Conozca cómo ambas naciones enfrentan los alimentos modificados genéticamente.
Ayer en la primera parte de nuesto especial sobre cultivos transgénicos en el Hemisferio Sur, conocimos qué sucede en América del Sur.
Perú, siguiendo los pasos de países como Irlanda y Grecia, aprobó un proyecto de ley que prohíbe el cultivo de semillas transgénicas en la nación andina por 10 años, bajo el argumento de prevenir posibles efectos sobre la biodiversidad del país. En cambio, hay otras naciones que se han acercado a esta tecnología como lo son Brasil y Argentina, con cultivos transgénicos de soja, maíz y algodón.
Conocimos diversas posturas desde esta parte del orbe pero ¿Qué sucede en otras latitudes del Hemisferio Sur? Para saberlo www.portalfruticola.com conversó con representantes de la industria neozelandesa y australiana.
Al otro lado del Pacífico
Los organismos genéticamente modificados (GMO por su sigla en inglés) aún no tiene el "vamos" en Nueva Zelanda, país donde lo "limpio y verde" es la clave. Otra situación es la que se vive en Australia, donde las leyes de etiquetado, incluso con la aprobación de los transgénicos, enfrentarían la oposición de los consumidores.
Peter Silcock, director ejecutivo de la organización Horticulture New Zealand, atribuye al éxito de la industria neozelandesa y lo destaca como una ventaja en los mercados internacionales, la imagen natural que han mantenido alejada de los transgénicos.
Nueva Zelanda
En un primer contacto de www.portalfruticola.com con Horticulture NZ para elaborar esta historia, la organización indicó que no tenía mucho que comentar al respecto, debido a que Nueva Zelanda no cultiva alimentos modificados genéticamente ni nunca lo ha hecho.
Este primer acercamiento demuestra cómo este concepto no es un tema para el país. Peter Silcock, director ejecutivo de Horticulture NZ, comentó el por qué.
"Nueva Zelanda tiene una buen posicionamiento internacional en términos de ser limpio y verde, y de lo que nos hemos dado cuenta es que hay muchos consumidores preocupados acerca de las modificaciones genéticas y nosotros necesitamos seguir las tendencias de los consumidores en términos de los productos que estamos enviando a los mercados", indicó.
"Creo que desde el punto de vista de la industria estamos en una situación bastante cómoda", dice, una en donde aún no se ha generado un llamado para aprobar las modificaciones genéticas.
Generalmente en los debates pro-transgénicos aparecen palabras como "tecnología" y "progreso". En el caso de Nueva Zelanda Silcock indica que su país ha encontrado el equilibrio, aprovechando la tecnología pero sin modificaciones genéticas.
"Lo que queremos hacer es centrarnos en algunas de las cosas que van de la mano con la imagen que el consumidor tiene de Nueva Zelanda, de ser limpio y verde. Creemos que podemos utilizar alguna tecnología en el laboratorio para obtener beneficios de innovación sin producir cultivos genéticamente modificados".
"La industria le ha dado un claro mensaje a los investigadores de que queremos ver innovación, que sí queremos ver nuevas variedades, que son importantes para nosotros, ya sea de kiwi, manzanas u otro producto", puntualizó.
Indicó que el mensaje para los investigadores es claro: "Los cultivos no pueden ser modificados genéticamente, pero estamos contentos con aquellas tecnologías utilizadas en los laboratorios que puedan acelerar los programas de investigación".
Australia
En el caso de Australia, el Dr. Geoffrey Annison de la organización Australian Food & Grocery, explica que en el país ha habido una larga historia de alimentos genéticamente modificados pero que las frutas y hortalizas han estado exentas de ella.
Dentro de esta historia está el desarrollo –en la década de 1980– de un cerdo genéticamente modificado – el cual nunca llegó al mercado – y ya en la década del 90 el desarrollo de un clavel con estas características.
