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domingo, enero 30, 2011

Cómo se preparó el viaje de Obama a Chile

Cómo se preparó el viaje de Obama a Chile

La gira del Presidente de Estados Unidos -que también incluirá a El Salvador y Brasil- se diseñó en función de las nuevas señales que el Departamento de Estado norteamericano pretende dar a America Latina, otorgándole un estatus de "región emergente".

por Alvaro Vargas Llosa, desde Washington - 30/01/2011 - 09:19

En pocas partes del mundo el anuncio de un viaje del Presidente Barack Obama causaría tanta sorpresa como la que provocó en América Latina el periplo que él mismo se encargó de publicitar esta semana, durante su discurso anual ante el Congreso, cuando dijo que en marzo visitará Brasil, Chile y El Salvador. Parece tan excepcional que un mandatario estadounidense visite América Latina en estos tiempos, excepto si se trata de México, vecino de frontera, o de una "cumbre" inevitable, que el solo anuncio generó una excitación desproporcionada en los países mencionados, y envidias y conjeturas igualmente exageradas en las otras naciones de la región.

La razón no es difícil de entender. América Latina, por más esfuerzos que hacen los responsables de ese apartado en la diplomacia estadounidense, no figura entre las grandes prioridades de Washington. Las urgencias de otras zonas y los problemas domésticos han reducido la presencia política de América Latina en Estados Unidos desde hace algunos años. Ella contrasta de forma muy marcada con la creciente importancia que tiene su economía para el mundo corporativo y financiero norteamericano.

Varias razones llevan a Obama a visitar dos países sudamericanos y uno centroamericano. Las generales, según pude colegir de lo que me dijeron diveros responsables políticos, observadores y actores económicos, tienen que ver con tres asuntos que llaman la atención del gobierno norteamericano, y no necesariamente en este orden: la competencia china, la desproporcionada importancia del narcotráfico en la agenda bilateral y el creciente estatus de la región en su conjunto como fuerza emergente.

En primer lugar, es obvia la creciente competencia que representa China para Estados Unidos en una América Latina donde antes era una mera curiosidad ideológica representada por grupúsculos maoístas. De hecho, los chinos ya son el primer interlocutor comercial de Brasil, Chile y Perú, y el segundo de Argentina. La posición oficial de Washington es que esa competencia es bienvenida, porque "ayuda a hacer crecer la torta y es parte de la globalización, que beneficia a todos", dice Ben Rhodes, el "número 2" del Consejo de Seguridad Nacional. Pero en la práctica, Estados Unidos, que ya ve con mucho recelo la forma en que Beijing empieza a pisar muy fuerte en términos militares en ciertas áreas, particularmente el Mar de China meridional, no quiere descuidar su "patio trasero", donde los asiáticos ha hecho avances importantes. Y aunque el interés chino es primordialmente económico, los lazos con Venezuela -que aspira a venderle a Beijing un millón de barriles de petróleo diarios-  y Cuba -donde los chinos hacen obras de exploración- tienen una trastienda política.

En segundo lugar, explica Richard Lugar, el republicano de más jerarquía en el Comité de RR.EE. del Senado, si bien existe la idea de que el narcotráfico está fuera de control, también hay la percepción de que este tema ha venido monopolizando la "agenda" latinoamericana y dando la impresión de que nada más importa.

Por último, existe la sensación en ciertos sectores en Washington de que va llegando la hora de dar a América Latina, en términos políticos, el estatus de referente "emergente" que se le viene otorgando en el mundo tanto corporativo como financiero. El Presidente Obama ha visitado México y el Caribe, y ha recibido a varios mandatarios en la Casa Blanca, mientras que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha recorrido la región más que varios antecesores. Pero nada de eso bastaba para crear la imagen de una "sociedad" entre Estados Unidos y América Latina. La crítica que se ha hecho desde el sur del hemisferio  es que Washington no pone suficiente atención. El viaje busca afianzar la idea de que esa percepción es equivocada.

El gran quebradero de cabeza para la diplomacia estadounidense y para la Casa Blanca ha sido la elección de los países, por supuesto. Desde que se hizo el anuncio, las conjeturas y teorías conspirativas estuvieron a la orden del día. En Colombia se piensa que este país quedó fuera porque el Tratado de Libre Comercio está pendiente de ratificación todavía y Obama no tiene intención, a pesar de su promesa en el discurso ante el Congreso estadounidense, de respaldarlo. En Perú hay quienes creen que se trata de una respuesta a la decisión de Alan García de dar un recibimiento de muy bajo perfil al Zar Antidrogas cuando estuvo en Lima hace pocas semanas y al mal clima que se creó desde la filtración del cable diplomático en el que un antiguo embajador norteamericano en ese país se refería a García en términos insultantes.

