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La idea del hombre hecho a sí mismo está inevitablemente unida a la del pequeño empresario y es la imagen que ha atraído a cientos y cientos de inmigrantes a países desarrollados, con la esperanza de amasar una fortuna.
El hombre hecho a sí mismo, generalmente, es el que proviene de circunstancias poco prometedoras, que no ha nacido en el privilegio y la riqueza y sin embargo, por su propio esfuerzo, sin la ayuda de nadie, se las arregla para convertirse en un gran competidor en la vida.
Utilizan cualidades importantes: el trabajo duro, la perseverancia, y sobre todo, la responsabilidad personal. La historia del hombre hecho a sí mismo encarna el objetivo de llegar a ser el capitán de su propio destino.
El hombre hecho a sí mismo tiene que superar grandes obstáculos para lograr sus objetivos. Alcanza su éxito a través de la formación, el trabajo duro y la fuerza de voluntad.
En ellos, la suerte, no es el factor decisivo. La historia del hombre que obtiene el éxito por el azar, la herencia o una oportunidad caída del cielo, no es válida y sólo sirve para que algunos excusen su fracaso en la mala suerte que dicen tener.
Por desgracia, hoy muchos hombres creen que descansar esperando que el autobús de la oportunidad pase, constituye el mejor camino para alcanzar sus metas.
La historia de un hombre hecho a sí mismo
En Estados Unidos, de manera preferente, se analiza la vida, entre muchos otros, del hijo de un fabricante de velas que se llamó Benjamin Franklin y que se convirtió en el paradigma del hombre hecho a sí mismo.
El concepto realmente se apoderó de la cultura americana durante la llamada Segunda Revolución Industrial, cuando estaban en pleno apogeo los nuevos inventos y cuando las fábricas surgían como setas.
Entonces, el destino de un hombre joven ya no se marcaba prácticamente al nacer y existía la posibilidad de dejar la casa de los padres e ir a buscar el éxito personal. Para el que estaba dispuesto a trabajar duro y salir adelante, la nación parecía ofrecerle innumerables oportunidades para hacerse ricos, limitadas únicamente por su impulso y ambición.
Sólo durante la Gran depresión, la idea del hombre hecho a sí mismo se debilitó porque los hombres que habían hecho las cosas trabajando duro vieron desaparecer todo por lo que habían trabajado. Era difícil mantener la fe en la idea de que la vida la controlaba uno mismo.
Pero la época moderna siguió y volvió a reforzar la cultura del hombre hecho a sí mismo, que es digna de ser revivida constantemente especialmente ahora que el concepto de responsabilidad personal está muy erosionado y muchos jóvenes piensan que son las víctimas indefensas de sus circunstancias.
Hay que seguir llenando la historia de hombres que se nieguen a estar satisfechos con su suerte en la vida y sepan elegir un camino diferente y más extraordinario para sí mismos.
Todos tenemos defectos y cometemos errores, pero hay que ser implacables en la búsqueda del éxito. Recomendamos leer la historia del mencionado Benjamín Franklin (1706-1790), en cuya vida de trabajo duro, ambición, y ahorro existía el código con el que la vivió.
Ninguno de sus éxitos vino por casualidad, sino que fueron creados por la forma incesante en que organizó su vida, a pesar de su origen humilde.
Creó un negocio de impresión de enorme éxito. Sus logros son demasiado numerosos para enumerarlos aquí. Como inventor, creó el pararrayos, la estufa, las gafas bifocales, y el catéter urinario flexible. Como científico hizo importantes investigaciones sobre la naturaleza de la electricidad.
No está mal para el hijo de un fabricante de velas, ¿verdad?
Autor Alberto Aguelo
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