TU NO ESTAS SOLO EN ESTE MUNDO si te gustado un artículo, compártelo, envialo a las redes sociales, Twitter, Facebook LA POLITICA ES DE LA ESENCIA DE LA DEMOCRACIA

martes, mayo 30, 2017

Patricio Navia : el sueño de la izquierda


La retroexcavadora chocó con la realidad de que los chilenos quieren mejorar, no cambiar, el modelo. Como las alternativas al capitalismo no han logrado resultados positivos duraderos en ninguna parte, las ínfulas revolucionarias no lograron pasar de un rechazo al capitalismo a una propuesta de modelo de desarrollo alternativo. En América Latina, ni Venezuela, ni Ecuador, Bolivia o Cuba ofrecen alternativas que permitan imaginar la superación del capitalismo.

Ahora que la Nueva Mayoría agoniza, la izquierda chilena tendrá la oportunidad de forjar una nueva coalición que no se vea frenada por la presencia moderadora de la Democracia Cristiana. Pero ya que la izquierda concuerda solo respecto a su rechazo al modelo económico actual, pero no respecto a qué tipo de sociedad aspira a construir, ese sector no podrá aprovechar la oportunidad. Después de todo, no tiene una hoja de ruta sobre cómo avanzar, porque no tiene un destino común ni objetivos compartidos.

La caída del Muro de Berlín y el desastroso fin de los socialismos reales a fines de los 80 generó una crisis profunda en la izquierda mundial. En Chile, que venía saliendo de la dictadura, la izquierda tomó la bandera de la defensa de la democracia y de los derechos humanos, y convirtió su oposición a la dictadura en la plataforma de unidad para las distintas visiones que coexistían en el sector. Ya que llegó al poder como el socio minoritario de una alianza con el centro, las políticas económicas y sociales impulsadas en los primeros 10 años de democracia fueron aquellas favorecidas por el socio mayoritario de la Concertación. Si bien una buena parte de la izquierda se acostumbró al modelo neoliberal impuesto por la dictadura y dotado en los 90 de un componente social de mercado, otros sectores mantuvieron vivo el argumento de que, apenas la izquierda pudiera ejercer el poder sin necesidad de estar aliada al centro, entonces recién se abrirían las grandes alamedas y se superaría el modelo capitalista.

La llegada de Ricardo Lagos al poder en 2000 y de Michelle Bachelet en 2006 echó por tierra esos sueños de superar el modelo, en tanto ambos Gobiernos realizaron reformas que fortalecían el pilar solidario, pero también profundizaban los principios neoliberales. La aplastante victoria de Bachelet en 2013 produjo una borrachera revolucionaria tardía en aquellos que nunca aceptaron que la única opción era construir más igualdad dentro del modelo capitalista —remodelando, más que usando la retroexcavadora—. Incluso la propia Bachelet hizo suya la tesis de la refundación y de la superación del capitalismo como una opción plausible.

Pero a poco andar, la retroexcavadora chocó con la realidad de que los chilenos quieren mejorar, no cambiar, el modelo. Además, incluso los que quisieran cambiarlo no logran articular propuestas alternativas viables. Como las alternativas al capitalismo no han logrado resultados positivos duraderos en ninguna parte, las ínfulas revolucionarias no lograron pasar de un rechazo al capitalismo a una propuesta de modelo de desarrollo alternativo. En América Latina, ni Venezuela, ni Ecuador, Bolivia o Cuba ofrecen alternativas que permitan imaginar la superación del capitalismo. Es más, para que esos países salgan de las crisis en las que se encuentran inmersos, sus Gobiernos tendrán que adoptar políticas de libre mercado, no profundizar la estatización de las economías.

Precisamente cuando no aparecen alternativas al capitalismo en ninguna parte, la izquierda chilena se encuentra con la posibilidad de construir una propuesta electoral que se diferencie del modelo social de mercado que impulsaron todos los Gobiernos desde 1990 en adelante.  El quiebre con la PDC supone la renuncia a la moderación que impulsaba ese partido. Ahora, sin correa al cuello, la izquierda podrá proponer el modelo en el que realmente cree para superar al capitalismo.

Aunque muchos parecen entusiasmados con la oportunidad, han bastado unas semanas desde que desapareció el veto de centro para que quede en claro que la izquierda solo se une en su rechazo al modelo actual. Mientras los moderados —cercanos al laguismo— promueven políticas de competencia y mercado, los revolucionarios del Frente Amplio impulsan abandonar el barco del capitalismo (que ya se hunde, según ellos) y saltar a un barco que iremos construyendo participativamente todos mientras flotamos en alta mar. El candidato oficial de los partidos de izquierda, el senador Alejandro Guillier, personifica la confusión al pasar de las promesas refundacionales un día a un discurso de mejoras de lo que hay al día siguiente.

