El senador de RN Andrés Allamand endurece el discurso para enfrentar la propuesta de proceso constituyente anunciada por la Presidenta Michelle Bachelet. "¿Por qué tendríamos que prestarnos para una maniobra de esa naturaleza?", se pregunta. Y aquí da las razones de su rechazo.
Una de las situaciones que se instalaron tras el anuncio del proceso constituyente por parte de la Presidenta Bachelet ha sido una suerte de actitud negacionista de la derecha al debate. ¿En la Alianza hay convicción de que se debe crear una nueva Constitución?
La convicción que existe en la Alianza, y es mi convicción personal, es que es necesario avanzar en un proceso de reformas a la Constitución. Esa es nuestra definición principal. Entrar en el juego de palabras de que si se trata de una reforma parcial, integral o una nueva Constitución para mí es un asunto accesorio. Nuestro punto de vista es que el país sí requiere una evolución y un perfeccionamiento constitucional.
Esta reforma fue una promesa de campaña del gobierno, por tanto es un debate para el cual la Alianza debió prepararse, pero se ve desorden en los partidos. ¿Qué pasa?
La oposición está en una situación de desorden orgánico desde hace mucho tiempo y, en parte, se expresa frente a este punto de vista. Pero esto va a decantar rápido en lo siguiente: en primer lugar, tenemos que tener una actitud positiva frente al debate de fondo y tenemos todo derecho a tener las resistencias y rechazos frente a un procedimiento que nos parece injustificado y que, en dos palabras, es una gran operación de activismo y proselitismo político y electoral. Luego, debiéramos tener presentado nuestro propio proyecto de reforma constitucional a más tardar en marzo. Tener esa actitud proactiva hace toda la diferencia.
¿Por qué no le da garantías el proceso constituyente ofrecido por el gobierno?
En primer lugar, ese proceso parte con un error de fondo de la Presidenta, que señala que la Constitución actual no establece un mecanismo para ser reemplazada y eso es equivocado. Hoy, promoviendo un proyecto de reforma constitucional, si existen las mayorías, la Constitución se puede reemplazar del primero al último artículo. En segundo lugar, a nosotros no nos parece ni vamos a pisar el palito de comprarnos el argumento de la ilegitimidad de la actual Constitución. Si la Constitución es ilegítima, entonces también todos los gobiernos que han tenido su origen en ella tendrían una suerte de mancha de legitimidad. Eso es absurdo. Y sobre el procedimiento, ¿por qué no decimos la verdad? Es una simple martingala, un proceso de activismo político-electoral con un ejército de activistas financiados por el Estado para que supuestamente realicen diálogos ciudadanos para que una suerte de comisión misteriosa le diga a la Presidenta cuál es el sentir de éstos, los que, a su turno, se van a expresar en un proyecto de reformas. Y, por último, tenemos una objeción de fondo con la salida de este procedimiento. ¿Qué dice el gobierno?: mire, le voy a pedir al actual Congreso que por dos tercios admita una reforma de cuatro soluciones, que tienen una sola cosa en común, que es bajar los quórums de aprobación de la Carta Fundamental. Nuestra propuesta es mucho más simple: discutamos el fondo a través de proyectos de reforma constitucional. Si el gobierno quiere enviar un proyecto de nueva Constitución, ¿por qué no lo hace? y utilicemos los mecanismos de la propia Constitución para los efectos de discutirlo.
El gobierno ha dicho que no ha renunciado a presentar una propuesta propia de nueva Constitución, pero que ésta va a nacer de los cabildos, porque quiere que la orientación de la nueva Carta Fundamental nazca desde la ciudadanía. ¿No le parece una opción válida?
Es un discurso ad hoc, elaborado a última hora para justificar el activismo y para darle salida a otra promesa del gobierno que va a resultar incumplida. Ya quedó claro que durante el actual gobierno no va a haber cambio constitucional. Aquí se trata de revestir y de dar toda una fundamentación respecto de cómo salíamos del atolladero de justificar una promesa que no podíamos cumplir.
¿El consejo ciudadano y que los monitores de los cabildos sean elegidos por concurso público no son una garantía suficiente?
¡De ninguna manera! ¿Quién va a formar ese consejo? ¿Quién lo va a designar? ¿Cuáles van a ser los criterios para esa designación? ¿Y cuáles van a ser sus márgenes de autonomía? ¿Y van a estar obligados o no a procesar lo que digan los cabildos? ¿Y cómo se va a procesar lo que digan los cabildos? ¿Y quiénes van a participar en esos cabildos? Francamente, creo que esto no pasa de ser un edificio de activismo político y electoral que simplemente no creo que se justifique.