"Pero el mayor éxito fue el desarrollo del algodón genéticamente modificado producido por los investigadores de la CSIRO (Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization) y que fue ampliamente adoptado por la industria del algodón en los 90 y de hecho todavía es utilizado por la industria", comentó Annison.
Agrega que estos productos se desarrollaron antes de que existiera una regulación para los GMO en el país oceánico.
Cuenta que no fue hasta mediados de los 90 que el organismo regulador creó un marco para la aprobación de los GMO, motivado por las importaciones de ganado y soja desde Estados Unidos.
"En primer lugar la Food Safety Australia – New Zealand (FSANZ) señala que para que los alimentos modificados genéticamente sean aprobados deben pasar por un proceso, en el cual a través de un dossier se presenten pruebas de seguridad y toxicidad entregadas por la compañía que busca la aprobación del alimento".
"Luego ellos también determinan si requiere etiquetado. Dicho etiquetado se requiere si el alimento deriva de tecnología genética, con ciertas cantidades de ADN modificado o proteínas sobre el 1%", continúa.
Si Nueva Zelanda y Australia poseen mecanismos para aprobar los cultivos genéticamente modificados, ¿Por qué ha habido tan pocos resultados en la horticultura? "Creo que una de las razones por las que no ha habido un desarrollo de cultivos hortícolas modificados genéticamente, porque eso dará lugar al etiquetado de los productos indicando que son modificados genéticamente y eso en sí ha sido un problema para las empresas de alimentos", dice Annison.
"Nos guste o no, este tipo de tecnología ha sido demonizada por las críticas, por lo que desde el punto de vista comercial todavía es un problema utilizar materiales genéticamente modificados donde se requiere etiquetado".
Annison ha hecho un llamado a aquellos que están involucrados en el debate a que miren los productos caso a caso.
"No hay evidencia científica que señale que la tecnología de genes o los cultivos genéticamente modificados sean una amenaza para cualquier cosa (…) Es lo mismo con cualquier tecnología, habrá un mayor o menor riesgo dependiendo de cómo se aplique y en qué cultivos se haga y qué tecnología es".
La "inevitabilidad" de los GMO
Canola modificada genéticamente. Fotografía: Carl Davies, CSIRO Plant Industry
Annison destaca el caso de la canola como un paso importante en Australia en los cultivos genéticamente modificados, el que podría abrir el camino a otros productos.
"Creo que estamos lentamente en el camino, y la razón por la que digo eso es que tenemos canola modificada genéticamente creciendo en Australia la que está entrando a su segunda temporada, y de hecho creo que es muy probable que se apruebe el uso de trigo modificado genéticamente en el país dentro de los próximos años", comenta.
Señala que el trigo modificado es beneficioso para el medio ambiente. "Están proponiendo trigos que son tolerantes a las sequías y a la sal y es probable que ha futuro se vean más niveles de sequía y problemas relacionados a la salinidad".
De todas formas indica que Australia todavía está lejana a aceptar esta tecnología en la horticultura y que no habrá cambios a no ser que surja una razón comercial muy atractiva para hacerlo, pero que a largo plazo será inevitable que parte de esta tecnología esté presente en algunos cultivos.
En cuanto a la salud alimentaria opinó que no cree que esta se convierta en un motivo para la utilización de la tecnología genética en el corto plazo pero que sí, ya mirando mas a futuro, la necesidad de producir más alimentos con menos recursos convertirá a la ingeniería genética en un a potencial ayuda.
Además indica que no tiene ninguna duda de que veremos más alimentos transgénicos en los estantes de los supermercados.
Mientras Australia cuenta con regulaciones para la probación de alimentos GM, cada uno de sus Estados y territorios poseen su propia legislación:
- Tazmania, South Australia y Australian Capital Territory no permiten cutlrivos transgénicos.
- Queensland, Wesstern Australia, Northern Territory permiten cultivos.
- New South Wales posee una propuesta en el parlamento.
Todos los productos importados que sean modificados genéticamente cuentan con su etiquetado.
extraido de www.portalfruticola.com