A Vargas Llosa no le gusta la idea del "escritor encerrado en un mundo de fantasía".
Y llegó la hora. El escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, dio la primera conferencia magistral de la Feria del Libro de Buenos Aires 2011 y la expectativa hacia sus palabras quedó reflejada con la multitud de espectadores y periodistas que lo aguardaba.
La Sala Jorge Luis Borges, donde se efectuó la charla, bien pudo haber sido escenario de un Real Madrid-Barcelona por la cantidad de asistentes, los forcejeos entre periodistas para entrar, el despliegue de seguridad y las pancartas de apoyo.
Al peruano lo precedió un revuelo en la política argentina cuando un grupo de intelectuales pidió públicamente que se reconsiderase la invitación a Vargas Llosa a inaugurar la Feria por su posición política "de derecha".
Hizo falta la intervención directa de la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner para que el tema no pasase a mayores y el escritor abordó el tema de entrada.
"Agradezco a los organizadores haber resistido a la presión de adversarios y colegas de desistir de invitarme, y extiendo el agradecimiento a la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner, cuya intervención paró ese intento de veto", leyó en voz alta el escritor -interrumpido por los primeros aplausos de la velada- de una carta escrita por el mismo y cuyo contenido explicó que sería lo único que diría sobre el tema.
Acto seguido se extendió a terminar de leer un texto en donde se centró en hablar de la libertad que ofrecen los libros como instrumentos para combatir las visiones dogmáticas, excluyentes y autoritarias.
Antes de la charla, el director de la Biblioteca Nacional de Argentina, Horacio González, quien encabezó el pedido para que Vargas Llosa no inaugurase la Feria, le dijo a BBC Mundo que su intención "era mostrar una posición crítica" y que "los medios montaron algo que no existía".
Falta de aire
La conferencia del Premio Nobel de Literatura dejó rápidamente atrás la polémica suscitada y en una tertulia con Jorge Fernández Díaz, permitió conocer de primera mano el mundo del escritor detrás de sus libros e incluso de su propia vida personal
"Empiezo bien temprano en el día, trabajo durante las primeras horas de la mañana, entre cinco y siete con el gran silencio del amanecer. En la mañana tengo la mejores horas creativas, (…) luego en la tarde es más corrección de lecturas o notas (…) y en la tarde trabajo fuera de casa para evitar la claustrofobia en una biblioteca o un café", señaló.
"Siempre tuve inseguridad, pero después de publicar los primeros libros vi que podía vencer esos obstáculos"
Inmediatamente su interlocutor le preguntó cómo que si aún le era posible ir a un café a escribir tras recibir el Nobel.
"Desde que gané el Nobel apenas puedo respirar", reconoció.
Y explico, que "hay una presión mediática con el premio, lo convierte aún más en una persona pública; aunque a algunos eso los halaga, creo que es una terrible privación de la libertad".
"Siempre me gustó caminar por las calles, ir a cafés, y eso ahora es todo un problema de hacer".
"No me gusta la idea del escritor encerrado en un mundo de fantasía (…) Necesito por lo menos tener un pie en la calle, en la historia que se va haciendo, que ocurre a mi alrededor. (…) Y en eso me ayudó mi experiencia en el periodismo. Me ha dado muchos temas para escribir y no hubiera escrito ni la mitad de lo que he hecho si no hubiera trabajado de periodista", aseveró.
La inseguridad
Vargas LLosa, sentado en una poltrona, se le vio a sus anchas. Parecía tomarle el gusto a la conferencia, a los aplausos que cerraban una que otra idea, a los silencios expectantes.
Habló, por supuesto, de sus libros. De cómo La Guerra del Fin del Mundo fue "el que más me costó".
De cómo con El Sueño del Celta fue a la República Democrática de Congo y que lo sorprendió la pobreza "pese a que he visto mucha en mi país".
Y cómo El Pez en el Agua "me quitó de la cabeza" la experiencia como candidato presidencial en 1990 -"fue duro porque había mucha violencia en el momento"- cuando lo derrotó Alberto Fujimori en segunda vuelta.
También reveló parte de su propia intimidad como persona. En especial el lado humano del escritor.
Decenas de personas se reunieron en la sala Jorge Luis Borges para ver al Nobel.
"Mi mayor problema es el de la inseguridad (…) hasta que finalmente logro armar un borrador de lo que voy a hacer (…). Siempre tuve inseguridad, pero después de publicar los primeros libros vi que podía vencer esos obstáculos", reconoció.
"Sobre todo en los primeros años yo sufría mucho. Mi ambición era ser un gran escritor y sentí que estaba a años luz de esos grandes escritores", afirmó, pero acotó inmediatamente: "Hasta que leí Madame Bovary, y me cambió la vida".
La libertad
Llegando al final, hubo un instante en que la sala pareció dar una aspiración al unísono, como si ahora viniesen las esperadas palabras polémicas que tanto se dijeron con anterioridad. Fue en el instante en que se le inquirió por su visión del liberalismo.
A Vargas Llosa lo precede haber dicho que Cristina Fernández "es una desastre", y que no está de acuerdo "con algunas de las políticas actuales" de su gobierno. También han recibido su crítica Hugo Chávez en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, y hasta los actuales candidatos a la presidencia de Perú, Ollanta Humala y Keiko Fujimori a quienes comparó como una elección entre dos enfermedades terminales.
Pero el escritor mostró su veteranía y dijo pero no dijo.
Se sumergió en su visión del liberalismo sin hacer correr la sangre.
"El liberalismo tiene que ver con la libertad (…) Comparar al liberalismo con las dictaduras es algo obsceno (…) El liberalismo defiende al individuo frente al Estado, los derechos individuales concretos".
Y se definió como "a la izquierda del Partido Popular y a la derecha del Partido Socialista Obrero Español".
"Afortunadamente tenemos ahora una izquierda demócrata y una derecha demócrata en América Latina", dijo y citó a Uruguay, Chile, Brasil, Colombia y El Salvador como ejemplos. Nada de mencionar a bolivarianos, bolivianos u otros recipientes de sus observaciones en otros momentos.
¿Y sobre su país anfitrión, después de tanto revuelo?
"Yo no critico a Argentina, critico políticas que me parecen equivocadas porque soy un hombre libre y me parece que puedo criticar. De eso se trata la libertad, pero hay que ejercerla con prudencia, con educación", aseveró.
Y así, tras dos horas de tertulia, terminó la sesión con una ovación de pie de parte de los asistentes.