Sábado 06 de Octubre de 2012
Desde California
Incluso en California, donde 2/3 de los votantes eligieron a Obama en 2008, hay decepción por su desempeño en su primer debate con Mitt Romney. Así lo recoge la prensa y se percibe en la población.
Cerca de 90 millones votarán en la elección presidencial del 6 de noviembre, menos de la mitad de los potenciales electores, pero sobre 50 millones vieron o escucharon el debate -seis millones en California-.
Cuesta entender qué le sucedió a Obama en el foro: inseguro, cabizbajo, sin mirar a su contendor, recurriendo repetidamente a sus notas esparcidas en el podio para responder débilmente a las críticas de su oponente. Parecía echar de menos el teleprompter y haber perdido su energía y brillante oratoria. Recordaba a Bush padre en su primer encuentro televisivo con Clinton, mirando su reloj, esperando que terminara el desagrado del cara a cara.
Romney repitió el encuentro entre Reagan y Carter; con naturalidad, se hizo cargo de todos los temas -hasta de Dios en la sociedad estadounidense y de América Latina-. Prometió lo que los electores quieren oír: crecimiento, empleo y reducción del déficit fiscal: promesas incumplidas de Obama. Con habilidad, Romney se comprometió con lo obvio: apoyar a las pymes y a la clase media. Su estrategia es acercarse al electorado, parecer moderado, desmentir las acusaciones de su favoritismo por los grandes empresarios, y abrir un espacio para atraer a los demócratas desilusionados de la gestión del Primer Mandatario.
Obama, apabullado por el estancamiento económico y la cesantía, más bien reclamó que su contrincante no explicaba cómo alcanzaría sus metas; que las matemáticas de superar las rebajas de impuestos con la eliminación de elusiones tributarias no cuadraban, y que la falta de precisión sobre los medianos empresarios permitiría beneficiar a los grandes contribuyentes como Donald Trump.
¿Qué le sucedió a Obama? Tal vez no hizo las tareas, lo afectó la burbuja en que viven los presidentes, tuvo mala asesoría, se descuidó o perdió el ritmo de debatir. Mal que mal, Romney necesitaba desesperadamente superarse en este foro para recuperarse de sus desaciertos, y contaba con más de 50 horas de debates en los últimos meses, durante las primarias. Cualquiera sea la explicación, lo acontecido podría ser sólo un tropiezo para Obama: restan otros dos debates presidenciales, cuatro semanas para la elección, y bien pudo haber guardado su artillería para desacreditar al cambiante Romney en el último foro.
El jefe de campaña de Obama sostuvo que la actuación de Romney le podría permitir ganar un Oscar, pero no la Presidencia, porque no es confiable aún. Es una nueva estrategia: no criticar el conservadurismo de Romney, sino sus ambigüedades y fallas.
En todo caso, hay otro ambiente, otra dinámica y, seguramente, habrá un nuevo Obama, más agresivo, menos cortés y mas asertivo.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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