Por Blanca Arthur
Como en pocas oportunidades, en La Moneda existía tanta claridad acerca de que la encuesta correspondiente al último mes, mostraría un franco descenso en la adhesión al gobierno. Con la certeza de que se ha transformado en un hito que incide fuertemente en el acontecer político, quizás para atenuar el impacto, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, adelantó hace una semana que sus resultados bordearían el 35%.
No erró. Porque efectivamente el respaldo tanto al presidente Sebastián Piñera como al gobierno, fue de 36% -lo que representa una caída de seis puntos- aunque lo más significativo es el aumento del rechazo que se empinó de un 49 a un 56%.
Pero el acierto en las cifras, no implica que las razones que entregó el jefe de gabinete como justificación a este complicado escenario, sean suficientes para explicar por qué el gobierno alcanza una popularidad que apenas supera al tercio del país.
La justificación oficial
En la mirada autocomplaciente de Hinzpeter -reiterada desde palacio por la vocera Ena von Baer tras conocerse los resultados de Adimark- la principal causa de la caída obedecería a la decisión de tomar medidas necesarias para el interés general del país, como las relacionadas con la energía, pese a no ser las más populares.
Frente a la esperada respuesta oficial, al interior del oficialismo aluden con cierta ironía, que el rechazo que generó la aprobación de HidroAysén es lo mejor que pudo pasarle al gobierno, porque le permite argumentar la baja por la adopción de políticas de Estado, sin necesidad de reconocer que los problemas de fondo tienen otras connotaciones que nacen de sus propios errores.
El diagnóstico compartido en el todo el mundo político es que, sin perjuicio del impacto negativo que pudo tener lo ocurrido con el proyecto hidroeléctrico, es que el gobierno ha sido incapaz de marcar el rumbo con una agenda que le reditúe políticamente, al punto que no lo ha conseguido ni con los éxitos económicos, ni tampoco con sus propuestas sociales, planteadas, precisamente, con la expectativa de recuperar la popularidad.
Dardos al equipo político
Tal como se esperaba, el actual escenario de desgaste tanto de Piñera como del gobierno -que la encuesta de Adimark sólo confirmó- reinstaló con fuerza el tema de que su principal carencia es que no existe una conducción política consistente con los desafíos que el propio Presidente se plantea.
Como un ejemplo que explica los resultados de este sondeo, se critica que el equipo de La Moneda no fue capaz de potenciar los contenidos del mensaje del 21 de mayo, tal como lo pidió Piñera y se acordó con los dirigentes de la coalición. En esa línea, casi todos los dardos apuntan en contra de la ministra Von Baer, a quien no se le reconoce la capacidad para diseñar ni liderar una estrategia comunicacional que instale los temas del gobierno.
Con tanta o más fuerza, se cuestiona que, en lugar de focalizarse en destacar los aspectos positivos de la cuenta presidencial, o en elaborar una fórmula para enfrentar a la Concertación que se ha atrincherado en el Congreso decidida a hacer oposición, se ponga en el primer lugar de la agenda el único tema que genera problemas internos, como es la regulación de las uniones de hecho, que se había excluido del mensaje, precisamente por esa razón.
Las cuentas, en este caso, se las pasan al titular de Interior, quien de pronto asumió el liderazgo en este tema, luego que desde el Segundo Piso consideraran que no podía seguir en manos del ministro Secretario General de la Presidencia, Cristián Larroulet, porque sus planteamientos eran más conservadores que lo que pretende el gobierno.
Lo cierto es que, pese a su argumento de que se trata de un ineludible compromiso de campaña, la arremetida de Rodrigo Hinzpeter reuniéndose con dirigentes de la Concertación sin buscar primero un acuerdo interno, agudizó el malestar de la UDI, que además de hacerlas públicas, decidió insistir en sus críticas a su falta de conducción .
Los duros cuestionamientos de dicho partido -que en sordina comparten muchos dirigentes de RN- apuntan a que el jefe de gabinete no ejerce el liderazgo que le corresponde, sobre todo con la exigencia de estar al frente de un gobierno que no cuenta con mayoría parlamentaria.