Por casi 30 años la izquierda culpó a sus socios de centro por las políticas amigables con el mercado que impulsaron los Gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría. Ahora que esa excusa ha desaparecido, la izquierda se ve enfrentada a la dura realidad de reconocer que, aunque los une su rechazo al modelo, ese sector no tiene una hoja de ruta alternativa para construir una alternativa al capitalismo. Por eso, si la izquierda llega a ganar el poder, por más nerviosos que se pongan algunos, entre seguir la derrotada vía del socialismo cubano o chavista, la izquierda chilena solo podrá, siguiendo el ejemplo de Aylwin, darle un rostro humano al neoliberalismo.

 

Patricio Navia, #ForoLíbero


Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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domingo, mayo 28, 2017

SERGIO MELNICK Lo que la mala política olvida

Lo que la mala política olvida

Lo que la mala política olvida

DICE LA sabiduría antigua que nada puede superar a su propia fuente. Por ejemplo, un auto no puede ir más rápido que lo que su motor le permite. Traducido a la política, esto puede reducirse a dos principios: (1) los países acotan o no pueden ir más lejos que la calidad de su política, y (2) los países tienen su techo en lo que sus habitantes son capaces de pensar y construir.
En la situación de nuestro país, lo que vemos es muy angustiante. La política vuelve al pasado en que nos destruimos unos a otros, y las ideas abundan por su ausencia. Lo peor es que los jóvenes del Frente Amplio solo tratan de desenterrar las peores propuestas de hace 50 años; no han aportado una sola idea novedosa. Peor aún, en pleno siglo XXI proponen el asambleísmo y hasta los cabildos. Es como si se planteara volver a los trenes a carbón para la economía.
Todos los políticos quieren una sociedad mejor, de eso no puede caber duda. Negarlo es de una odiosidad inaceptable. Por cierto discrepan en qué es una sociedad mejor, y ese es el debate de ideas que todos esperamos. En cambio, el foco en nuestro país es tratar de descalificar moralmente al adversario. Guillier se permitió esta semana calificar a su oposición como "enemigo". Con el enemigo no se debaten ideas, solo se los trata de destruir, son una amenaza vital.
Los populistas apelan a los programas ciudadanos y renuncian a postular sus propias ideas, que es la clave para seleccionar a un líder. Aquí es preciso hacer un alcance conceptual clave: la sociedad es una entidad sinérgica. Es decir, es más que la suma de las partes. La sociedad tiene comportamientos que pertenecen al todo y no a las partes. Justamente la clave de los grandes políticos y de la buena clase política es ver ese todo que las partes no pueden entender. La ecología es así, la economía también. Sin duda la defensa, o las políticas de ciencia y tecnología, la organización del Estado, el equilibrio de poderes, en fin. Entonces, aquellos candidatos que dicen que van a preguntarle a las partes qué quieren, entrarán en enormes contradicciones si no aportan el principio de las reglas de la sociedad como un todo. Esos son los que llamamos estadistas.
Asimismo, es fundamental entender que la ética de la sociedad como una entidad en sí misma es distinta a la de las personas. Una sociedad democrática real admite la existencia de grupos muy disímiles entre sí en cuanto a creencias, de las que emana la ética. Por cierto es necesario regular la convivencia de esos grupos. Por eso, para la sociedad como un todo, la ética relevante está definida en el estado de derecho. La ley debe reflejar solo los valores colectivos, salvo que sean estados religiosos fundamentalistas. Por ello la ley es evolutiva. Entonces, lo único exigible éticamente a un candidato es que cumpla cabalmente el estado de derecho. Por cierto la expresión personal de la ética en ese terreno se expresa en el voto.
Otro elemento crucial para el adecuado funcionamiento de la sociedad es evitar al máximo que alguna entidad tenga la calidad de ser juez y parte. Por ejemplo, cuando el Estado es empresario, y es a la vez su regulador. El resultado final siempre será malo. ¿Cómo controla la educación el Estado cuando él mismo es quien la administra? Por esa misma razón es fundamental evitar que los empresarios, por ejemplo, coopten a la política. Los contrapesos del poder son fundamentales.
La excesiva concentración del poder es siempre nefasta para la sociedad. Eso es válido para lo económico, lo intelectual, lo religioso, lo geográfico y, por cierto, para la política y el Estado. A la izquierda le molesta solo la concentración económica, pero le gusta el Estado omnipotente. A mí me molesta cualquier concentración excesiva del poder, y esa es una función de regulación de la política cuando es realmente sabia.
Finalmente, la democracia tiene una enfermedad crónica que es el excesivo foco en el corto plazo. Las elecciones son necesarias, y los períodos de ejercicio del poder son cortos. En Chile la presidencia tiene el absurdo período de cuatro años sin reelección. Por eso es necesario de alguna manera incorporar el largo plazo en gobiernos de corto plazo, y eso no es la suma de los intereses individuales. Aquí es donde aparecen los grandes estadistas.
En Chile la izquierda botó al único que tenía. Ahora solo queda uno en campaña.

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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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