Hace unos días observé la Torre Titanium junto al antiguo edificio de la Portada de Vitacura y me impactó lo opuesto de ambas edificaciones, lo cual me llevó a pensar en Chile y su sociedad.
Chile lleva ya un tiempo experimentando una cierta polaridad en su convivencia social, entre una apuesta por la modernidad que se expresa simbólicamente en la Torre Titanium, y la inequidad social que se refleja en el edificio contiguo hacia la derecha, que está conservado en muy malas condiciones y cuya construcción debe ser de los años 70. Estos dos edificios, por cierto, no conversan entre ellos y son parte de la estética de nuestra ciudad.
Y algo de eso tiene nuestro Chile: no conversamos entre los distintos grupos sociales y por esto me detengo en esta imagen, ya que considero que ese ícono arquitectónico no representa a la sociedad chilena en su totalidad, pero de igual modo nos muestra los extremos en que vivimos.
Antes de continuar con el punto reflexivo que me interesa relevar, recuerdo aquella vez que un sobrino de no más de nueve años me solicitó que fuéramos a ver la torre más alta de Chile. Exacto, era la Torre Titanium. A él le producía mucha curiosidad conocer esta torre y lo hicimos, fuimos a observarla y comentamos su altura, la construcción y él quedó muy impresionado en esa ocasión.
Cuando esto ocurrió él aún no había viajado al extranjero. Sin embargo, años después tuvo la fortuna de viajar a Europa y a Estados Unidos, y entonces descubrió con sorpresa que esa torre santiaguina no era nada especial, era una imagen pequeña de lo que podía significar el desarrollo y la altura. En cierto modo, la oportunidad de viajar le permitió observar y descubrió que el mundo era más amplio y diverso, y que no todo lo alto era signo de desarrollo. Descubrió, por ejemplo, que el centro de París era bajo y eso era sinónimo de orgullo, historia, cultura y además era antiguo en varios siglos, pero se conservaba. Sin embargo, más se sorprendió cuando tomó una línea del Metro parisino y descubrió el Arco de la Defensa, y comprobó que la modernidad estaba en París, pero conversaba con su entorno y se podía acompañar de riqueza que consideraba el respeto a todos.
Vuelvo a la imagen chilena que mencioné antes y me intriga sobremanera el espacio que queda entre esos dos edificios. No puedo evitar recordar el mito de la caverna de Platón. Mi sobrino y la mayoría de los chilenos viven o vivían en ese espacio de estos dos edificios, en especial cuando se los mantiene en esa caverna o deciden quedarse en ese espacio, observando una realidad que no responde a la diversidad de nuestro país.
Chile, por diversas razones se ha polarizado. No entraremos en el detalle de por qué ocurre eso, ya que es muy extenso. Pero sí me interesa detenernos en ese espacio que representa nuestra caverna, donde desde algún sector se imponen modos de sociedad como válidos, que no entregan oportunidades de salir de ella y no permite generar ciudadanos reflexivos y críticos. Considero que una gran mayoría está en esa caverna. Por lo pronto, ese 42% que aún no define por quién votará, o que tal vez por el contrario salió de la caverna y tiene una posición clara; no quieren ninguno de esos extremos, porque ellos no los representan para lo que desean hacer de su vida y país.
Entonces, propongo que más que seguir hablando del 30% de Chile Vamos, confrontado al otro 30% que suma la Nueva Mayoría, nos concentremos en ese 42% que conforma la nueva sociedad, dejando de lado estos que representan la imagen arquitectónica de polaridad. En ese 42% está el nuevo Chile, el que se ha protegido y se ha refugiado en ese anonimato consciente o ha salido de la caverna y ha tomado distancia de esa imagen tan verdadera y caricaturesca de nuestro país.
Avancemos en conocer más a ese grupo y dejemos de lado la división y polarización que nos lleva a radicalizarnos como sociedad. Busquemos el equilibro que se vislumbra en ese 42% y que probablemente nos permitirá tener personas más integradas y comprometidas con un escenario real, alejado de los extremos que históricamente nos han regido como país. También sería bueno evitar ciertas situaciones, como que se vuelva a elegir presidente del Senado a Andrés Zaldívar, algo que no podría evocar más la imagen del edificio viejo y no renovado, o como la discusión acerca de la indemnización que pagará Patricio Contesse. Ambas muestras de lo poco armónica que es nuestra sociedad.
Entonces, la invitación es clara: tenemos que salir de la caverna y no dejar que esa imagen de poderes nos ahogue y nos quite libertades ciudadanas.
Soledad Teixidó, presidenta ejecutiva de PROhumana
FOTO: RODRIGO SAENZ/AGENCIAUNO
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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Santiago- Chile