La historia de la corrupción en Chile queda resumida en un libro
En "Yo acuso. Crónicas de la corrupción a la chilena", el abogado Carlos Neely recorre desde la Colonia hasta nuestros días, desmitificando la probidad y rectitud locales.
SANTIAGO.- En Chile, un sector político se ha empeñado en decir que el otro ha sido corrupto. En el extranjero, en cambio, diversos estudios publicados en los últimos años hablan de nuestro país como uno en el que sus autoridades exhiben mínimos niveles de corrupción comparada. Suena contradictorio. ¿Quién tiene la razón?
La respuesta puede encontrarse en el libro "Yo acuso. Crónicas de corrupción a la chilena", escrito por el abogado Carlos Neely, quien también tiene una amplia trayectoria como columnista en medios de comunicación. En el volumen —que será presentado hoy en el Café Torres de la Plaza de la Ciudadanía— el autor repasa prácticamente toda la historia de la corrupción en Chile, con la visión privilegiada que le entregan sus 85 años como testigo directo.
Por lo mismo, asegura que ver al país como uno esencialmente probo es una fantasía, o quizá una construcción histórica errada. "Al igual que los demás países latinoamericanos, tenemos una misma raíz, venimos todos de la conquista española o portuguesa, tenemos la misma institucionalidad por más de 300 años, y no la hemos modificado en la parte medular. Eso es un campo fecundo para la corrupción", asegura.
"En el sistema político ibérico, el gobierno era el botín de guerra del gobernante. En una democracia consolidada, el gobierno sólo administra al Estado, que no puede ser capturado por ningún interés particular. Eso no está claro en ningún país de Latinoamérica, ni en Chile", sentencia.
-¿Cómo se explica la dicotomía entre el clima interno respecto de la corrupción, y los positivos resultados de Chile en estudios internacionales?
-Es que la medición hecha por instituciones ligadas a los negocios se centra en la corrupción de tipo clásico, que es el intercambio de favores o privilegios entre un proveedor o contratista y una autoridad de gobierno. La corrupción tiene muchas formas, y en Chile somos muy astutos para tener sistemas muy diferentes a la coima, al cohecho, que están a la luz en otros países latinoamericanos. Acá las cosas se hacen bastante alambicadas. Tenemos la tradición de los resquicios.
-Una de las ideas-fuerza de la derecha en los últimos años alude a una supuesta corrupción aguda de los gobiernos de la Concertación. ¿Fue tan así?
-Hay un estudio del Instituto Libertad que mide la corrupción por partido. Se da en todos ellos, más o menos en proporción a su magnitud electoral. Pero la oportunidad de corromperse sin dudas se da más entre quienes están en el gobierno.
-¿Y en los últimos años fue algo sistemático o aislado?
-Fue propagándose, lentamente. No creo que en el primer gobierno haya sido mucha, salvo el clientelismo y el compadrazgo, pero se fue incrementando con el tiempo, dadas la impunidades.
-Usted revisó gobierno por gobierno la mayor parte del siglo XX. ¿Cuál diría que fue el más corrupto?
-El segundo de Ibáñez.
-Que prometía barrer con la corrupción...
-La historia siempre nos hace bromas al respecto. Por eso en la portada de mi libro pongo a un diablo vendiendo cruces. Hay un aforismo jurídico que dice "quien se excusa, se acusa". Los que hacen mayor alarde de anticorrupción, generalmente lo hacen para ocultar maniobras muy feas.
-¿Cuál es su juicio al respecto, en el caso del gobierno militar?
-En los gobiernos de derecha ocurren fenómenos más parecidos al de Bernard Madoff, en que se hacen operaciones para trasvasijar grandes cantidades de dinero a costa de la economía nacional o de los dineros del fisco. Eso ocurrió aquí antes del 82, en que se desregularon los bancos, y los trasvasijos de riqueza que obtuvieron los financistas fue enorme. Ese tipo de corrupción no aparece en los anales como tal, sino como maniobras financieras.
-¿Qué espera provocar en los lectores de su libro?
-Mi esperanza es que se produzca conciencia de que no somos un país incorrupto. No hay país en el mundo que no tenga esas propensiones. Por eso debemos ser más fuertes ante esas situaciones, para que se produzca una condena social hacia ellas.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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