajado por el mundo.
"Tengo una vida maravillosa, muy abierta, sin estructuras, muy móvil. Si de mí dependiera, si no fuera necesario darles la educación que les falta a mis niños, mi sueño no es hacer un nuevo emprendimiento privado, sino que me dedicaría el resto de mi vida al Desafío Chile, que me llena el alma".
"Me levanto feliz. Dudo que haya un trabajo más entretenido que éste, más fascinante que éste, con tal nivel de gratificación, que son gratificaciones tan espontáneas, tan de terreno. Ver esos niños, esas mamás, esos comercios levantarse. Es una gratificación tan silenciosa, tan pura. Soy un agradecido de la vida".
-¿Hasta cuándo vas a seguir con Levantemos Chile?
-Mira, yo considero mi vida fascinante, creo que tengo el trabajo más entretenido del planeta, con un equipo que me llena el alma, soy inmensamente feliz con todo lo que hago, y lo hago porque me encanta esto. Si esto sigue creciendo va a depender de cuánto podamos ayudar, con más proyectos, ayudando a más gente, no sé hasta cuándo. La gracia de esto es que hay demanda infinita, no competimos contra nadie, sólo ayudamos".

Fuente:EMOL

SaludosRodrigo González FernándezDiplomado en “Responsabilidad Social Empresarial” de la ONU
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