En las afueras de Saint Louis, la ciudad que en gran parte del siglo XIX fue la 'puerta del Oeste' de Estados Unidos, a las plantas se las llama 'producto'. Al menos, en varios complejos de edificios, en los que la empresa Monsanto tiene sus oficinas centrales y varios centros de investigación.
Suena extraño, aunque, a decir verdad, los anglosajones emplean el término 'producto' para casi todo (en las novelas de espías de John LeCarré, hasta la información falsa que los espías británicos pasan a sus rivales soviéticos se denomina con esa palabra). Pero Monsanto ha hecho de sus 'productos' vegetales su seña de identidad. En los años noventa, la compañía inició una estrategia que la llevó al éxito empresarial, pero también a estar en el centro de algunas de las peores controversias que puedan afectar a una empresa.
Lo que hizo Monsanto fue vender su división de química y se centró en la agricultura y la biotecnología, un área con márgenes más altos, pero también con mayores necesidades de I+D y con casi todo lo que los expertos en relaciones públicas llaman 'riesgo reputacional'. Ahora, sus rivales DuPont y Dow Chemical están tratando de imitar esa estrategia.
Uno de los pioneros del cambio fue Robert Fraley, que en 1981 fue fichado por Monsanto para dirigir una unidad de investigación quelogró transferir un gen de una bacteria a la soja y a las petunias: las primeras plantas transgénicas de la Historia. Eran los primeros pasos en una empresa que ahora está comercializando 'productos' como la 'Intacta RR2 Pro', su primera semilla para un mercado no estadounidense.
La 'Intacta RR2 Pro' es una semilla de soja que contiene una enzima que, cuando es devorada por determinadas plagas, activa una proteína que mata al insecto. Hoy, dos tercios de la facturación de Monsanto proceden de las semillas modificadas genéticamente. Eso, a su vez, implica una investigación en I+D inmensa. En 2013 eso significó 1.110 millones de euros sobre una facturación de 10.760 millones y unos beneficios de 1.800 millones. O sea: Monsanto se 'come' en innovación el equivalente de dos tercios de su beneficio neto y el 11% de su facturación.
Destina a innovaciónun tercio del beneficio y el 11% de su facturación
Treinta y tres años después de su fichaje, Fraley es vicepresidente ejecutivo y director de Tecnología. Y su convencimiento en que lo que comenzó en 1981 es el futuro no ha hecho más que crecer. La razón es simple: más de 2.000 millones de personas están saliendo de la miseria en Asia, África y Latinoamérica y, con la subida de los ingresos, también llega la mejoría de la alimentación. Según los cálculos de la empresa, en los próximos 35 años será necesario duplicar la producción mundial de comida. Y, para cubrir la demanda, solo hay una opción: la ingeniería genética. Porque en el mundo no hay suficiente tierra para que todos comamos bien.
Si a eso se suma el cambio climático, que agrava la variabilidad del clima, con grandes sequías, olas de frío y calor, y lluvias torrenciales, cobran sentido las palabras de Fraley a INNOVADORES: «Es necesaria una nueva 'Revolución Verde'».
La 'Revolución Verde' es el conjunto de mejoras en la producción agrícola que tuvieron lugar en las década de los 40, 50 y 60, y que incluyeron la extensión del uso de nuevos fertilizantes, insecticidas y herbicidas, y las mejoras en los sistemas de irrigación, almacenamiento y transporte. El resultado es que el precio de la tonelada de arroz, por ejemplo, cayó de 550 dólares al principio de la década de los 70 a poco más de 150 en 1986.
Pero los efectos de la 'Revolución Verde' se han agotado, mientras la demanda de bienes agrícolas, sobre todo en el mundo en desarrollo, se ha disparado. Hoy, la tonelada de arroz está a 435 dólares. La necesidad de alimentos de los países en desarrollo ha creado prácticas controvertidas, como el 'land grabbing' ('toma de tierras'), es decir, la concesión de inmensos territorios en África y América Latina a inversores asiáticos y de Oriente Medio para que realicen en ellos plantaciones industriales con nulo respeto hacia las poblaciones indígenas y el medio ambiente.
La 'Revolución Verde' no se circunscribe a la ingeniería genética.Monsanto entró el año pasado en la combinación de internet y agricultura, a través de la adquisición de la empresa californiana (mun.do/1fpXmZR) The Climate Corporation. Y es que, como señala Graley, «un tractor actual tiene más capacidad computacional que las primeras naves que fueron a la Luna».
En último término, de lo que se trata, según declara Fraley, «es de buscar soluciones para cada situación». Un ejemplo: según el centro de investigación agrícola británico Rothamsted Institute, el maíz,
originariamente daba una cosecha de 315 kilos por hectárea. Sucesivos cruces y mejoras a lo largo de los siglos han elevado esa producción a unos 11.000 kilos. Pero, en alguna regiones en las que hay más precipitaciones -y, al mismo tiempo, suficiente luz solar-, la cifra llega a 20.000 kilos por hectárea. Si ese promedio se puede generalizar, la segunda 'Revolución Verde' estará en marcha. «Y la población mundial, en unas décadas, dejará de crecer. Tal vez entonces podamos plantearnos si queremos dejar las semillas modificadas genéticamente», concluye Fraley. Será el momento de volver a las 'plantas' y dejar los 'productos'.