JUNTO CON el inicio de la nueva estación (un hecho simbólico), Piñera entra formalmente al ruedo de la presidencial, mostrando una evolución personal digna de destacar. Se nota que aprende, capitaliza la experiencia y cambia. Que estudia y reflexiona en profundidad, además de tener una capacidad de trabajo y gestión envidiables. Piñera 2.0 es un auténtico estadista de mirada republicana, que mira al futuro con generosidad, similar a lo que hace Lagos, F. Kast y lo que podría haber sido Velasco en campaña. Estos distan años luz de los otros candidatos en general.
Qué nos dijo en su discurso: lo primero y sustantivo fue, con todas sus letras y acentos, que el gobierno de la Nueva Mayoría ha sido un mal gobierno, lo que concuerda con el 75% de rechazo que muestran las encuestas y, por cierto, todas las cifras. Por ello, Chile ha perdido su posición de liderazgo en América Latina, el país se estanca, la capacidad de innovar y emprender se asfixia. Las reformas estructurales fueron mal concebidas, peor implementadas y han significado un grave retroceso. La delincuencia, la drogadicción y el terrorismo crecen. La calidad de la educación se estanca, la salud está en crisis. El estado de derecho se debilita. La retroexcavadora ha hecho una muy alta destrucción. La Nueva Mayoría prometió regalarnos el presente, pero en la práctica, nos arrebata el futuro.
Hizo también un pequeño recuento de los logros de su gobierno: disminución de la pobreza a la mitad, reconstrucción ejemplar, crecimiento, inversión, empleo, déficit fiscal controlado, hospitales, 400.000 becas en educación superior, 60 Liceos Bicentenario, beca vocación profesor, Programa Vivir Sano, post natal seis meses, ingreso ético y tantos otros. Sin duda, fue un muy buen gobierno y entregó un país claramente mejor del que recibió, como se espera de cualquier administración. Por cierto, cometió errores y, lo más interesante, es que pidió perdón por ellos, algo que solo le da grandeza y que haría muy bien a este gobierno ya que también le daría grandeza.
Criticó la suciedad de la campaña electoral e invitó a una campaña que deje huellas, no cicatrices. Se comprometió a ir más allá de la ley; a separar sus actividades comerciales legítimas y su gobierno. Indicó la urgencia de erradicar el populismo que está naciendo.
Luego esbozó sus propósitos. Los tres ejes serán: libertad (los individuos como protagonistas de sus vidas), justicia (eliminar la pobreza, reglas claras para todos, igualdad de oportunidades, término de abusos, derechos, respeto) y progreso (desarrollo de los talentos, premio al mérito y esfuerzo, emprendimiento).
Todo ello requiere un sabio equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado; el respeto por las minorías y promover los valores republicanos de convivencia. Los objetivos concretos que planteó fueron crecimiento del empleo, seguridad pública, libertad de enseñanza y de calidad, una nueva sociedad docente propia del siglo XXI (en vez de un estado docente para ideologizar); que nadie quedará sin estudiar por falta de recursos, mejor infraestructura y administración de la salud pública, mejora de pensiones, activa política de adultos mayores y una buena política migratoria. Enfatizó la necesidad de modernizar el Estado, adecuarse a la globalización, la revolución tecnológica y sus desafíos.
Indicó también con fuerza la necesidad de desterrar la cultura del "cada día puede ser peor". Finalizó diciendo: "Creo en la libertad y dignidad de todas las personas para forjar su propio futuro, y que los gobiernos están para protegernos y ayudarnos, pero no para dirigir ni asfixiar nuestras vidas. Creo en la justicia y la solidaridad, en el progreso y la creación de oportunidades. Creo en Chile y los chilenos".
Piñera habló desde la mirada republicana, como hacen los estadistas, sin rencores, con generosidad, ofreciendo un gobierno para todos, no solo a los partidarios como el actual. Si el país lograra lo que propone, saldríamos del atolladero actual y se abriría el futuro. De otra manera vamos hacia la situación de Venezuela, en que se ha terminado de destruir la economía, la convivencia social,y el estado de derecho.
Las sociedades modernas son entidades extraordinariamente complejas, en un mundo global aún más complejo. No existe el camino corto al desarrollo, pero sí el camino inteligente. Las ideologías del siglo XX ya no sirven para los problemas de este siglo.