La Presidenta renunció a plebiscitar la idea de si era necesaria una Nueva Constitución, pero ha planteado que las encuestas ciudadanas quieren un cambio. ¿Cómo ustedes se hacen cargo de esta demanda?
Presentando nuestro propio proyecto de reforma constitucional. Lo que tiene que hacer la centroderecha es dar un paso al frente, tomar una ofensiva política e intelectual anticipando el fondo de la discusión, yendo a los contenidos.
¿Y por qué esa definición de contenidos no se puede hacer en los cabildos?
No creo que debamos participar en este aparataje que se está montando, que es un traje a la medida, cuidadosamente diseñado para los grupos que conforman la Nueva Mayoría e incluso para sectores que están a la izquierda de la coalición de gobierno. Nuestra forma tiene que ser necesariamente distinta. Generaremos nuestras participaciones, nuestras instancias de debate, participaremos en foros académicos y televisión, pero desde nuestro punto de vista y con nuestra propuesta constitucional por delante. La manera de dar un paso al frente y despejar todas las dudas de que tenemos una actitud constructiva en términos de mejorar la Constitución es tener nuestro propio proyecto.
Antes tendrán que ponerse de acuerdo entre ustedes. La UDI dijo que no se necesita ningún cambio; Evópoli dice que hay que modificar entera la Constitución, y RN ha reflotado el acercamiento con la DC. Al menos hay desorden…
Sin duda, porque hay desorden en general en la oposición hasta el día de hoy. Porque resulta que Chile Vamos es todavía un embrión que ni siquiera aterriza en los aspectos fundamentales, pero creo que al final del día la oposición, en general, debiera aglutinarse en torno a estos elementos: una propuesta propia de reforma constitucional, apertura para participar en el debate de fondo y distancia respecto de un procedimiento que como hemos visto es un mecanismo para financiar con fondos públicos el activismo de los partidos de la Nueva Mayoría.
¿Están disponibles para abrir un espacio y reformular el proceso constituyente para que les dé garantías?
Mi contrapregunta es la siguiente: ¿Por qué el gobierno no se allana a un planteamiento serio y razonable como es el que nosotros ponemos por delante? Que anticipemos el fondo del debate constitucional, que utilicemos los mecanismos de la propia Constitución, que sin perjuicio de generar todos los mecanismos de participación localicemos el debate en el Congreso y que en vez de pasar dos años o más discutiendo procedimientos, y seis años discutiendo el fondo, anticipemos una discusión para despejar incertidumbre y para que el país pueda hacerse cargo de una infinidad de otras tareas pendientes. Digamos las cosas como son: este gobierno ha hecho todo lo posible por impulsar políticas públicas que generan desconfianzas. Sin ir más lejos, el fiasco en que terminó la reforma tributaria, a pesar de todas las advertencias que formulamos, generó un marco de desconfianza importante en los agentes económicos. Hoy, todo el mundo lo reconoce. La tramitación de la reforma laboral ha ido exactamente en la misma dirección y, en tercer lugar, como guinda de la torta, se le agrega la reforma constitucional. Cualquier persona que quiere invertir en Chile o realizar actividades productivas pregunta cuál es el régimen tributario, laboral y constitucional. Y lo cierto es que este gobierno se las ha arreglado para generar incertidumbre en los tres.
Hay un proceso establecido con fechas y normas para encauzar el debate. ¿Por qué la incertidumbre?
Hasta ahora, salvo los adherentes más cerrados del gobierno, nadie considera que esta fórmula de activismo de seis años es razonable. Nosotros tenemos una mirada diferente. Y yo he dado un paso más al frente: he dicho desde ya que no estoy dispuesto a aprobar en el Senado ninguna de las cuatro fórmulas de salida que va a plantear la Presidenta Bachelet. Todas ellas tienen un solo objetivo: rebajar los quórums. ¿Por qué tendríamos que prestarnos para una maniobra de esa naturaleza?
