Cambio climático, agotamiento de recursos y colapso social
Nueva ley, posible clave para el futuro.
La historia nos enseña que ninguna elite que se conciba en el zenit de su desarrollo será capaz de anticipar un colapso civilizatorio causado por la degradación del ambiente natural que la sostiene, y agravado por cambios climáticos planetarios. La arrogancia del poder, con muy pocas excepciones, impide los cambios culturales, sociales y tecnológicos que se requieren para escapar a estas tragedias históricas.
Allí están para demostrarlo los ejemplos de la Isla de Pascua, de las teocracias mayas y del reinado nórdico de Groenlandia, entre otros. En su libro sobre el Colapso de las Civilizaciones(Collapse), Jared Diamond analiza con abundantes datos históricos cómo estas sociedades agotaron sus recursos naturales y cómo impredecibles eventos de cambio climático planetario vinieron a agravar su vulnerabilidad, al punto que colapsaron como civilización. Así, los reyes de Isla de Pascua seguían deforestándola para erguir los monumentales Moais, aun viendo cómo desaparecían todas las fuentes alimentarias (lo que eventualmente los llevó hasta el canibalismo para sobrevivir).
Los reyes mayas deforestaron las selvas tropicales para cocinar estuco para sus templos, hasta que un largo periodo de sequías condujo a la hambruna, la rebelión y el abandono de las ciudades-estado; los reyes nórdicos de Groenlandia, atrapados en un largo periodo de enfriamiento planetario, seguían trayendo espadas y crucifijos en los pocos barcos que lograban cruzar los mares congelados desde Noruega –en vez de pedir provisiones o de planificar una evacuación ordenada… Y todas estas civilizaciones desaparecieron, seguramente después de cruentas luchas por la supervivencia. ¿Qué pasaría en Guatemala si cuatro o cinco años de sequías (o tormentas tropicales, o ambas) destruyeran las cosechas de cientos de miles de familias de agricultores de subsistencia, haciendo imposible la agricultura de laderas y llevándolos a la desesperación? ¿Qué pasaría si el incremento de las temperaturas de las aguas costeras alejara a todos peces, llevando a la hambruna a decenas de miles de familias de pescadores? ¿Qué haría la ciudad de Guatemala si decenas de miles de refugiados ecológicos inundaran sus calles, parques y barrancos? ¿Podríamos responder a estos escenarios?
Es tiempo de asumir esta realidad: para subsistir como nación debemos prepararnos para enfrentar el cambio climático, debemos adaptarnos a sus efectos inevitables y contribuir a la reducción de las emisiones de gases de invernadero que agravarían aún más la situación en el futuro. En este contexto, tiene enorme importancia para Guatemala la reciente aprobación de la Ley Nacional de Cambio Climático (Decreto 7-2013), la cual dota al país de un instrumento orientador para que toda la sociedad asuma este enorme reto. Primera ley ambiental aprobada en casi dos legislaturas, fue impulsada originalmente por el anterior ministro de Ambiente, Luis Ferraté, retomada por la actual Comisión de Ambiente, y finalmente apoyada por las principales jefaturas de bloque del Congreso.
Esta ley podría ser un pilar central de nuestros esfuerzos para sobrevivir e, incluso, prosperar en un contexto de cambio climático, ya que establece mandatos claros para que todas las entidades de Gobierno, universidades, municipalidades, sociedad civil y el sector productivo empresarial asuman todos sus respectivas responsabilidades en la adaptación y la mitigación de los efectos del cambio climático. De carácter visionario y participativo, esta ley establece claramente la prioridad que deberá tener la reducción de la vulnerabilidad en temas vitales como la salud pública, la seguridad alimentaria, la gestión de zonas costeras, la conservación de bosques y la protección de infraestructura productiva.
Como Jared Diamond lo señala en su libro, también hay ejemplos notables de sociedades que supieron enfrentar la degradación de sus recursos naturales: Hacia el año 1,700, un Japón casi totalmente deforestado adoptó un estricto sistema de protección y recuperación de sus bosques y, hoy en día, es uno de los países con mayor cobertura forestal del planeta; y la República Dominicana ha sabido preservar sus bosques y biodiversidad, en radical contraste con un Haití deforestado y empobrecido. La acción concertada de todos los actores sociales, impulsada por la nueva Ley de Cambio Climático, podría ser la clave de nuestro futuro.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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