Sin embargo, la realidad -con respecto a la elección de Brasil, Chile y El Salvador- es mucho más compleja de  lo que estas teorías sugieren. Un alto funcionario del gobierno me dijo que "es siempre muy delicado elegir países para una visita así, pero hubo varios países que no incluimos por una de dos razones: o porque el presidente ya estuvo allí o estará el próximo año, o porque hay procesos electorales y una presencia del presidente se interpretaría como una toma de partido por el oficialista, cosa que no queremos hacer en ningún caso".

Obama ya estuvo en México y -con ocasión de la Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago-, en el Caribe. El próximo año tendrá lugar la próxima Cumbre de las Américas en Cartagena, lo que implica que el mandatario norteamericano viajará a Colombia y estará en Bogotá antes o después del evento que se hará en la costa colombiana. En cuanto a los procesos electorales: una visita de Obama a Argentina se interpretaría como un respaldo a Cristina Kirchner de cara a los comicios de octubre, algo que la Casa Blanca no quiere proyectar (por lo demás el mandatario ya la ha visto en reuniones del G-20). En el Perú, el proceso electoral no sólo se ha enrarecido mucho con acusaciones personales y campañas de odio, sino que encuentra al gobierno sin candidato propio tras la crisis del Apra. Al mismo tiempo, cunde la percepción de que Alan García quiere volver a ser candidato en 2016. "No convenía ese escenario por las conjeturas que se iban a hacer". Por último, en Guatemala también hay una campaña electoral en marcha y la esposa del Presidente Colom, Sandra Torres, aspira a sucederlo.

En ningún caso, según el senador Bon Menéndez, pieza clave del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, "se necesita justificar una visita a Brasil y Chile, porque las razones son obvias: Brasil es la potencia emergente y ahora que Lula, que estaba apoyando a Irán, está fuera del panorama, el terreno está abonado para un fuerte relanzamiento de la relación. Y Chile es el país más estable económica, política y socialmente del continente". El rescate de los mineros en octubre pasado, así como la reconstrucción exitosa tras el terremoto de febrero "simbolizan", según una alta fuente del gobierno, "la proyección de ese país en el escenario hemisférico  y su simbolismo como aquello que se debe promover para todo el continente: modernidad, innovación, cooperación internacional".

El propio Obama se encargó de decirlo así cuando, hacia el final de su discurso ante el Congreso y en referencia al rol jugado por el empresario Brandon Fisher, cuya compañía fue clave para el Plan B del rescate, destacó aquella hazaña como un ejemplo para el mundo actual.

Más delicada fue la elección de El Salvador en Centroamérica. El país lógico en otro escenario habría sido Guatemala, por su tamaño y su importancia estratégica. Sin embargo, la violencia provocada por el narcotráfico -que se ha desplazado de México hacia allá a través de la frontera-, la muy turbia situación política y el escenario electoral con la controvertida participación de la primera dama hicieron descartar esa opción. Por otro lado, Nicaragua tiene un gobierno enfrentado con Obama y claramente situado en el eje de Chávez, con creciente relación con Irán, además de que las maniobras de Daniel Ortega para perpetuarse son vistas aquí como un retroceso democrático. El Salvador, en cambio, también muy afectado por la violencia conectada al narcotráfico, era un buen candidato a ser anfitrión de la visita presidencial. El Presidente Mauricio Funes, contra todo pronóstico, se ha desmarcado de Hugo Chávez y está bajo una tremenda presión del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, que quiere radicalizar al gobierno. Tanto un sector empresaral representativo como un grupo de ex miembros del opositor partido Arena han apostado por Funes e intentan darle una base de poder para que mantenga al país por la senda responsable. Obama también pretende fortalecerlo con su visita.

Gesto a Piñera

Para el Presidente Sebastián Piñera, la visita de Obama es un gran espaldarazo. Se trata de la primera que realiza un mandatario norteamericano a este país en dos décadas. Después de unos años en que la imagen de Chile había dejado de tener el "sex appeal" de otros tiempos, en parte por la percepción de que se había desacelerado su marcha al desarrollo un tanto y, en parte, porque otros países de la región empezaban su propio ascenso, el país vuelve a estar en el radar norteamericano.  El rescate de los mineros simbolizó una puesta al día en términos de mentalidad y eficiencia, pero también la confirmación de que Chile se ha relanzado a sí mismo como referente del mundo emergente.

