Por Blanca Arthur
Cuentan que con el correr de los días el ministro del Interior, Jorge Burgos, ha ido recobrado la serenidad e incluso el buen humor.
Pero aun cuando se ha encargado de tratar de dar por superado el problema, quienes han estado con él no desconocen lo difícil que le ha resultado enfrentar todo el episodio que lo tuvo ad portas de abandonar el gobierno.
Tal fue el impacto inicial, que ésa era claramente su intención cuando dimensionó la gravedad de la insólita marginación del secreto viaje de la Presidenta Michelle Bachelet a la Araucanía, del que ni siquiera fue informado a tiempo.
Pese a que efectivamente él quería irse, que además fue lo que le recomendaron prácticamente todos sus cercanos, las cosas se dieron de otra manera. Porque a pesar de que cuando acudió a reunirse con la mandataria iba incluso con su renuncia escrita, finalmente cedió ante la petición de ésta a la que percibió urgida por la posibilidad de que lo hiciera.
Por lo que indican personeros de su círculo, el haber cedido a la demanda presidencial se debió principalmente a que durante el diálogo con la Presidenta, calibró que si mantenía su posición de renunciar se habría generado una crisis política de alcances incalculables, considerando que, entre otras cosas, podía implicar un quiebre de la DC con el gobierno.
Fue eso lo que Burgos prefirió impedir, en lo que pesó también, que Bachelet reconociera la magnitud del error que se había cometido.
Eso no quiere decir que quedara enteramente conforme con su decisión, como tampoco muchos en la DC que estiman que se perdió la oportunidad para que dicho partido pudiera actuar con independencia frente a un gobierno por el cual sienten desafección.
Pero finalmente la opción fue quedarse, en parte porque el propio ministro también calculó que este episodio le abría la posibilidad de fortalecer su posición en el gobierno, de lo que dio una muestra inicial cuando al salir de la reunión con la Presidenta afirmó que situaciones como ésta no se podían repetir, con lo que marcó su territorio tanto frente a ella, como a su polémico equipo de asesores del llamado "segundo piso".
Fortalecer su influencia
Para muchos, en lo inmediato al menos, Burgos se anotó un triunfo que le podría permitir empoderarse como no lo ha logrado hasta ahora, básicamente por el estilo de gobernar de Bachelet que sólo deposita su confianza en el estrecho círculo que la rodea.
Como es sabido, a diferencia de lo que ocurría con su antecesor, Rodrigo Peñailillo, el actual ministro no es cercano a la mandataria, lo que ha producido que se incremente el poder de los asesores informales del "segundo piso", liderados por Ana Lya Uriarte y Pedro Güell.
Con ese esquema, el poder de Burgos se fue mermando, al punto de ser marginado de la toma de decisiones en asuntos importantes que le corresponderían como jefe político, como es por ejemplo, la celeridad impuesta a las reformas por la Presidenta junto a su equipo de asesores, que en la mirada del ministro es la causa principal del descrédito del gobierno.
Pero a pesar de ello y de que incluso ha sido desautorizado por la propia mandataria cuando ha planteado la tesis del gradualismo, la postura que ha sostenido para permanecer en el cargo es que es preferible estar adentro, porque cree que desde ahí puede al menos influir en algo para poner moderación en temas que le parecen transcendentes.
Para él, como lo ha transmitido, su presencia se ha justificado por algunos logros, como haber conseguido que el llamado proceso constituyente se encauzara por la vía institucional, que fue una de sus principales preocupaciones dado el riesgo que existía de que se optara por otro camino como casi ocurrió.
La posibilidad de influir para tratar de imponer su criterio en las materias que le importan es lo que tanto él como sus cercanos esperan que ocurra ahora, para lo que jugaría a su favor el aparente debilitamiento del "segundo piso", por lo menos dadas las críticas a su actuar en este episodio, que además alertó especialmente a los partidos oficialistas acerca de la necesidad de modificar el esquema en que éste aparece con un poder que no le corresponde.
No al poder paralelo
Para lograr el propósito de ejercer su cargo de jefe político en propiedad, existe coincidencia en que el primer gran desafío de Burgos es lograr que se restablezca el esquema institucional del poder, de manera que éste quede en manos de los ministros, impidiendo que lo ejerzan los asesores informales que rodean a Bachelet.
Una tarea sin duda compleja considerando el estilo de la mandataria, pero para la cual existen algunos indicios importantes como es la posición compartida entre los máximos dirigentes de los partidos del oficialismo, que concuerdan en que la toma de decisiones debe estar radicada en el equipo político.
Fue, de hecho, ése el tema principal que se abordó en la reunión extraordinaria del comité político el lunes en la noche, la que fue solicitada por los propios presidentes del conglomerado, de la cual excluyeron expresamente a los asesores que sí acuden regularmente a los encuentros semanales de dicha instancia. En la cita, en la que participaron junto a los jefes de los partidos los cuatro ministros que la integran – los tres de La Moneda más el de Hacienda-, se coincidió en que era imperioso fortalecer el poder de los ministros, especialmente de Burgos, para contrarrestar el que han ido adquiriendo los asesores del "segundo piso".
Con el fin de lograr que el poder se radique donde corresponde institucionalmente, los propios presidentes de los partidos pidieron que se establecieran esas reuniones de manera periódica, pero además, en lo que concierne específicamente al titular de Interior, plantearon que era necesario que éste adopte una actitud más proactiva en su relación con el mundo político, sin desconocer que en eso está en deuda.
Tras el respaldo de los partidos, que los mismos dirigentes admiten que le entregaron a Burgos, los cercanos a éste apuntan a que él asume que se le pueden dar las condiciones para consolidar su poder, de manera de darle sentido a su decisión de quedarse.
Dupla con Valdés
Con más capacidad de maniobra de la que tenía hasta este incidente, desde distintos sectores indican que ahora depende de él aprovechar la oportunidad de ejercer su cargo de jefe político del gobierno como le corresponde, para lo que se estima que debe actuar con más independencia y autonomía.
En esa línea, muchos apuntan a que uno de los factores que podría colaborar para el fortalecimiento de su posición en el gobierno, sería que restablezca la dupla que formó inicialmente con el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, con quien comparte la mirada de cómo deben hacerse las cosas para impedir que continúe empeorando la gestión del gobierno.
Como indican en el mundo político, las capacidades políticas de Burgos podrían tener más fuerza en una tarea conjunta con Valdés, a quien se le reconoce haber demostrado destreza para manejar sus temas, como lo hizo en la tramitación del Presupuesto, o por la manera en que ha enfrentado las polémicas por la reforma laboral, o los cambios a la tributaria.
Por lo que indican algunos de los cercanos al jefe de gabinete, su desafío después del trance que ha enfrentado, debería ser tratar de conseguir junto a su par de Hacienda marcar la impronta en los principales temas de gobierno, de acuerdo a la tesis de actuar con realismo y de manera gradual que comparten ambos.
La duda que surge, sin embargo, es hasta dónde, o más bien hasta cuándo, Burgos podrá girar a cuenta del error cometido por Bachelet y sus asesores, considerando que al final, la mandataria no coincide con la línea más moderada que éste impulsa, por lo que no se descarta que más tarde o más temprano podría desautorizarlo, como lo hizo cuando afirmó que ni él ni Valdés habían llegado al gobierno para cambiar el rumbo.
Es cierto que las circunstancias no son las mismas, desde el momento en que la propia Presidenta le pidió encarecidamente que no renunciara, pero como es sabido que tanto ella como sus asesores miran con recelo e incluso con desconfianza a Burgos, la posibilidad que tiene para empoderarse es ahora, o nunca.