El barco: ¿hacia dónde navega Chile?
Si vemos al país como una nave que quiere llegar al desarrollo, su capitán es el presidente; sus oficiales, los ministros. Un capitán-presidente requiere de muchas habilidades: no basta con la sola posesión del rango ni con las buenas intenciones para el éxito del viaje.
Sergio Melnick
Economista
No más GPS
Este barco-Chile estuvo a punto de zozobrar en los 70 por el mal manejo de un antiguo capitán, pero fue salvado a último momento y luego completamente remodelado. Así, el nuevo barco llevaba ya unos 30 años navegando sólidamente hacia el desarrollo. Había logrado pasar varias tempestades en un adecuado clima de convivencia de sus marineros, buscando los grandes acuerdos y la colaboración. No sólo eso: pasó a destacarse como el mejor barco de toda América Latina, y era admirado no sólo por la velocidad, sino por la destreza que mostraba en el manejo de sus políticas públicas, que eran imitadas por otros barcos.
Los barcos que lo hicieron, efectivamente empezaron a avanzar más rápido que nunca y así lo siguen haciendo hasta hoy. Más aún, cientos de miles de marineros de otros barcos cercanos se vinieron a trabajar al nuestro, con la gran esperanza de llegar al desarrollo.
En ese contexto, y por cierto no exento de problemas como cualquier navegación al paraíso, correspondía técnicamente el relevo del capitán del barco, que es elegido por todos sus marineros. Así fue escogido con enorme entusiasmo y esperanza un capitán que ya había dirigido el barco y que ahora se repetía el plato, algo en que lo que este capitán decía no creer.
Lo curioso es que este nuevo capitán decidió dejar de usar el moderno GPS con que hasta aquí se guiaba al barco y volvió a la antigua navegación por las estrellas tan propia de los años 60, la misma forma que usaban precisamente los barcos que iban más rezagados.
Lamentablemente el viejo astrolabio, el admirable predecesor del sextante, con que se observaban las estrellas y que aún tenía este capitán, estaba dañado porque sus manecillas sólo giraban hacia la izquierda y no se veían todas las estrellas. Peor aún, la brújula de complemento, era severamente afectada por el magnetismo ideológico de las revoluciones y el infantilismo progresista que ya habían fracasado una y otra vez en esos mares del desarrollo. Con esos instrumentos, el barco en vez de avanzar retrocedía en círculos.
El capitán ya no buscaba un nuevo futuro propio de los mares del siglo XXI, sino más bien un pasado inexistente que estaba anclado en sus sueños juveniles, pero que nunca existieron en la realidad. Eran sólo sueños y fantasías. Tan confundido estaba el capitán, que incluso hizo alabanzas del viejo capitán irresponsable que casi hizo zozobrar al barco en el pasado y hasta llegó a decir que volvería a retomar esos rumbos tenebrosos. Es más, el capitán y sus oficiales dieron a entender a toda la tripulación, que estimaban todo lo realizado en esos magníficos 30 años de progreso había estado todo mal hecho y que el barco debía reconstruirse completamente de nuevo.
El capitán se sumó por omisión al desvarío febril de un oficial de tercer orden, que sostenía que se debía usar una retroexcavadora dentro del barco para borrar todo el pasado. De esa manera, la nave rápidamente perdió el rumbo, claro que llevaba al desarrollo y partió hacia las tormentas de los mares de la improvisación sobreideologizada; es decir, aquellas ideologías que incluso niegan la evidencia.
Todo esto inició el nerviosismo, la crispación y la polarización creciente de los marineros. Junto a ello, empezó una fuerte pérdida de la velocidad y capacidad de maniobra del barco. Sin la velocidad apropiada, un barco de esa magnitud era literalmente inmanejable. Así, en vez de navegar a 6 nudos, el barco empezó a hacerlo a 1, a veces menos. Los marineros se comenzaron a preocupar, creció la incertidumbre, nadie se atrevía a contradecir al capitán, hasta que empezó a verse la tormenta en el horizonte lo que ya era evidente para todos y que será muy evidente el año 2015 si el barco sigue como va.