Si América Latina y el sudeste asiático fueron las zonas del mundo emergente que más capital extranjero captaron en inversión directa el año pasado (unos US$140 mil millones), tres países en particular vieron su nivel de captación aumentar exponencialmente. Chile fue uno de ellos. Pero no sólo captó inversión extranjera directa. La confianza de los inversores indirectos hizo, en parte, que la Bolsa tuviera un rendimiento de un 40 por ciento, sin elevar las cotizaciones a alturas irreales, por tanto sin riesgo de burbuja. Diversas publicaciones, entre ellas Money Morning, creen que Chile es el mejor lugar para invertir en acciones o bonos en América Latina, porque los otros países de moda tienen -además de inestabilidad- niveles de calentamiento excesivos (el múltiplo de los precios de la Bolsa sobre los beneficios de las empresas que cotizan es dos veces superior en Perú, lo que hace pensar en una euforia riesgosa).

Los pronósticos de crecimiento que hacen Merrill Lynch y Goldman Sachs colocan el aumento del PIB chileno para 2011 en un mínimo de 6%, con expectativas superiores.

El resurgimiento de Chile como referente y, por tanto, la deferencia de Obama al visitar este país es tanto más interesante cuanto que el intercambio comercial entre ambos países no es muy grande. El lugar que ocupa Chile como destino comercial de la primera potencia (puesto 24) y el monto del flujo de bienes y servicios de ida y vuelta (menos de 20 mil millones) representan relativamente poco en comparación con la importancia que se da a Chile en el contexto continental. Estados Unidos aspira a que Chile utilice este éxito y la correspondiente condición de "ejemplo" continental para usar lo que algunos de sus funcionarios llaman su "poder blando". Se considera que Chile es excesivamente retraído en el plano latinoamericano, prefiriendo concentrarse en contactos bilaterales antes que en ejercer un liderazgo regional. Dada la decadencia argentina, Chile, se cree, podría, a pesar de su tamaño relativamente menor, ejerer una influencia positiva para el desarrollo y la modernización de la región si se hiciera notar más en temas latinoamericanos.

Desde hace bastante tiempo, Santiago es una parada acostumbrada para dignatarios norteamericanos. El año pasado, tanto el secretario de Defensa, Robert Gates, como el subsecretario para Asuntos Políticos del Departamento de Estado, William Burns, visitaron Chile. Sin embargo, en aquellas ocasiones Argentina estuvo dentro del recorrido, a diferencia de lo que ha decidido Obama. Washington quisiera que Chile, aun teniendo en cuenta las obvias diferencias de tamaño y peso político, contrapesara en cierta medida la desproporcionada influencia de Brasl en la medida en que Argentina ya no puede hacerlo por su encogimiento político. De hecho, Obama también ha aceptado recibir a Piñera en Washington en una fecha próxima en visita de Estado.

Mucho más intenso es el comercio de EE.UU. con Brasil -cerca de 60 mil millones de dólares de intercambio-, donde los aspectos económicos son tan importantes como los políticos y simbólicos de cara a la visita del presidente norteamericano.

Hay pendientes grandes contratos de compraventa, por ejemplo. Washington no pierde la esperanza de que Brasil dé una marcha atrás definitiva en su decisión de comprar los Dassault Rafale a Francia por siete mil millones de dólares y opte por los F-18 norteamericanos, lo que con el reciente anuncio del gobierno de Dilma Rousseff de que se reabrirá la licitación ahora es posible. Pero también hay temas estratégicos. Brasil jugará un papel en la economía mundial para sostener el crecimiento internacional en un contexto de dificultad para los países desarrollados y en términos de política exterior empieza a tener un papel relevante en zonas como el Medio Oriente.

El factor Rousseff
Obama llegó al gobierno convencido de que Lula sería un gran socio político en el continente. Sin embargo, se dio con dos sorpresas. Por un lado, Lula, heredero de la tradición de medio siglo, según la cual Brasilia debe hacer contrapeso a Washington, puso los frenos al acercamiento.