El boomerang del postnatal
En la mirada de los políticos, no sólo de oficialismo, sino de la Concertación, la ausencia de un equipo político se nota especialmente en la relación con el Congreso, donde existe coincidencia en que, pese a sus esfuerzos, el ministro Larroulet aparece generalmente sobrepasado, porque en definitiva, sólo cuenta con el respaldo del subsecretario, Claudio Alvarado, reconocido como hábil negociador.
Como la muestra más gráfica de este problema, se destaca la incapacidad de las autoridades para sacar adelante adecuadamente la llamada agenda social, llegando al extremo de haber logrado lo imposible, como es que su proyecto estrella -la extensión del post natal- terminara transformándose en un boomerang.
Con los resultados conocidos, en que la Concertación impuso su mayoría en el Senado, propinándole un golpe al gobierno, al aprobar la iniciativa, pero rechazando el tope de 66 UF, las autoridades mostraron que no tenían un diseño para contraatacar, pese a que lo aprobado implicaba que los parlamentarios aparecían arrogándose la facultad de aumentar el gasto público, situación que era inédita en el Congreso.
Habiendo tenido una semana para definir una estrategia, sobre todo considerando que compartían el criterio de que no sólo era un hecho grave, sino además, inconstitucional, lo concreto es que no se hizo nada para instalar ese tema como lo más importante. Por el contrario, al reiniciar su tramitación, los ministros políticos estaban dispuestos a buscar acuerdos en la Cámara de Diputados, partiendo de la propuesta de rebajar el subsidio a 45 UF.
Irrumpe Longueira
Pero eso fue lo que los parlamentarios, liderados para estos efectos por el senador UDI, Pablo Longueira -con el respaldo de sus pares Andrés Chadwick y Alberto Espina- decidieron no aceptar. En el tenso comité político del lunes, -que debió sesionar incluso a la hora de almuerzo- lograron imponer su criterio de que debían jugarse con todo por la tesis de que lo que había hecho la Concertación sentaba un precedente inaceptable que podía poner en riesgo el futuro económico y financiero, en la medida en que los parlamentarios, por esa vía, comenzaran a aumentar los gastos.
Fue en ese contexto, sobre todo considerando que podía ocurrir lo mismo en la tramitación de la reducción del 7% a los jubilados que también tiene límites, que tras analizar los distintos escenarios –donde el peor era quedar tal cual- se tomó la decisión de acudir al Tribunal Constitucional (TC).
Como los parlamentarios tenían claro que la medida implicaba un costo político, no sólo impusieron que lo hiciera el gobierno, sino que como una manera de demostrar que el problema podía afectar a las finanzas públicas, que el anuncio fuera encabezado por el ministro Felipe Larraín.
Con el argumento de que la decisión no pretendía afectar el postnatal, sino que se debía a que era irresponsable entregarles a los parlamentarios facultades que no tienen por el riesgo de que se empeñen en usarlas para las elecciones, los dirigentes oficialistas buscaron contrarrestar la reacción opositora.
Es que como admiten ellos mismos, recurrir al TC no era el escenario ideal, ni menos el que estaban buscando, porque tenían claro que la Concertación les enrostraría que estaban dilatando la aprobación del post natal, o que lo hacían porque se oponen a que éste beneficie a las madres de clase media.
Con desazón, parlamentarios aliancistas admiten que no será fácil neutralizar la ofensiva comunicacional de la oposición, menos cuando frente a esos argumentos, ellos quedaron encerrados en un fundamento jurídico, que es más difícil de entender para la ciudadanía.
Es frente a la constatación de la falta de conducción, las descoordinaciones o la poca muñeca para negociar, impide que ni siquiera los logros económicos o su agenda social le reporte beneficios al gobierno, que aumentan los cuestionamientos al equipo político, al punto que no son pocos los que consideran que, más temprano que tarde, Piñera debería hacer un ajuste de gabinete importante.
La posibilidad, sugerida desde todos los sectores tras la caída en la encuesta, topa con la duda de si el Presidente percibe que la actual situación no es por problemas circunstanciales, pero sobre todo, si cree que para superarla se requieren cambios, o es sólo cuestión de tiempo.