El capitán caprichoso
Las voces de preocupación empezaron lentamente a manifestarse hasta entre los mismos consejeros que se sentaban diariamente en la mesa de honor del capitán. El barco iba sin rumbo, claro, además de perder velocidad más allá de lo prudente.
El curioso capitán decía que esto estaba ocurriendo porque era el mar el que estaba malo, pero curiosamente pasaban raudos por el costado otros barcos, exactamente en el mismo mar. Las cosas no cuadraban, los marineros lo notaban.
Para mayor gravedad, los cambios estructurales que se proponían para el barco y el nuevo rumbo de navegación al desarrollo eran más bien intenciones gruesas, quizás eslóganes de campaña, pero no planes bien pensados ni mucho menos con estudios técnicos apropiados que los sustentaran. Un cambio estructural del barco requería estudios detallados de ingeniería, pero ésos no se habían hecho. El capitán, sin embargo, rugía para que dichos cambios se implementaran a como diera lugar, en forma acelerada, y todos al mismo tiempo. Pero en realidad, salvo las buenas intenciones, nadie sabía cómo hacerlos en la práctica, y por cierto tampoco lo sabía el propio capitán. Así también empezó a quedar muy claro que muchos de los oficiales de mayor rango que el capitán había seleccionado como su equipo, simplemente no tenían las competencias apropiadas para las altas funciones que ejercían.
Cuando todos los instrumentos tecnológicos del barco daban alertas de malas señales, los marineros le empezaron a decir a voz en cuello que el barco iba mal, que las reformas no eran adecuadas, y que debía cambiar el rumbo. Sin embargo, el capitán de caprichosa personalidad decía que no le gustaba que lo pautearan, que sabía muy bien lo que hacía y que hacía lo que quería. En realidad, no lo sabía.
Empezaron todos los oficiales y consejeros a culparse unos a otros de lo mal que andaba el barco, mientras el capitán seguía casi de lejos, como en una torre de marfil, el acontecer del barco, sustentado más bien en su rango que en su real habilidad de liderar el proceso. En un arrebato de ira frente a las críticas, les dijo a los oficiales que debían trabajar más duro, lo que no les gustó a muchos de ellos que hacían todo lo que podían. El problema era más bien de liderazgo, y eso el capitán no lo podía reconocer, era mucho para su orgullo. Los problemas se agravaron, y algunos de los antiguos capitanes más experimentados, incluso amigos cercanos del nuevo capitán, empezaron a levantar la voz mostrando las incompetencias del liderazgo, la falta de rumbo, y las erráticas decisiones del capitán, lo que sólo elevaba sus iras y aumentaba su propio voluntarismo. Para el capitán, todos estaban equivocados, no él.
El combustible falla
Navegando ya a un nudo y medio, la cosa no andaba bien. Los marineros se acordaban de otra forma de navegar de esta magnífica y admirada nave. Por más que el capitán ordenaba acelerar la marcha, el barco no se movía e incluso seguía bajando la velocidad y con el agravante de un sobrecalentamiento delicado, llegando la inflación al 5%, el doble de la temperatura normal de esos motores.
El oficial a cargo de las máquinas estaba al parecer entrenado en los viejos motores a vapor, de los tiempos del astrolabio, pero este motor era uno moderno, digital, tecnológico. En la jerga más técnica, este motor se movía por sofisticado combustible llamado las expectativas, y no por carbón, y de eso este oficial al parecer no entendía casi nada. Elaboró muy improvisadamente una reingeniería de procesos de combustible llamada tributaria, que hizo las cosas aún peor. Como no entendía el problema, su propuesta era sólo voluntarista y no técnica como se requería para este barco. Esa reingeniería en vez de generar más energía para los motores, se la quitaba a todas las secciones del barco.