El brasileño atacó en cuanta ocasión pudo a EE.UU. por la crisis financiera. Por otro, para compensar su política interna, contentar a sus bases radicales y proyectar su imagen de líder global, Lula estrechó relaciones con regímenes antiamericanos, especialmente Irán. Todo ello generó malestar y críticas abiertas de la secretaria de Estado, Hillary Clinton.

En principio se pensaba que Rousseff, tanto por su pasado radical como por su dependencia política con respecto a Lula, mantendría esa línea. Pero algunas señales enviadas desde el inicio de su gestión indicarían que la actual mandataria quiere enfriar la estrecha relación de Brasil con regímenes como el de Hugo Chávez y Mahmoud Ahmadinejad, y más bien "reengancharse" con EE.UU. Hasta la republicana Ileana Ros-Lehtinen, nueva presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, conocida por su dura posición con respecto al eje chavista en América Latina, ha dejado entrever que hay en Washington expectativas de cambio en la política brasileña.

El viaje de Obama deberá servir también para recordar que en EE.UU. existen varios temas pendientes de suma importancia que involucran a la región. Entre ellos, los TLC con Panamá y Colombia que están pendientes de ratificación. Obama mencionó con tono positivo dichos tratados en su discurso, lo que fue interpretado como una forma de acercarse a la bancada republicana que hoy domina la Cámara de Representantes y tiene mucha fuerza en el Senado. Varios países latinoamericanos, pero en especial los afectados directamente, han visto en años recientes con creciente alarma el giro proteccionista que tomaba la política estadounidense.

La no ratificación de ambos tratados, especialmente el de Colombia, gran aliado estratégico de Washington, arrojó un verdadero jarro de agua fría sobre las expectativas que había en buena parte del continente con respecto a la llegada de Obama al poder. Hoy, tras la derrota de los demócratas en las legislativas del 2010 y el cambio de correlación de fuerzas parlamentarias, se da la oportunidad de un cambio. La visita presidencial a la región -donde dos de los tres países que recibirán a Obama tienen TLC con Estados Unidos- reforzará la posición de ratificar los acuerdos con Colombia y Panamá.

Por otro lado -y esto es algo que Obama también mencionó en su discurso- está la inmigración. Aunque se trata de un asunto que afecta mucho más a El Salvador que a Brasil y Chile, el solo hecho de enmarcar la visita, como lo hizo el mandatario en el discurso, dentro de un nuevo esfuerzo por negociar con los republicanos una reforma integral para legalizar a millones de indocumentados, al tiempo que se refuerza la frontera, supone un espaldarazo para quienes no han dejado que esta causa muera del todo. A Obama le interesa mucho lograr una reforma antes de los comicios de 2012, donde el voto hispano podría ser determinante en su eventual reelección.

Otro tema que recorrerá tácitamente el continente durante la visita de Obama es el del afianzamiento de la nueva izquierda continental de corte moderado y el creciente aislamiento del eje chavista. La pérdida de influencia de Chávez en América Latina -la última aparente deserción es la del Presidente Lugo en Paraguay, que ha dado asilo a un enemigo de Evo Morales y ha empezado a tomar distancia abierta de las políticas económicas populistas- ha venido aparejada de los crecientes problemas internos de los miembros del eje radical. Morales está hoy con una popularidad baja y Chávez enfrenta una oposición envalentonada y con presencia parlamentaria.

Este escenario supone, desde la perspectiva de Washington, una buena ocasión para reforzar lo que aquí llaman una "narrativa distinta" en el continente, en el que ya no existiría la gran disyuntiva entre populistas y moderados, sino un gran bloque dominane compuesto por gobiernos de centroderecha y centroizquierda con los que Washington puede entenderse y que crean una suerte de cordón sanitario en torno a los radicales.

Todos estos temas serán discutidos, sin duda, en los próximos meses. Pero de lo que no hay duda es de esto: iba siendo hora de que Obama se acordara que existe un continente a la vuelta de la esquina que clama por un poco de respetabilidad internacional ahora que su economía está de moda. Para Brasil, donde la nueva Presidenta quiere acabar de consolidarse como una personalidad independiente de Lula; para Chile, donde Sebastián Piñera, que ha perdido algunos puntos por el inevitable desgaste del poder, está convencido de que su país estará a las puertas del desarrollo cuando acabe su mandato, y para Mauricio Funes, cuya sensatez arriesgada no ha recibido aún el reconocimiento internacional que merece, el visitante no podría haber escogido fechas más oportunas.


Fuente:www.latercera.com
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU

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