La Nueva Mayoría con Bachelet a la cabeza nos deja un país fragmentado, polarizado, y que no crece. Sin crecimiento no hay desarrollo social, dijo Bachelet, pero era solo un dicho, pues ella no sabe cómo se hace. De hecho, en sus dos gobiernos tendrá los peores registros de crecimiento desde 1985. Hay que escuchar a la gente, nos dijo, pero usó la retroexcavadora a diestra y siniestra. Chile lo hacemos todos, llegó a sugerir, pero ha gobernado solo para sus adherentes, persiguiendo a sus adversarios incluso con el aparato estatal. Más y mejores empleos, y fueron menos y peores. Educación pública, gratuidad y de calidad, y efectivamente será gratuita, pública y claramente de peor calidad. Eliminaremos el déficit fiscal, prometieron, pero lo cierto es que lo aumentaron. 2016 fue declarado el año de la productividad y ésta no solo no aumentó, sino que justo al contrario, disminuyó. Voto voluntario e inscripción automática traería más participación; la evidencia fue justo al revés. El Transantiago sería una auténtica joyita sin costo para el país, pero cuesta miles de millones de dólares sin arreglo posible. De la salud pública ni hablar, menos de los niños, la tercera edad, la infraestructura o la delincuencia. Hasta se les arrancan los presos amenazando a los jueces.
Muchos se preguntan cuál es la salida al atolladero en que la izquierda dejará el país. La salida, si es posible, será muy difícil. Primero, porque lentamente volvemos a la polarización de antaño con tan malos resultados. Tal como lo hizo Aylwin, el nuevo presidente debe esmerarse en la reconciliación. Es una condición absoluta si queremos un buen país para el futuro. No nos sirven los gobiernos que tratan de destruir o detener todo lo que se hizo en el gobierno previo. Eso ha hecho Bachelet, quien incluso desconoció y renegó lo que hizo la Concertación, de la cual fue nada menos que su representante. Mientras más mayoritario es un acuerdo, mejor es la perspectiva del largo plazo para el país. Todos deben transar algo si queremos avanzar. El avanzar sin transar de la izquierda es la antítesis de la democracia. El Ejecutivo es enormemente poderoso en nuestro país, y por ende es el que debe liderar la reconciliación usando todo el poder disponible. Reconciliarse significa recuperar las confianzas, la tolerancia, escucharse de verdad, y la valoración de la diversidad. Un país de fuertísimo régimen presidencial pero con más de 30 partidos es literalmente ingobernable. Eso es Chile hoy. Hay muchos partiduchos que salen a recolectar firmas a la calle, lo que denota una pobreza doctrinal e intelectual abismante. No es lo mismo recolectar firmas por una vez para presentar una candidatura que para militar en un partido.
La reconciliación debe estar basada en los principios de una sociedad justa. La igualdad es solo un caso particular de equidad. Hay otros criterios de equidad, y se deben considerar, cada cual en el espacio que le corresponde. La clave es un gobernante que lo hace para todos, no solo para los suyos, uno de los peores legados de Allende. Cuando empresarios dan sus opiniones en las leyes que corresponden a sus sectores es visto como algo satánico. Cuando la CUT prácticamente redacta la ley del trabajo en que se beneficia directa y abiertamente, eso es legítimo. Ahí no hay equidad. Cuando las empresas públicas tienen corrupción o pierden toneladas de plata, nadie se altera y rápidamente las capitalizan con la plata de todos cubriendo la mala gestión. En suma, si no hay reconciliación, confianzas y equidad, no hay posibilidad alguna de desarrollo.
Los primeros grandes acuerdos deben ser para poner en marcha la capacidad productiva del país. La política social exitosa requiere de la generación de riqueza, no de la redistribución, que por cierto es necesaria en alguna medida. La Nueva Mayoría consideró que el país era rico el 2014 y llegó regalando plata a diestra y siniestra. Incluso subió fuertemente los impuestos, y en tres años se acabó la plata. A Codelco, TVN y otras entidades estatales ahora hay que ponerle plata. La fiesta duró tres años, se les acabó la plata y estamos ya cerca de comernos la gallina de los huevos de oro. Los estados empresariales terminan siempre en la quiebra. Es la creatividad de millones y la iniciativa privada la que genera la riqueza y progreso. Los Estados solo las dilapidan.
Los emprendedores requieren ciertas certezas básicas, y que no les cambien las reglas del juego en la mitad del camino. No requieren más regulaciones sino mejores regulaciones. Ya el partido que representa Lagos anunció en su programa nuevos impuestos, y en este caso, al patrimonio; o sea, pagar impuestos sobre impuestos ya pagados.
Reconciliación y producción es la clave, veremos qué candidatos serán capaces de ofrecerlo de manera creíble.