| ¿En Chile el dedazo de Ricardo Lagos es inolvidable? EL DEDAZO Augusto González Pradillo 09/06/2008 La opinión semanal de LA CRÓNICA DE GUADALAJARA El dedo es un gran invento. ¿Qué sería de la Humanidad sin el dedo? Las largas tardes de domingo serían insufribles sin el dedo medio de la mano derecha, que es el que te permite rascarte la barriga con indolencia. La evolución nos ha permitido incluso encontrarle sentido a un dedo tan desvalido como el meñique, práctico como él solo para meterlo en la oreja y sacar de ahí la cera imposible o la penúltima tontería del día, que se te había quedado atascada en el pabellón auricular. Sin el pulgar no seríamos nada. Porque es oponible nos distinguimos de los monos, aunque eso no sea una ventaja evolutiva asumida por algunos y sean muchos los que se empeñen las madrugadas de los fines de semana en comportarse como primates, para enmendarle la plana a Darwin por la vía de los hechos. Con el dedo anular muchos machos andantes y bastantes hembras retozonas se transforman en cónyuges de quita y pon a la que salta, mediante el sencillo procedimiento de quitarse por un rato la alianza: lo justo para salir de caza, yacer con un congénere y enfundársela de nuevo (la alianza, digo) a tiempo para volver a ser, en un círculo perfecto como el propio anillo, los de siempre… pero más aliviados. Los dedos, siendo veinte como son por cada bípedo implume, dan hasta para el derroche. Llevamos millones de años mirándonos los pies y aún no hemos sabido darle nombre a los dedos que nos terminan por los pies. A los más grandes los llamamos gordos, en un triste alarde de falta de respeto. A los demás, ni eso siquiera. El día que tengamos que volvernos para los árboles huyendo del Gobierno de turno será otro cantar y los cuidaremos más, libres al fin de los zapatos que tanto los oprimen. Pero para dedo molón, ninguno como el índice. No es el más largo, ni falta que le hace. Gracias a él podemos hurgarnos la nariz con fruición, disfrutando el momento o apañándonos con la rapidez furtiva que exige la urbanidad. El índice nos sorprende a cada momento, como si tuviera vida propia, como si fuera él quien nos arrastrara, señalando esto o aquello, negando por nosotros con una simple oscilación izquierda-derecha/derecha-izquierda. Es el índice el que te rasca la patilla, detrás de la oreja, en la sien y en esos otros lugares de la geografía humana que mejor obviaremos. No seríamos nada sin el dedo. Y sin el dedazo, tampoco. No es de extrañar que Miguel Ángel se imaginara para la Capilla Sixtina a Dios haciéndole mimitos a Adán con la sola punta del índice. Eso basta. El índice es el que da el poder. Así es desde los visigodos para acá, capaces como eran vándalos, alanos y suevos de elegir rey con el dedazo… aunque sólo de entre los pretendientes que no caían asesinados en las conjuras palaciegas. Más o menos como en nuestros días. Fue el dedazo real el que hizo presidente a Suárez y la cosa no fue mal. Mucho mejor, en todo caso, que las sucesiones digitales del PP, que han demostrado ser sucesiva y crecientemente artrósicas, de Fraga a Aznar y de Aznar a Rajoy, hijos del dedo de quien les precedió. Juguetón como siempre ha sido, movió un día (debió ser el séptimo, porque descansó) el índice José Luis Ros y, a modo de varita, lo removió en el aire para sacarse un relevo de la chistera. Así apareció Alique en nuestras vidas. Y así ha dejado de estarlo… aunque el dedo haya sido otro y de otro: una combinación del pulgar y el medio, útil para quitarse molestias de en medio. Hay veces que hasta en Toledo terminan por enterarse de lo que no les gusta oír. La política es así: un juego de manos, entre la palmadita, el empujón y el dedazo designador. Alejada de nosotros la peregrina pretensión de que algún día los partidos sean democráticos, sólo nos queda confiar en que el PSOE de Guadalajara vuelva a ser el motor que en tiempos fue para hacer de esta provincia una sociedad capaz de ilusionarse con un proyecto común. Que para eso dependamos de un dedo, asusta poco… es cosa conocida. Al menos en esta ocasión el dedo-oráculo parece haber sido más amable con los humanos de La Alcarria, con el permiso de los del Señorío y habrá que ver si con el aval de los de La Serranía. Bienvenida, María Antonia. Que el PSOE te ampare y que Guadalajara te proteja. Lo demás, ya sabes, es cosa tuya. Nota del escribiente: Para aquellos despistados que a estas alturas del artículo aún no sepan de qué va todo esto, mejor que se lean la noticia que dio LA CRÓNICA DE GUADALAJARA antes que otros. Y, a ser posible, que sigan cada día este medio para no perderse nada relevante de lo que ocurre en la capital y en la provincia. Lo hacemos, gratis, por ustedes.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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