Una de las críticas que se han planteado desde el oficialismo es el rol menor que -a su juicio- se asigna a este Congreso en el proceso constituyente. Asumo que comparte la crítica…
Varios parlamentarios de la Nueva Mayoría me han señalado que no están dispuestos a cercenarse sus propias atribuciones para traspasarlas a un futuro Congreso. La lógica de este gobierno frente al actual Congreso es de Ripley. Para hacer reformas tributarias, laborales, educacionales, para hacer todo tipo de nombramientos, el Congreso es válido y legítimo. Pero hay una sola materia para la cual parece no contar con la suficiente legitimidad: el tema constitucional. ¿Por qué no dicen la verdad? Para todo lo primero tienen los votos, para lo otro no tienen los votos. Este es el oportunismo máximo. Estoy absolutamente convencido de que muchos parlamentarios de la Nueva Mayoría, tanto de la DC como de otros sectores políticos, no van a aceptar que se los disminuya y subvalore de esta forma.
¿Cree que hay riesgo de rechazo a la reforma constitucional, que es la llave del proceso?
Se lo voy a comentar más fácil: las cuatro fórmulas de salida son cuatro distintos acomodos para tratar de dejar contentos a los que apoyan al gobierno, tienen un umbral y requieren dos tercios. La centroderecha tiene un tercio por sí sola en el Congreso; mi posición es que nosotros debemos anticipar desde ya que vamos a rechazar esas propuestas. No quiero meterme en un callejón sin salida ni quiero que me digan que no lo advertí a tiempo. Vuelvo a decir, plena disposición para el debate de fondo, actitud constructiva, como la he tenido en toda mi vida política, pero no quiero ni avalar ni ser cómplice de un procedimiento engañoso que no pasa de ser una fachada para el activismo electoral de cara a las elecciones municipales y presidenciales. Que nadie diga que no se les advirtió a tiempo.
¿La idea es que se resten de todo tipo de participación en el proceso constitucional?
No tenemos por qué avalar un procedimiento engañoso, hecho a la medida, que no da garantías y que no se justifica. Nuestra forma de entrar al debate debe ser como hemos planteado, con nuestro propio proyecto de reforma constitucional. El gobierno podrá hacer todas las actuaciones que quiera, está en su derecho, más aún, va a obtener los votos para financiar ese ejército de activistas para llevar adelante su procedimiento. Pero por qué tenemos que prestarnos a ello. Lo que nosotros tenemos que hacer es invitar al gobierno a discutir el fondo del tema a través de los mecanismos que la Constitución establece.
Chile Vamos ha tenido problemas para terminar su documento fundacional. La pugna entre liberales y conservadores parece no tener término...
Lamentablemente, veo que, salvo que se produzca una corrección rápida, por parte de las directivas de los partidos, vamos a estar de nuevo ante una partida falsa. Ya a principios de este año tuvimos un anuncio con bombos y platillos de algo que terminó en nada. Y, al parecer, estamos recorriendo el mismo camino. Llevamos dos años desde la última derrota presidencial y parlamentaria. ¿Cuáles han sido los avances reales en estos dos años? ¿Vamos a decir que es un avance real que tengamos reuniones los días lunes? ¿Dónde está la orgánica que le tiene que dar fuerza a este nuevo referente? Hasta ahora, hay anuncios que no se materializan, que va a haber una directiva común, que va a haber una secretaría ejecutiva y que va a haber una comisión política en que estarían representados por igual miembros de los partidos y personas independientes. El fondo del problema es que los actuales partidos no se allanan a aceptar que en esta etapa de la vida política chilena la centroderecha tiene que generar una coalición mucho más fuerte y con mucha mayor identidad que la que hasta ahora ha tenido, que tiene que ser una identidad que supere los partidos. No puede ser una agrupación que simplemente sume los elementos que ya existen, porque esos elementos no son suficientes.
¿Usted les encuentra más sentido a quienes dicen que el documento fundacional no esté amarrado a temáticas valóricas que suelen generar discrepancias?
La polémica de los últimos días es de las más absurdas que he visto en mi vida política. Esta es una coalición que nace con criterio de mayoría, pero que se preocupa más de expulsar que de atraer, más de dejar en claro quiénes deben estar fuera que quiénes deben estar dentro. Es la antítesis de un planteamiento razonable. Para mi gusto, refleja que algunos de los actuales dirigentes de los partidos no se dan cuenta de la realidad que la centroderecha tiene que enfrentar, que estamos en una situación particularmente compleja y que aquí se requieren gestos políticos de envergadura. En Chile Vamos parecemos más preocupados de contentar a los actuales dirigentes de los partidos que de abrir las puertas a gente nueva.