Entre otros oficiales más experimentados que habían servido a grandes capitanes, le corrigieron todo lo que pudieron, pero igual los motores quedaron aún peor que como estaban. Este oficial primero había ofrecido al capitán una velocidad de 3,5 nudos y creciendo, pero con sus arreglos la cosa llegó a 1,7, nada menos que la mitad y decreciendo. Peor todavía le echó la culpa de todo lo que estaba pasando al capitán anterior y al mar. Al principio zafó, pero luego todos se dieron cuenta de que era su propia incompetencia. Ahora ya nadie en el barco le tenía confianza a este oficial, pero el capitán testarudo que no le gusta que lo pauteen lo protegía, aun a costa de su propio desprestigio. En los últimos sondeos, el 55% de los marineros rechazaban el trabajo del capitán que sólo era apoyado por un magro 35%. La cosa se ponía cada vez más difícil para el capitán. De seguir así, podría venir un motín de sus propios oficiales, que venían de siete escuelas muy diferentes entre sí, con opiniones muy antagónicas no sólo de cómo manejar el barco, sino de cuál era el verdadero rumbo al desarrollo. Tan grandes eran las diferencias que los de un extremo decían que había que ir al este, y los otros al oeste. Ahí no había posibilidad alguna de encuentro, el pronóstico no era bueno.
Lo que se viene
El 2015 se viene difícil. La economía no va a repuntar si no cambian las expectativas y eso lamentablemente depende hoy enteramente del capitán y sus oficiales. Pero el capitán es caprichoso y voluntarista, no está claro que escuche siquiera a su propia tripulación, menos a sus detractores.
El oficial de máquinas ya no tiene credibilidad, por eso es difícil que pueda ayudar a cambiar las expectativas, que es el combustible que mueve el barco. Seguirá tratando de mover con carbón el motor digital. El oficial de entrenamiento reconoció públicamente que no era su tema, por ende estaba improvisando lo mejor que podía. Curiosamente este oficial entendía mucho de motores digitales. El oficial de salud anda extraviado. El oficial de asistencia social no se sabe que es lo que hace. El oficial de personal, resultó ser experto en seguridad, y va a cambiar las leyes del trabajo de modo que el barco únicamente irá más lento. El capitán adjunto nunca había mandado ni una fragata menor y sólo espera las órdenes del capitán, que ya hemos visto anda muy perdido.
A pesar de todo lo anterior, el capitán insiste en remodelar completamente el barco, el mejor barco de América Latina. Es posible que lo cambie, pero eso no es necesariamente para mejor.
Epílogo
El cambio por el cambio nada garantiza, menos cuando es improvisado y voluntarista. Ya ha ocurrido con la reforma tributaria, que es muy mala. Así le ocurrió ya una vez a Bachelet con el Transantiago, que hizo el cambio, pero quedamos peor. Igual va a ocurrir ahora con la educación. Lo notable es que Bachelet sostuvo en esta misma revista que el cambio debió haber empezado por la educación pública, que es la que está peor, y ni siquiera hizo caso al sentido común. Lo mismo va a ocurrir con la reforma laboral, que hará más lento al barco.
Le guste ser pauteada o no, Bachelet deberá cambiar su gabinete. La pregunta es si será sólo un cambio cosmético o uno real de rumbo del barco. Por el bien del país, y todos nosotros, ojalá sea lo segundo, pero la personalidad del capitán da para pensar lo opuesto.
Es altamente probable que a mediados del 2015 ya haya un motín a bordo y que la nueva mayoría tenga una crisis muy severa, frente a los malos resultados. Resultados de los cuales ya no podrán seguir culpando al capitán anterior. Al contrario, incluso aquéllos que no lo seguían lo empezarán a echar de menos frente a la situación del país. La crisis de la Nueva Mayoría muy probablemente será por uno de sus extremos, es decir, el PC o la DC. Dado el carácter del capitán, en mi opinión será una parte de la DC la que dejará de apoyar al capitán. Esto se generará una vez aprobado el cambio al binominal como lo propone el Gobierno, que es un traje a la medida para la nueva plataforma de izquierda que se prepara en el país. A partir de ese momento, la DC ya no es más necesaria para la izquierda y subirá el tono de las agresiones y desaires hasta generar la crisis. Eso será el inicio de un mayor grado de polarización, lo que en mi opinión es muy delicado.
Los países sólo progresan a partir de grandes acuerdos, no a base de la polarización, que es el paraíso de los fundamentalistas o los infantilismos progresistas. •••
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile