Los siete cerrojos de la democracia
La democracia nació con un miedo terrible al Estado y a las tendencias absolutistas del poder. La Humanidad padeció durante milenios el despotismo de los monarcas y el dominio de elites crueles que humillaban, explotaban y asesinaban. Durante los siglos XVII y XVIII, aquel "Antiguo Rñegimen" fue derrotado y empezó a ser sustituido por una democracia que tenía plena conciencia de que el Estado es el peor enemigo del ser humano.
Los filósofos y pensadores que idearon la democracia moderna en los siglos XVII y XVIII idearon siete cerrojos, aparentemente infalibles, para que el Estado absoluto y opresor, el monstruo Leviatán, quedara encarcelado para siempre.
Aquellos cerrojos eran los siguientes:
1.- La elevación del ciudadano a la categoría de rey y dueño de la soberanía y como el único ser capaz de dar o quitar legitimidad a los poderes públicos
2.- La proclamación y defensa de los derechos fundamentales del ser humano
3.- La separación de los poderes básicos del Estado, Legislativo, Judicial y Ejecutivo, que tenían que funcionar independientes y compitiendo entre si.
4.- La exaltación de la libertad, la igualdad y la fraternidad como valores democráticos fundamentales e irrenunciables,
5.- La instauración de las normas y leyes que configuraban el Estado de Derecho
6.- El equilibrio de las esferas pública y privada, con la consiguiente valoración del papel de la sociedad civil en la democracia, destinada a servir de contrapeso al Estado.
7.- El séptimo cerrojo, concebido como el más esperanzador y eficiente, como la última garantía del sistema, fue la creación de una prensa rabiosamente libre, cuya principal misión era buscar y difundir la verdad, fiscalizando y controlando de ese modo, con luz y taquígrafos, a los grandes poderes. La democracia, consciente del valor crucial de la libertad y la independencia de la prensa, dotó a los periodistas de prestigio y los convirtió en héroes populares, regalándoles derechos especiales como el uso casi ilimitado de la libertad para investigar y difundir la verdad y el derecho a preservar y proteger a sus fuentes. A cambio, sólo les pedía que buscaran la verdad y la difundieran a los cuatro vientos, sin renunciar nunca a la independencia y al deber de servir a la ciudadanía.
Esa alianza entre periodistas, democracia y ciudadanos, vital para el sistema democrático, es la que hizo nacer el periodismo moderno.
Edmund Burke definió el periodismo como el cuarto poder, "opuesto al Estado y a sus grupos de interés"; la escritora india Vandana Shiva celebra "la insurrección del saber subyugado" contra "el saber dominante" del poder; Bertrand Russel decía que un hombre honrado "debe estar siempre contra el gobierno"; Vargas Llosa afirma que el periodismo es el mayor garante de la libertad; Nosotros agregamos que "el auténtico periodista es siempre un opositor inveterado del poder dominante y no su parásito servil". que los medios de comunicación deben ser "la voz del pueblo", no "el comercio de la autoridad".
Pero hoy, aquellos siete cerrojos han sido abiertos y la bestia ha escapado de la jaula para volver a aplastar al hombre libre. Los partidos políticos la han liberado para, con su ayuda, restaurar el poder dominante que disfrutaban las viejas elites. La democracia ya no existe.
El ciudadano no sólo no es el ya el rey del sistema, sino que ha sido desplazado y relegado de la política; los derechos fundamentales se violan con pasmosa frecuencia; los partidos han ocupado y dominado los poderes básicos del Estado, que han dejado de ser independientes; la igualdad, la fraternidad y la libertad han sido adulteradas y violadas en una sociedad donde los elites vuelven a dominar; las leyes que configuran el Estado de Derecho se redactan de forma ambigua y se interpretan según convenga al poder dominante; no existe equilibrio alguno entre las esferas públicas y privadas porque el poder politico lo domina todo y la sociedad civil, acosada y ocupada por los partidos políticos, se encuentra casi en estado de coma; la prensa libre, por último, apenas existe ya en un mundo cuyos medios de comunicación han dejado de ser independientes, han sellado alianzas de intereses con los partidos políticos y han dejado de controlar y fiscalizar a los grandes poderes, que ahora campean sin control sobre los páramos desolados de una democracia que, traicionada, ha sido transformada en una despreciable partitocracia.
Rodrigo González Fernández
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